Ludwig van Beethoven es música | El Nuevo Siglo
Tras las oscuras reflexiones suicidas surgió en Beethoven un ser humano distinto: el Arte se convirtió en su refugio y a través de él se comunicó con el mundo
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Martes, 15 de Diciembre de 2020
Emilio Sanmiguel

Su apellido es música. En la discusión de quienes son los grandes maestros su nombre no está en juego. Tampoco Bach, Händel, Mozart, Haydn o Schubert.



El suyo es un caso excepcional, es una de las piedras de toque de la historia; encargado de cerrar el clasicismo del siglo XVIIII -el de Mozart y Haydn- y de abrir la era romántica por donde pasaron sus sucesores: Schubert, Schumann, Mendelssohn y el más legítimo de ellos, Brahms.

‘Clásico y romántico’

En un sentido literario, Beethoven fue la personificación del alma romántica y, paralelamente una cumbre clásica.

Provenía de un entorno sórdido: Johann, un padre cruel, despiadado y mediocre; María Magdalena, una madre tan llena de bondad y afecto que con su muerte, en 1787, Beethoven perdió al único ser en el mundo que realmente lo quiso. Jamás se casó porque se enamoró de mujeres imposibles, el nombre de la más importante permanece oculto en el misterio de una carta, de su puño y letra, hallada en un cajón secreto de su escritorio después de su muerte, Carta a la amada inmortal.

Como compositor fue Clásico por los atavismos de su formación, que hundía sus raíces en el pensamiento racional de los enciclopedistas y el espíritu de la Declaración de los derechos del hombre. Las formas y fórmulas que usó fueron las mismas de Mozart y Haydn: la Sinfonía, el Concierto con solista y orquesta, la Sonata, el Trio para piano, violín y violoncello, el Cuarteto de cuerdas entre las más importantes. Su música revelaba, sin erudición ni pedantería la tradición polifónica y contrapuntística alemana, sin hacer de lado el melodismo italiano. Contrario a sus antecesores fue más agresivo al contravenir la tradición y saltarse los dogmas de la Armonía. Se sirvió con inteligencia y sagacidad de las formas clásicas para usarlas como vehículo de sus creencias.



Romántico en el sentido de ser la personificación del espíritu libertario, capaz de plasmar sus ideales entre pentagramas, justamente sirviéndose a su antojo de las formas del XVIII. Porque hasta su tiempo la música era un oficio, su estatus el mismo de los sirvientes y la posibilidad de componer guiado por los sentimientos imposible. Con Beethoven surgió el artista individual, capaz de someter y doblegar al oyente para seguir su pensamiento y guiarlo a su antojo.

La sordera

Hasta él, la música fue un arte codificado, casi de fórmulas, sólo Mozart y Haydn estuvieron por encima de ellas. Nadie esperaba que la música llevara al oyente a cuestionarse o a plantearse interrogantes más allá del placer. Sin embargo, el Sturm und Drang del s. XVIII -que se manifestó elegante y proporcionado en Mozart y Haydn- facilitó la postura Romántica que abrió puertas insospechadas por donde desfiló el dramatismo de la vida, la realidad de la muerte, lo íntimo y las turbulencias del alma: Beethoven no lo dudó y trasegó ese umbral. Cargaba desde la infancia suficientes insatisfacciones y descontento.

Todo explotó en una carta de 1799 a Franz Wegeler, médico y amigo de infancia;  en ella reveló su secreto, En los últimos tres años mi sentido del oído se ha debilitado progresivamente, más adelante añade, Si tuviera otra profesión, todo sería más fácil, pero en mi trabajo esta situación es terrible.

Vino lo inevitable, la tragedia se convirtió en música, lo gritó el inicio de la Sonata Patética,  dramáticamente doloroso primero y atormentado después; en su desarrollo hay destellos de luz, pero su audición deja un inevitable sabor de desasosiego.

Al año siguiente la Sonata nº 12 contenía una Marcha fúnebre y en 1801 la nº13  tan inquietantemente inspirada que Hector Berlioz apenas puede decir, Es uno de esos poemas que el lenguaje humano no sabe cómo calificar… un poeta resuelve llamarla Claro de luna.



Al año siguiente, 1802, en el más puro espíritu romántico, meditó el  suicidio, hasta dejó el testimonio de su duda en otro documento, el Testamento de Heiligenstadt, encontrado al lado de la Carta a la amada inmortal.

El músico político

Tras las oscuras reflexiones suicidas surgió un ser humano distinto: el  Arte se convirtió en su refugio y a través de él se comunicó con el mundo. Su ideario se hizo más ambicioso que en el pasado y sus ambiciones más universales. Seguro de sí mismo, ensanchó su capacidad inventiva hasta niveles que sus antecesores ni siquiera meditaron.

Estaba preparado para el siguiente manifiesto, en el que recurrió a la Sinfonía, para una declaración de independencia que involucró el pensamiento político. En pleno Imperio de los Habsburgos concibió un homenaje en honor del Hijo de la Revolución, Napoleón Bonaparte,  Revolución que llevó a la guillotina a María Antonieta, tía del Emperador.

Que cuando la Sinfonía estuvo editada se haya enterado de la coronación del Corso como Emperador y con indignación haya tachado la dedicatoria, sólo corrobora la fuerza del mensaje encerrado en cuatro movimientos de la hoy llamada Sinfonía nº 3 Eroica, que se aleja del sinfonismo de sus antecesores y del suyo propio. Hasta sobrepasó la barrera del tiempo, necesitó de una hora para exponer y desarrollar su pensamiento y contenidos. Uno de sus temas proviene de La flauta mágica de Mozart que a su vez, provenía de un Coral de Bach: el mensaje es explícito, sin falsas modestias Beethoven anuncia que entiende su lugar en la historia: sabe que es el Heredero.

Sus contemporáneos no lo comprenden, salen horrorizados del teatro la noche del estreno oficial en 1805; en Londres la prensa sentencia: Caerá en el desuso y en el olvido.



El legado

Su legado es inconmensurable. No tanto en cantidad como en calidad, por el contenido y contundencia de 9 Sinfonías, 6 Conciertos, 5 para el piano, uno para el violín o 16 Cuartetos de cuerdas que reinan sobre todo el s. XIX. Solitaria campea su única ópera¸ Fidelio, exaltación a la rebeldía y denuncia al totalitarismo. La Missa Solemnis es un monumento que por derecho propio se instala hombro a hombro con la en Si menor de Bach.

Ese fue el hombre que este 16 de diciembre, hace 250 años, nació en una buhardilla de Bonn, antiguo Arzobispado de Colonia.

Cuando murió, en 1827, 15.000 vieneses acompañaron su féretro: Huyó del mundo porque no encontró armas para defenderse de él… se encuentra desde hoy, y para siempre, entre todos los más grandes de todos los tiempos, palabras del poeta Grillparzer que se oyeron en el cementerio de Währing.