La pluma de Evelio José Rosero cuenta una reconocida trayectoria. Autor de una obra prolífica que retrata la cruda realidad del país y sus protagonistas, es un escritor nacido en Bogotá, ganador de importantes premios a nivel nacional e internacional. Su obra, caracterizada por representaciones de personajes institucionales como sacerdotes, profesores y políticos, articula mundos e historias rebosantes de ironía.
Aunque ya había publicado en Colombia la novela corta "Mateo solo" (1984) y en España "Juliana los mira" (1987), fue con la publicación de "Los ejércitos" (2007) cuando su nombre alcanzó resonancia internacional, al ser merecedora del prestigioso Independent Foreign Fiction Prize, en el Reino Unido (2009), y del ALOA Prize, en Dinamarca (2011). Dentro de sus obras destacan las novelas "Señor que no conoce la luna", "Las muertes de fiesta", "Plutón", "Los almuerzos", "La carroza de Bolívar" (Premio Nacional de Novela), "Plegaria por un papa envenenado" y "Toño Ciruelo" –traducidas todas a varios idiomas–, así como la reunión definitiva de sus "Cuentos completos" y recientemente “En el lejero”, una novela que habla sobre el abismo, la búsqueda, la violencia, la desaparición.
En entrevista con EL NUEVO SIGLO, el escritor habló esta última novela y de cómo su narrativa ha ganado terreno en la literatura.
EL NUEVO SIGLO: ¿Por qué surgió este relato sobre la violencia, el secuestro y la desaparición?
EVELIO ROSERO: Desde el 2000 empecé a incorporar el tema del secuestro a mi trabajo y yo diría que de manera inconsciente, seguramente empujado por la misma realidad diaria del país, que no ha cambiado para nada en absoluto. Pero desde mucho antes ese fantasma absurdo y aterrador del secuestro estaba presente en mi narrativa, en las primeras novelas como "Juliana los mira" y "El incendiado". Incluso en mis cuentos para niños, como "Lucía o las palomas desaparecidas", que es muy directo.
ENS: ¿Qué mantiene viva la esperanza de Jeremías, en "En el lejero", para encontrar a su nieta?
ER: La fe humana, la esperanza de cualquier colombiano que ve a sus seres queridos desaparecer de un día para otro, porque sí o porque no, y sabe que los tienen secuestrados (nunca “retenidos”, como afirma graciosamente la guerrilla). La esperanza, dicen, es lo último que se pierde.
ENS:¿Esta novela se apoya en algún caso de la vida real, una experiencia cercana a su entorno?
ER: La “experiencia cercana” es este país. El horror del secuestro es nuestra cotidianidad, el día a día. Y ya estamos acostumbrados, parece. No solo exportamos café, sino secuestradores y matarifes. Hay hasta lo que se llama “secuestro exprés”. Se han secuestrado animales, ya por valiosos o por consentidos y queridos por sus amos. Cualquier extranjero es “secuestrable” por el solo hecho de serlo. Al único que no secuestran es al presidente, porque a veces el presidente o su gobierno es el que paga o ayuda a pagar y a mantener viva la figura del secuestrador, tan decisiva en la historia del país como la de un senador o la de un fiscal de la república.
ENS: ¿Qué reflexión o enseñanza le dejó escribir esta novela, sobre todo por ser un relato tan sensible y vigente en Colombia?
ER: En el caso de "En el lejero" la sensación de haberme “acercado” a la pesadilla del secuestro, y la disciplina para insistir sobre el tema de manera más rotunda. De esa obstinación nació "Los ejércitos", que ahonda más objetivamente en el mismo tema. Son dos novelas hermanas y nacen del mismo mal endémico. Fíjese que sus protagonistas son dos ancianos de setenta años: Ismael Pasos y Jeremías Andrade.
ENS: Según su experiencia, ¿cómo ve la producción de historias literarias en Colombia?
ER: Color de hormiga.
ENS: Para usted, ¿la literatura colombiana va más en sintonía con la violencia en este país?
ER: Por algo estamos celebrando los cien años de "La vorágine", con muy justa razón. Rivera: gran escritor, gran poeta. Mientras se siga leyendo en el mundo, su obra seguirá existiendo.
ENS: ¿Cómo y cuándo llegó la literatura a su vida?
ER: Desde niño, gracias a Dios y al diablo.
ENS: ¿Cómo es su relación con el lector?
ER: Muy cercana, muy alentadora, aunque casi nunca personal. "Los ejércitos" se publicó hace unos 17 años y sigo recibiendo correos de jóvenes lectores inquietos por la historia de Jeremías Andrade. Otras novelas anteriores también se siguen leyendo, igual que los cuentos y novelas para niños. Los niños lectores son mi principal alegría. Me dicen que soy un escritor “nada mediático”, pero no lo creo. Lo importante es que las obras están allí, más vivas que yo, aunque no haya publicidad y pregoneros que lo digan. Son las obras lo único importante de un escritor. Su presencia en los cocteles y en las ferias no es determinante; acaso lo hace ganar premios y el abrazo de los “grandes” y una buena bolsa de millones, pero todo a costa de su tiempo creador. Cuando se sienta a escribir ya está agotado de reír, la panza llena de caviar y malestar estomacal, el aliento hediendo a irresponsable alcohol, la vanidad inflada como un sapo, pero la calidad de su obra pisoteada a cambio de complacer la urgencia de un editor. Esas son las obras que pasan de moda al año siguiente.
ENS: ¿Cuál será su siguiente historia?
ER: Trabajo desde hace dos años en una novela sobre el descubrimiento de América, aunque debiéramos mejor llamarlo la invasión y repartición de América. En ese genocidio estoy metido y ya llegué a las doscientas páginas. Cuando era niño me gustaba nadar debajo del agua, conteniendo la respiración. En la inmensa piscina de cemento donde nadaba había pintada una raya blanca, en el piso, a unos tres metros de la pared extrema, en lo más hondo. Cuando atravesaba esa piscina por debajo del agua, al llegar a esa raya y con los pulmones y la cabeza a punto de estallarme, ya sabía que estaba cerca de la meta y no desfallecía hasta llegar al final. Esa raya blanca son las doscientas páginas. Estoy luchando por no estallarme y coronar el final.
ENS: Además de la escritura, ¿que lo apasiona?
ER: La mujer.
ENS: ¿Qué es lo mejor de ser escritor?
ER: La lectura y relectura de esas grandes y maravillosas obras de la literatura universal, que son una buena explicación para seguir viviendo. García Márquez la llamó “ese alimento”.
Mayores distinciones
Premio Tusquets de Novela (2006).
Premio Nacional de Literatura (2006).
Ganador del Foreign Fiction Prize (2009)
Premio Nacional de Literatura (2014)
Premio ALOA (2019), Dinamarca, por “Los ejércitos”