Yuliana Andrea Samboní | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Diciembre de 2016

El mundo está lleno de personas, no tan cuerdas, que pueden llegar a cometer actos inusuales, pero acaso ¿no es la integridad propia lo suficientemente valiosa para que se haga respetar y se impida que estos “inusuales” lleven a cabo sus más oscuras perversiones?

Brian Mancera

 

Imposible salir del estado de estupefacción, indignación, de ira y rabia, ante el oprobioso ultraje  vejación y vil asesinato de la niña Yuliana Andrea Samboní, que nos marca para siempre, por la sevicia y todos los hechos que rodearon su crimen. 

El culpable, el inhumano y siniestro personaje, que no deseo ni mencionar, está bajo las rejas y será la justicia la que se encargue de él, porqué la sociedad colombiana y mundial ya lo condenó.

Nuestra total solidaridad con sus padres y su familia, a quienes les presentamos disculpas porque no fuimos capaces de impedir el violento hecho. Sus vecinos, sus amigos y su familia ya conocían de las inclinaciones, aberraciones y tendencias de este siniestro personaje, y debieron haberlo puesto en conocimiento de las autoridades para  haberlo llevado con antelación a un centro de tratamiento médico o psiquiátrico. 

Hasta que no eduquemos a nuestros jóvenes, bajo las premisas del respeto hacia los otros seres humanos y dejemos de tener a la mujer como objeto, como factor monetario y comercial, esto no dejara de suceder.

Y  los medios de comunicación tenemos gran responsabilidad al impulsar a través de noticias y novelas,  la cultura del dinero fácil, al desconocimiento de la ley y al crear conciencia de que el poder, lo permite todo. 

 Ahora salen los dirigentes políticos y voceros de la opinión pública a proponer iniciativas para  endurecer penas, que van desde la cadena perpetua y   la castración, hasta la pena de muerte, a violadores. Pero eso es posterior al hecho, entonces hay que esperar a que el depravado o enfermo sexual cometa el ilícito, para actuar.  

¿Por qué no tratamos más bien de impedirlo? Todo aquel que conozca de un  comportamiento inusual de un individuo, está en la obligación de ayudarlo o de impedir que vaya más allá, de un acto sexual digno.

 La sociedad entera tiene que evitar que los sádicos y pedófilos sigan haciendo de las suyas. Y el Estado, que falló en los controles,  no tiene por qué beneficiarse, quedándose con los bienes del delincuente, estos tienen que ser para la familia afectada.

   lorenarubianof@gmail.com