El Silo abre sus puertas a la nueva cocina quindiana | El Nuevo Siglo
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Jueves, 10 de Diciembre de 2020
Redacción Cultura

El Silo, ubicado en la entrada de Montenegro, Quindío, abrió sus puertas con una sola misión: entregarles a los comensales la nueva cocina quindiana, a través de su apuesta por trabajar con el 75% de sus insumos provenientes de pequeños productores.

Con la necesidad de conocer detalladamente de dónde proviene cada uno de sus ingredientes, el reconocido chef Julián Hoyos Vallejo, cocinero egresado de la escuela de gastronomía Mariano Moreno de Argentina, con especialización en artes culinarias en el IAG y nominado como “mejor chef” de la región del Eje Cafetero en 2017, ha cimentado el éxito de este lugar. 

“El Eje Cafetero es un territorio diverso y sabroso. Desde El Silo queremos trabajar para que el viaje a comer merezca la pena”, afirma Hoyos, quien inquieto por los sabores de su cocina, ha preparado una carta para destacar los sabores únicos de este destino colombiano.

Mediante técnicas culinarias modernas como las cocciones en sous-vide, ahumados en frío, deshidratados y procesos de maduración controlado por largos días, los comensales que llegan a este establecimiento encuentran una carta única que va desde la pata de pollo criollo madurada servida con puré de macadam fermentada hasta las truchas miniatura fritas del Valle del Cocora, con variedad de aguacates y la ensalada de zanahorias con queso paipa de Filandia, madurado 12 meses.

“El Silo está a solo 11 kilómetros de Armenia, lo cual hace que sea de fácil acceso para locales y turistas. Es un restaurante campestre que cuenta, además, con su propia huerta, en donde cultivamos algunos de los productos que usamos en las preparaciones. Esta huerta orgánica es el inicio de un proceso sostenible para expandir a lo largo de toda la hacienda turística”, añade el chef.

El restaurante, ubicado dentro del Rancho La Soledad, una hacienda turística familiar que tiene más de 30 casas tanto para vivienda como para turismo, busca que los visitantes puedan vivir una experiencia completa y, además de disfrutar su gastronomía, también puedan hospedarse en una de esas fincas y de esta forma vivir el paisaje cultural cafetero a plenitud.