Fausto, entre la sabiduría y el infierno | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Marzo de 2016

OSCURIDAD, misticismo, escenario gótico, talento, profesionalismo y una gran dirección, son los ingredientes de Fausto, la obra más esperada por los colombianos en el Festival Iberoamericano de Teatro, FITB, que finaliza mañana.

Traída directamente de Eslovenia, esta llamativa adaptación de la obra de Johann Goethe, ahora dirigida por Tomaz Pandur, se convirtió en la favorita de los amantes del teatro desde antes de su estreno, pues es un mito cultural y de sensaciones que ha recorrido las mejores tablas del mundo.

Fausto, sin ser una de las obras del país invitado de honor del FITB, se convirtió en la favorita de los espectadores, puesto que no decepcionó en su puesta en escena. El fondo oscuro, los detalles rojos, el vestuario y maquillaje bien logrado, pero gótico, logra trasladar al público a un mundo lleno de misticismo, que por momentos se convierte en un espejismo de un concierto de Rob Zombie, que aunque no grita letras de historias tenebrosas, cuenta la cotidianidad de la sociedad con un trasfondo narrado a través de la imagen y los sentidos.

Las sensaciones que son despertadas en la historia, van más allá gracias a la imagen y expresión, puesto que cuenta detalles de un personaje que siempre quiere más y está dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr su objetivo, hasta hacer un pacto con el diablo.

Faustoes un personaje particular, uno que debe ser leído entre líneas para lograr ser entendido. Es un hombre que está cansado de conformarse con una vida cotidiana, sin emociones, por lo que comienza a probar lo que está a su disposición sin medir las consecuencias, creyendo que siempre podrá controlar aquello que lo rodea.

Hacer un pacto con el diablo y luchar contra los llamados de Dios que tratan de volver al camino correcto su desenfrenada vida, son los dos ejes centrales de la historia. Las luchas llevan a Fausto a un dilema trágico en el cual se pone en tela de juicio qué quiere ser y cómo enfrentar los problemas si no rompe su trato con el diablo y deja atrás su yo exotérico. ¿En que parará el dilema metafísico de Fausto?

Fiel a la personal estética teatral de Pandur, el escenario de su Fausto es, rigurosamente monocromático: toda la escenografía y el vestuario está en la escala de grises a negro, solo interrumpida simbólicamente por un rojo sanguíneo, y recuerda la versión cinematográfica y expresionista del Fausto de Murnau.

Los personajes literalmente parecen flotar sobre un oscuro espejo de agua que bien puede simbolizar “el mar de confusión” en el que se ahoga el hombre, franqueado por dos muros colosales de madera que se abren o se cierran como las puertas del infierno y que el Doctor Fausto usa como pizarrón en donde se proyectan, como si se tratara de manuscritos esotéricos, las fórmulas de su búsqueda de sabidurías ocultas.

El hombre que vendió su alma al diablo, el que descubrió su otro rostro en el rostro de Mefistófeles (que en esta obra no llega solo sino como un nómada salido de Mad Max acompañado de su mujer y sus hijos y seguido por una cuadrilla de diablillos), el que pide que a cambio de su alma se le devuelva la juventud y se le permita el acceso al placer y al conocimiento absolutos, es el protagonista de este laboratorio de alquimia, en donde el texto de profundidades existenciales y herméticas de una obra inspirada en las versiones de Marlowe y Goethe se desliza demoniaco en el escenario para hacernos dudar de los límites entre el bien y el mal.

El deseo del conocimiento, ese que ha llevado a la ciencia a ir más allá de las posibilidades humanas, le hace sentenciar a Fausto: “siempre se necesita aquello que se ignora y nunca podemos hacer uso de lo que sabemos”.

Para Pandur fue todo un reto lograr transformar una obra del calibre de Fausto, es una puesta en escena contemporánea que ha sido tantas veces recreada por importantes directores teatrales del mundo, sin el éxito esperado, pues los conocedores de la obra de Goethe opinan que esta no fue precisamente escrita para ser interpretada en las tablas, sino, para ser leída. Pero al parecer la apuesta de Pandur dio frutos, pues toma vida en el festival teatral más importante de Teatro.

El director continúa fiel a su estilo monocromático: tanto la escenografía como  el vestuario están en una escala de grises a negro, a excepción de un rojo sanguíneo, que evoca  la versión cinematográfica de Fausto de F.W. Murnau (1926).

Aparte de su sello estético, las obras de Pandur se caracterizan por abordar temas como la soledad, la incomprensión, la irrepetibilidad del individuo, lo humano y lo divino, la relación entre los vivos y los muertos y el conflicto entre lo finito y lo infinito.

Uno de los principales aspectos que Pandur quiere dejar al público que asista a ver su obra hasta mañana a las 8:30 p.m. en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, es que todo ser humano, por más corriente y aburrido, va a estar tentado aunque sea una vez en su vida por el diablo, que les ofrecerá desde los detalles más pequeños que logran cierto grado de alegría como ganar una silla en el transporte público, hasta obtener placer sexual, dinero o sabiduría, un sinónimo de triunfo y emoción, por lo que ver desde afuera la vida de Fausto es una reflexión que nos enseña que es imposible engañar al diablo, pero siempre podemos contar con Dios.