Los archivos fantasmagóricos de Valeria Luiselli | El Nuevo Siglo
LA ESCRITORA mexicana Valeria Luiselli, deslumbró con su novela corta Los Ingrávidos.
@ValeriaLuiselli
Domingo, 14 de Febrero de 2021
Gabriel Ortiz Van Meerbeke

Gabriel Ortiz van Meerbeke

Colaborador El Nuevo Siglo

           

Hace un año, en el Hay Festival en Cartagena, uno de los últimos eventos presenciales del mundo de la cultura en Colombia, pasé una de las mayores vergüenzas de mi vida. Era el final de la presentación de la mexicana Valeria Luiselli, escritora que me había deslumbrado con su novela corta Los Ingrávidos y que en esa ocasión estaba invitada para hablar de su última obra Lost Children Archive, su primera novela escrita en inglés, titulada en español como Desierto Sonoro.

 

Envalentonado por un amigo, con el pésimo juicio de la cruda –léase guayabo en colombiano– y ante la inexplicable reticencia del público a hacerle otra pregunta a Luiselli, alcé mi mano. En mi cabeza quería hacer una pregunta inteligente sobre la incompatibilidad de las traducciones de las editoriales españolas para un público latinoamericano, pero mis nervios me traicionaron y ni siquiera pude usar bien el micrófono. Mi pregunta terminó pareciéndose más a un ataque a su decisión de escribir su último libro en inglés. Ella, sin pestañear, se fajó un juego de palabras en slang mexicano, algo así como la canción Banda Chilanga de Café Tacvba, dejándome saber sin decirlo que me dejara de chingaderas. Para empeorar las cosas, tuvo la decencia de agradecerme mi pregunta cuando me acerqué a pedirle que me firmara uno de sus libros.

 

Recientemente me leí Desierto Sonoro y me fascinó. Es una obra difícil de catalogar porque se mueve entre el ensayo, la crónica de viaje, y una novela semi-autobiográfica que narra la historia de una familia contemporánea de cuatro (él y su hijo, ella y su hija) que viaja de Nueva York a Arizona. Ahora me estoy tomando el atrevimiento de escribir este breve perfil como una suerte de expiación de mis pecados literarios.

 

En principio, hablar de Valeria Luiselli pareciera una tarea sencilla. Un camino corto pero engañoso sería mencionar su bibliografía de tan solo dos ensayos, tres novelas y un mapa. Diciendo de paso que fue columnista del periódico español El País y ha publicado en The New York Times, The New Yorker, Granta, Letras Libres y Dazed. Esto último se podría complementar con su carrera académica, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de México y tiene un doctorado en literatura comparativa de la Universidad de Columbia. Pero es más diciente saber que, como dijo en una entrevista, decidió estudiar en esa institución de Nueva York no tanto porque le interesara la academia, sino porque un día se coló en la biblioteca y quería poder usar ese espacio.

 

Otra posibilidad para escribir sobre Luiselli sería listar los premios literarios que ha coleccionado, pero esta ruta sería todo menos corta. Solo para resaltar los más importantes: el Hay Festival la incluyó en Bogotá 39, un reconocimiento a los mejores escritores menores de 40 años de América Latina; además, es becaria de la Fundación McArthur, la cual reconoce aquellas personas que demuestran una “creatividad excepcional” y tienen un futuro prometedor dentro de su campo de acción; con Desierto Sonoro se convirtió en la primera mujer en recibir el Rathbones Folio Prize, premio británico creado en 2014 para “identificar obras de literatura en que los temas explorados logren su más perfecta y emocionante expresión”; y, por ese mismo libro fue condecorada con la Medalla Carnegie a la excelencia literaria.

 

Muchas personas conocen a Luiselli por el éxito de su libro Los niños perdidos: un ensayo en cuarenta preguntas, que muestra las complejidades e injusticias que sufrieron los menores indocumentados tratando de llegar a los Estados Unidos durante la mal llamada crisis migratoria. Esta fue la obra que la catapultó a la fama en ese país, con la que obtuvo el American Book Award y el elogio del veterano periodista John Lee Anderson. Por si fuera poco, en 2020 recibió el Premio de la Fundación Vilcek un galardón con el propósito de “resaltar la contribución de los y las inmigrantes en Estados Unidos y fomentar la apreciación de las artes y las ciencias”.

 

Esta última versión de Luiselli como activista es la que predomina en los medios de comunicación, dejando a un lado su ingenio y mordacidad. Sus libros están plagados de frases precisas y muchas veces brutales que fácilmente podrían ser aforismos: Los finales amorosos nunca son épicos. Nadie se muere, nadie desaparece de veras, nada termina de terminar nunca.(Los Ingrávidos, Sexto Piso). “A la hora de las acusaciones el cuchillazo definitivo es la higiene moral propia” (ibid.) “Aunque no lo parezca, crecer en una familia atea, liberal, comprometida pero nunca militante, tiene, en la gran mayoría de personas, consecuencias devastadoras” (Papeles Falsos, Ensayo Sexto Piso).  “Nadie decide no ir a trabajar y comenzar una huelga de hambre tras escuchar la radio en la mañana. Todo el mundo sigue con su vida, sin importar la gravedad de las noticias que escuchan, a menos que la gravedad se refiera al clima.” (Desierto Sonoro, Sexto Piso).  

 

Una forma más poética de acercarse a Luiselli es a través de los temas más recurrentes en sus libros: el archivo, el desamor, los fantasmas, la cotidianidad, la vida y muerte de poetas, y el ejercicio mismo de escribir. Si bien parece un conjunto de elementos disímiles, ella logra relacionarlos sutilmente. Ella suele recurrir a la perspectiva de los niños con sus fantasías, miedos infantiles y el modo cómo comienzan a habitar un lenguaje para desnaturalizar el mundo de los adultos. Por otra parte, en sus textos dialoga constantemente con otros escritores del pasado, tejiendo un archivo literario para darle sentido a su mundo y el de sus personajes, tanto cuando se enfrentan a la realidad de menores migrantes o a un matrimonio que se derrumba lenta pero inexorablemente. Sus libros sugieren que tanto autores muertos esas voces fantasmagóricas de otras épocascomo la mirada inocente de la infancia y sus fantasmas mentales pueden llegar a iluminar nuestro presente.

 

Solo me queda confesar que lo que más me atrae de los libros de Luiselli es su capacidad inventiva. En ellos encuentro a una autora que está buscando desdibujar aún más los límites entre ficción y autobiografía porque sospecha que hoy en día la gente está más interesada en la vida de los escritores, que en sus libros. (Tal vez por esto mismo incluyó en  Desierto Sonoro una serie de fotografías polaroid que se mencionan en la novela pero que a todas luces son de su vida real.) Una escritora que está buscando inventar nuevas formas literarias para poder hablar tanto desde su erudición como desde su corporalidad. Una persona a la cual, en el futuro, espero poder hacerle una pregunta ya no inteligente, sino honesta.