La guerra no tiene rostro de mujer | El Nuevo Siglo
Foto archivo
Domingo, 8 de Julio de 2018
Andrés Rivera

ATREVERSE a escuchar lo que se vive realmente en una guerra para luego compartirlo con el mundo es sin duda una tarea digna de un monumento. No me refiero a un monumento físico, sino más bien a uno que sea realmente significativo y esté a la altura de dicho esfuerzo. Me refiero por supuesto al monumento de la emulación. Lograr recibir el sufrimiento de otros y permitirnos ser tocados por esa humanidad que sobrevive, es una experiencia que transforma y cambia radicalmente la perspectiva sobre algo que ingenuamente creíamos conocer, o que simplemente no nos habíamos detenido a reflexionar. 

La guerra no tiene rostro de mujer es un libro escrito por Svetlana Alexiévich, periodista y escritora bielorrusa nacida en 1948, que además de haber sido galardonada con el premio Nobel de literatura en el año 2015 ha recibido numerosos reconocimientos por su obra tales como el premio Herder, el premio Ryszard Kapuscinski y el premio de la Orden de la Insignia de Honor.

Este libro representa un trabajo periodístico minucioso en donde la autora escucha de primera mano las voces y testimonios directos de las mujeres que fueron parte del ejército ruso durante la segunda guerra mundial. Es un periodismo de alto grado de inmersión en dónde se rescatan las fuentes más modestas y sencillas para que desde allí se pueda llegar a una comprensión profunda y cercana sobre aquello que fue silenciado por varias décadas luego de la guerra.

La Academia Sueca, encargada de otorgar el premio Nobel, sostiene que la obra de Alexiévich se distingue principalmente por una compleja riqueza polifónica que logra convertirse en un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo. Al acercarnos a las narraciones en su libro no encontramos ficción, poesía o literatura dramática en las formas tradicionales, por el contrario, nos enfrentamos a relatos generalmente en primera persona en donde cientos de mujeres desconocidas, personas del común, narran sus propias experiencias, ideas y emociones vividas durante la guerra. La amplitud de la gama de matices se va haciendo cada vez más vasta ya que al acercarse a las experiencias de las mujeres que militaron en diferentes sectores del ejército ruso, nivel de detalle de las narraciones alcanza una emotividad conmovedora enmarcadas dentro de los escenarios más atroces, crudos, hostiles  y denigrantes que pudiera experimentar un ser humano.

Alexiévich logra entretejer, por medio de un trabajo paciente y cuidadoso, la recopilación periodística de una gran cantidad de narraciones para organizar un entramado polifónico con las voces de las mujeres en la guerra y así dar cuenta de una cara de la realidad no conocida sobre uno de los grandes acontecimientos trágicos del pasado soviético. 

Tanto en La guerra no tiene rostro de mujer como en otros libros de Alexiévich como Las voces de Chernóbil o Los muchachos de Zinc, la oralidad tiene un rol central , ya que la autora se involucra con cada uno de los testigos directamente mediante entrevista íntimas y cercanas, en sus propias casas, ojeando los álbumes de sus recuerdos y observando aquellos altares en las salas de sus casas en donde se conmemora todo aquello que se perdió al igual que todo aquello que las ayudó a mantenerse vivas. En algunos pasajes puede percibirse un proceso profundo de sanación, como si la oportunidad de narrar estas historias fuera algo terapéutico y curativo, no solo para el narrador sino también para la autora. En varios apartes del libro se mencionan momentos en donde las entrevistas terminaban en llanto mientras un té se enfriaba sobre la mesa de alguna cocina en un barrio popular de Moscú. Conocer la guerra narrada desde las experiencias de estas mujeres realmente se redimensiona el imaginario que tenemos de ella. 

Es imposible pretender profundizar en este breve espacio en la cantidad de temas, contextos, historias y personalidades que se desarrollan a través del libro; pero lo que significa ser mujer en una guerra, el sentido de patriotismo, la lealtad, la amistad, la resilencia y la fuerza de voluntad serían temáticas centrales. Sin embargo, leer el dolor y la abrumadora cantidad de manifestaciones y formas que este adopta al transcurrir las páginas es una experiencia que como lector no había tenido. Cada mujer es tan única que su vivencia se carga de una emoción condensada tal que el lector, o al menos en mi caso, sentía como si estuviera siendo bombardeado por una descarga de realidad tan potente, chocante y a la vez inspiradora que tenía la sensación de que pedazos de mi propia indiferencia se me iban desprendiendo de la consciencia. Creo que ahora veo la guerra en mi país un poco diferente.

Aunque el grueso del libro lo conforman las narraciones propias de las testigos hay momentos en los que la autora se aleja un poco del periodismo más tradicional y abre para sí misma pequeños espacios para compartir sus propias sensaciones e ideas, adoptando un tono quizá filosófico y hasta metafísico, en donde alcanza en ocasiones un aire profético en donde advierte sobre las posibilidades de la naturaleza humana, tanto hacia el extremo inspirador y sublime como hacia el grotesco y deplorable.

Se reflexiona también acerca de los peligros de las pretensiones prometeicas al igual que del extremo culto al Estado. También se menciona el posible terror que puede desatarse si el poder de la ciencia cae en manos irresponsables o ineptas y que además carezcan de respeto o aprecio alguno por la dignidad y la vida humana.

El silencio y lo callado son también un tema recurrente. Es como si el silencio fuera otra manera de sentir la muerte en vida. A través de las narraciones se puede ver la manera en la que la personalidad individual y el valor de su experiencia se disuelven y desaparece en un sujeto abstracto y colectivo como lo es la ¨historia oficial¨ o alguno de sus mecanismos análogos. Lo que hace Svetlana Alexiévich va en contra de esta corriente y además, es una muestra de la fortaleza que requiere tanto el poder hablar la verdad como el ser capaz de escucharla. Son muy valiosas las posibilidades de transformación que esa tarea monumental puede llegar a producir en todos nosotros.

@AndresRivera89

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