![Álvaro Castillo Dueño de San Librario en Bogotá](/sites/default/files/2025-02/FOTOS%20TAMA%C3%91O%20WEB%20EL%20NUEVO%20SIGLO%20-%202025-02-08T130407.991.png)
Desde hace 31 años, Álvaro Castillo mantiene el fiel oficio de leer a viva voz las últimas páginas de la novela "Cien años de soledad", obra cumbre del premio nobel Gabriel García Márquez, quien bautizara a Castillo como “librovejero”, un homenaje a la profesión de este hombre, que regenta la librería San Librario, en el barrio Quinta Camacho, de Bogotá.
"El ritual empezó cuando entendí la novela, porque las dos lecturas anteriores no fueron suficientes. Con "Cien años de soledad", en cada leída, descubro cosas que no había visto, y otras que transmutan. Es un libro que aspiro a leer hasta el final de mis días. Comienzo el 28 de diciembre y termino el 31, o a veces con las primeras luces del nuevo año", le dijo Castillo a EL NUEVO SIGLO.
Álvaro Castillo Granada tenía 13 años y cursaba bachillerato en el Colegio San Bartolomé La Merced cuando el periodista Yamid Amat, de Caracol Radio, el 21 de octubre de 1982, lanzó la primicia que cubrió a Colombia de laureles y mariposas amarillas: "¡Urgente, Gabriel García Márquez, premio nobel de Literatura!".
"Mis padres eran buenos lectores y en la niñez navegaba entre 'Viaje al centro de la tierra' y 'La vuelta al mundo en 80 días', de Julio Verne', y 'Las mil y una noches'. Pero el libro clave en mi vida de lector fue 'Confieso que he vivido', que leí a los 12 años. Me fue muy familiar, porque mi mamá pasó parte de su adolescencia y juventud en Chile. Por eso el libro de Neruda me deslumbró y se convirtió en una especie de bitácora".
Librero, de profesión
Por su apetito de lector insaciable, Álvaro siempre tuvo claro lo que quería para su vida: ser librero. Pasó hojas de vida por doquier, pero nadie le prestaba atención al muchachito flaco, de mirada precisa y anteojos redondos. Hasta que, en unas vacaciones de universidad, cuando cursaba Literatura en la Javeriana, la periodista Gloría Moreno, esposa del reportero y cronista Germán Castro Caycedo, le abrió las puertas de Enviado Especial Libros, ubicada por esa época en los bajos del Centro Comercial Granahorrar, en la avenida Chile.
"Entré a trabajar en Enviado Especial Libros el 30 de noviembre de 1988. Allí estuve siete años, hasta que cerraron, y en ese local abrieron otra librería, Norma Ramos Libros, donde continué laborando. En 1998 inauguramos San Librario con María Luisa Ortega, Claudia Cadena y Camilo Delgado. Y, de ahí hasta la fecha, ya son 36 años como librero y 26 al frente de San Librario”.
Castillo ha comprado y vendido cientos de libros –entre ellos varias ediciones de "Cien años de soledad"– en los ventorrillos donde se ha topado, al comienzo en el camellón improvisado de las casetas azules de discos y libros de la avenida 19 de Bogotá o, con el pasar de los años, en sus correrías por viejas librerías de Cuba y Latinoamérica.
Robo doloroso
En Montevideo, por ejemplo, en 2006 compró un ejemplar de la primera edición de "Cien años de soledad", de la editorial Sudamericana, de Argentina (con la cubierta del mítico galeón), la misma que el sábado 2 de mayo de 2015 fue usurpada del estand de la Feria del Libro de Bogotá, que honraba a Gabriel García Márquez, un año después de su fallecimiento.
El robo de la preciada edición fue noticia en el mundo. Una semana después del alboroto social y mediático, la policía rescató la novela, al parecer en una tienda del barrio La Perseverancia, de Bogotá. Cuando regresó a sus manos, Álvaro, con la mirada nublada de lágrimas, expresó: "No fue un robo que me hicieron a mí, sino a todos". Luego donó la edición recuperada y su colección particular de Gabriel García Márquez a la Biblioteca Nacional de Colombia. Y ese año empezó a entregar su biblioteca personal al Instituto Caro y Cuervo. A la fecha van 4.090 libros y revistas.
“Lo más extraño, lo que nunca se pudo esclarecer, es quién dejó la novela en esa tienda. Hoy me honra que esa edición de 'Cien años de soledad' esté en la sala Manuel del Socorro Rodríguez, al lado del diploma y la medalla del nobel. Algo que nunca llegué a imaginar. Un sueño no soñado".
Cartagena, el inicio
Álvaro Castillo conoció a Gabo en 1996, en un Festival de Cine de Cartagena, cuando a la salida de una película lo vio, circunstancia que aprovechó para buscar que el nobel le firmara una edición de "Cien años de soledad" que llevaba en su mochila.
"El primer encuentro con él fue en 1996, en un Festival de Cine de Cartagena. Yo llevaba un ejemplar de 'Cien años de soledad' en mi mochila. Había leído la novela dos veces, pero no me había conectado con el libro. Tenía 27 años cuando lo leí de verdad. Él salía de una película y estaba rodeado de gente. Hice la fila para intentar acercarme y que me firmara el libro. Cuando estuve al frente suyo me dijo: '¿Para quién?'. Le dije que para una compañera y para mí. Ese fue todo el contacto”.
Al año siguiente, Castillo lo buscó por petición de un cliente, que quería que García Márquez le firmara la novela que le había acabado de comprar. Para acceder a él, contó con la ayuda de su hermano Eligio, a quien Álvaro Castillo le había prestado sus servicios como facilitador de artículos y libros para su investigación de "Tras las claves de Melquiades".
“Eligio me dijo: 'Voy a intentarlo. Trae el libro mañana'. Eso fue en la sede de la revista 'Cambio'. Y allí, en su oficina, estaba Gabriel García Márquez, de saco cruzado, foulard y botines. Cuando me vio, me dijo: Ajá, ¿y qué hay de la vaina, cómo está la vaina?'. Él estaba con el periodista Eccehomo Cetina. Me puse muy nervioso y le dije: 'No, mire, es que yo le vendí este libro a un cliente y es a ver si usted se lo puede dedicar'.
“Y Gabo, firmó: 'Para tal', con la generosidad con la cual tantos vivimos de taquito. '¿Le puedo dar un abrazo?', pregunté. 'Claro que sí', respondió. Le conté que todos los años leía 'Cien años de soledad'. Él dijo: 'Ese no es el libro que va a quedar. El libro que va a quedar es 'El amor en los tiempos del cólera'”.
“Me despedí y salí sudoroso, me dio taquicardia, me senté en la silla auxiliar de su secretaria, Margarita Márquez, y me acercaron una aromática. Bueno, los siguientes encuentros fueron en La Habana, donde empezó a encargarme libros y yo a conseguirlos. Mis encuentros con él fueron entrañables, de largas conversaciones magníficas”, sentencia Castillo, quien apenas lleguen los últimos días del próximo diciembre iniciará la lectura número 32 de "Cien años de soledad".