Los bicentenarios cantos del Llano | El Nuevo Siglo
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Viernes, 29 de Junio de 2018
Agencia Anadolu

“Sin Llano no hay Cantos de Vaquería”, sentencia el compositor casanareño Carlos César Cachi Ortegón, pero  es posible que el territorio continúe existiendo, más no ésta bicentenaria expresión cultural declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación y de la Humanidad que está “en riesgo”.

En palabras de Cachi Ortegón, “el llano es el infinito, el paisaje inmenso poblado de gente recia. Están allí el paisaje y la gente, a ras de cielo en el filo del viento, a la sombra de las estrellas esperando. Casanare es la historia con el grito de los centauros, una tierra medida a pasos descalzos, a manos callosas, a brazadas de soga, a tabacos y corridos, a jornadas de arreo. El Yopal es un sitio poblado de yopos, el yopo es un árbol poblado de sueños, porque con sus semillas tostadas los chamanes Achaguas se asomaban al futuro mágico”.

Estos cantos nacieron del trabajo de Llano, basado en la ganadería, durante los cuales interpretan individualmente melodías a capela sobre temas relacionados con el arreo y ordeño del ganado. Fruto de la estrecha relación existente entre las poblaciones llaneras con el pastoreo de bovinos y los caballos, esta práctica forma parte del sistema tradicional de crianza de ganado, que sintoniza perfectamente con la dinámica de la naturaleza y el medio ambiente de esta región. 

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Un sentimiento

Por más de 200 años los Cantos de Vaquería han acompañado la labor del llanero, que a través de cuatro variantes orales y sonoras cuida y guía a su rebaño.

El Canto del Cabestrero, según el Cachi Ortegón, “sería el himno perfecto del llano, porque está a la altura exacta, el hombre sobre el caballo para contemplar al infinito de la llanura sin dejar de ser parte de él. A la lejura, la distancia, el camino, y la hondura, ser un filo que corta en la perpetua llanura”. Este canto está diseñado para el arreo, para el momento en que el llanero monta el caballo y da las órdenes a modo de sonidos para calmar y formar el camino a las reses en medio de la inmensidad.  

Los Cantos de Vela, se usan para calmar el ganado cansado de las largas jornadas de caminata, para que sienta la presencia humana en todo momento, por ello se ejecutan durante toda la noche. Un repertorio inagotable de la memoria del peón llanero, que tiene el deber de acompañar el riesgo de barajuste (estampida) mediante el canto al ganado.  Se hacen en dos turnos la Prima (6 pm a 12) y la madrugada (12 a 6 am). Además acompañan los cantos con el ruido de los golpes de las trancas, los pozuelos y las varetas (palos delgados). Un canto que tiene oscuridad.

En el corral que queda desocupado, en la corraleja del ordeño o a toda sabana en el botalón  parado (poste grueso de madera donde se amarra la res), especialmente para eso nace La tonada del ordeño, un canto de cercanía, intimidad y familia, porque en éste tiene un papel muy importante la mujer, quien muchas veces, la mayoría de ellas, es la que ordeña, la que hace la faena de todos los días, la que saca la leche de las vacas mansas o ayuda a acabar de amansar las novillas para que haga el queso, la mantequilla, el suero para los marranos o la leche para el café. En el Llano el ordeño se hace una sola vez al día en horas de la mañana y con la presencia de las crías. Los becerros son apartados de sus madres en las tardes. 

Los cantos de domesticación, son otro tipo de sonoridad que no la tenía el llanero en su pensamiento, pero surgió del proceso porque no se podía dejar por fuera este tipo de manifestaciones asociadas a la ganadería porque son importantes, una práctica y un conocimiento tradicional: Los silbos, Los Llamados, Los Japeos, gritos para el llamado del ganado donde hay de todo, gritos, palabras, coplas, empujando el rodeo para que camine. 

Los espacios de estas manifestaciones son el Ato Llanero. Los cantos narran vicisitudes de la vida individual y colectiva de los llaneros y se transmiten oralmente a los niños desde su infancia. Quienes desde muy pequeños participan en las actividades de ordeño. Esta tradición cultural es pasada de padres a hijos, por línea paterna y materna.

Esta herencia cultural no es solo un canto que se ve en una región, es un modo de vida y una práctica que está en peligro de extinción porque el cambio del territorio por la producción agrícola, empresarial y el cambio climático, y demás intereses de la sociedad, hacen que esta práctica pierda el interés de las nuevas generaciones.  

Cachi Ortegón concluye que “habrá cantos mientras haya llano, territorio. No podemos pensar esta manifestación como algo que se conserve enjaulado, como una curiosidad de museo o algo que simplemente se folclorice y pierda sus espacios naturales, sus condiciones y gane campo en las tarimas y en las grabaciones pero lo ceda todo en la sabana. Mientras haya un trabajo de llano y un hombre llanero habrá el silbo, el canto, la copla. Esa copla que se queda sin palabras y se vuelve desnuda, solo un grito para recorrer la inmensidad de la sabana delante del hombre; el eco del cabestrero debe ser sentimental es un reto que lanza el hombre a la soledad”.

‘El Cholo’ Valderrama

Wilson Orlando Valderrama más conocido como ‘El Cholo Valderrama’ es uno de los más grandes representantes de la música llanera en Colombia, ganador del Grammy Latino en la categoría de folclor en el 2008; imprime en sus canciones la esencia del llano y de su cultura. Una muestra que es a veces indescifrable para aquellos que no conocen la jerga de la región. Así comienza su canción El Llanero, “Una vez llegó a un parrando, un viejito encotizao  con sombrero pelo'e guama y el pantalón enrollao/parecía del Casanare por su estampa y su parao cargaba chimu del bueno y hablaba medio golpeao/montaba un potro canelo que estaba recién trochado, los arciones y los chumbos eran de rejo labrao/un frasquito de creolina sobre la silla pegao y en una chácara vieja traía un gallo colorao.”

Esta cultura que llevan los llaneros en el corazón como una marca de nacimiento, como parte de su idiosincrasia y su identidad tiene el futuro en manos de las nuevas generaciones. Leonela Álvarez, una joven cantante de música llanera, aseguró que “esto es un arraigo. Actualmente es conocido que es difícil porque la juventud se va por la música moderna. Pero a mí desde pequeña me gustó, y en el sentido de mi papá que desde que yo estaba en la barriga, siempre andaba con su bandola; todas las mañanas se levantaba y se ponía a tocar y ese es un cariño que se va transmitiendo. La música llanera es algo que amo y escucho cada día más”.