Pensarían algunos gobernadores y alcaldes que iban a poder hacer fiestas y panochas con el presupuesto de sus territorios, aprovechando la gabela otorgada por la emergencia económica para contratar mercados con precios inflados, obras públicas amañadas, intereses indebidos en la contratación, sin requisitos legales, y que no les iba a pasar nada.
Se frotarían las manos, asesores y subalternos y pensarían en medio de la tragedia: “se nos apareció la Virgen”, para tomar ventaja de la tragedia mundial del coronavirus.
La corrupción en este país es un virus contagioso y mortal. Los billones que se mueven entre los bolsillos de los corruptos, le producen riqueza (obvio) a unos cuantos, y multiplica la miseria para millones de familias en el país.
Pocas veces se siente alguito de esperanza en la lucha contra la corrupción en Colombia. Digamos que creer en el sistema judicial, es insistir en un acto de fe, por aquello de que lo último que se pierde es la esperanza.
Pues bien, ante el desbordamiento de denuncias ciudadanas en los entes de control durante la cuarentena, se unieron los grandes para ir en contra de la robadera. Y en un acto sin precedentes, las cabezas de la Fiscalía General de la Nación, la Contraloría y la Procuraduría aunaron esfuerzos, cruzaron bases de datos, compartieron denuncias, pruebas y demostraron que no era tan difícil eso de investigar y dar resultados.
La semana pasada se inició el proceso de imputación de cargos a gobernadores y alcaldes que podrían haber tratado de tomar ventaja de la crisis del coronavirus, y sacar su tajada por ahí. Parecería que por fin podría pasar algo extraordinario en Colombia y es que el que roba, se vaya preso. Sí, algo extraordinario.
Luchar contra la corrupción es un acto que requiere valentía y de voluntad ética. Ojalá vayan detrás de los peces gordos (que no protejan a ningún político) y no se queden solo en los pequeños, porque los abusos y la corrupción no respeta el tamaño del departamento o la ciudad, sino todo lo contrario.
Es que los “vivos” están convencidos que pueden hacer y deshacer cuando están en el poder y que después, nada les va a pasar. Se creen intocables. Hay unos que a veces tienen la oportunidad de marcar la diferencia, pero voltean la cara para otro lado y dejan pasar de frente la corrupción, sabiendo que algún día, podrán cobrar por el silencio. Los vivos se pavonean entre mentiras a medias, fábulas y mentiras completas. Y lo peor es que convencen a la opinión pública con sofismas de distracción.
Pero por los vivos, también hay unos “tontos”. Esos a los que los vivos menosprecian y subestiman. Los tontos a veces son lo que tienen las evidencias, pruebas, videos, documentos, mensajes escritos y de voz que demuestran que la viveza por acción o por omisión, era el comportamiento incorrecto. Es que en este país del “por siacas” y con tanto vivo, los tontos toman precauciones y las dejan en el cuartico de atrás como le pasaba a Betty la Fea, ¿se acuerdan?
Bien por el Fiscal, el Contralor, el Procurador y sus respectivos equipos.
Ojalá entendamos un día que luchar contra la corrupción no es tarea exclusiva de las autoridades judiciales y de los entes de control. Sino también de los ciudadanos, los que van a pie y enfundados en una ruana.