Perspectiva. Novena de San Francisco de Asís, encuentro con la espiritualidad | El Nuevo Siglo
Por más de 100 años el templo San Francisco de Asís, ubicado en el centro de Bogotá, guarda una sensible y gratificante tradición que ha pasado de generación en generación.
ENS-Alejandro Avendaño
Sábado, 17 de Diciembre de 2022
Redacción Cultura

A las 4:30 de la madrugada, cuando la mayoría de los bogotanos duermen, en la parroquia San Francisco de Asís suenan las campanas, los villancicos y las panderetas, mientras cientos de familia se congregan para hacer la tradicional novena de aguinaldo alrededor de un pesebre que, más que un retablo con ovejas, significa el nacimiento de la esperanza.

La novena es una de las tradiciones religiosas más queridas en Colombia. Cuando se trata de recordar el nacimiento del Niño Jesús las familias se reúnen y por medio de cantos y oraciones celebran la llegada del Rey de Reyes.

Por más de 100 años el templo San Francisco de Asís, ubicado en el centro de Bogotá, guarda una sensible y gratificante tradición, que ha pasado de generación en generación: niños, jóvenes, adultos y la tercera edad afianzan cada diciembre su fidelidad al pesebre, su historia, su significado y su enseñanza.

No hay excusa que valga, desde el 16 de diciembre y hasta el 24 de diciembre, todos los años este templo abre sus puertas antes de las 5:00 de la mañana para recibir a sus feligreses.

Desde hace dos siglos

De acuerdo con el fray Juan Camilo, organizador de las novenas, el encuentro religioso matutino en Bogotá es una práctica que se ha mantenido desde mediados del siglo XIX y que desde entonces cientos de familias la han llevado arraigada en su memoria.

En Colombia comenzó en esa época en Cali y en Popayán, luego en Bogotá y desde entonces ha echado raíces como un tradicional encuentro religioso.

“Lo primero que se hace es rezar el santo rosario a las 4:30 de la mañana y en el momento de la eucaristía se realiza la novena, que tiene unas particularidades, porque no es una novena como la hacen todas las iglesias. En la nuestra se rezan las oraciones que conocemos desde niños, pero la de nosotros tiene un pesebre nuevo cada día, porque se construye de acuerdo a la oración que corresponda al día del novenario. Además, al momento de la procesión llevamos la cuna del Divino Niño y delante de él hay unos listones que cada niño toma de la mano y se hace como una especie de apertura en medio de la procesión. Es hermoso porque entre cantos y júbilo se demuestra la devoción y la fe. Todo se hace dentro del templo y la iglesia se llena de personas de todas partes de la ciudad”, relata el fray Juan Camilo.

Durante nueve días la iglesia de San Francisco se enaltece con la presencia de los creyentes. Cada madrugada acuden cientos de familias como si se tratara de la real llegada del hijo de María, aunque ellos saben que el verdadero nacimiento está en sus corazones.

Esta es una tradición que se enriquece el 24 de diciembre en la madrugada, cuando la procesión llega hasta la Plaza de Bolívar. Ahí las familias elevan sus oraciones y bajo las estrellas demuestran su espiritualidad y fe. A esa hora de la madrugada en el centro de Bogotá no hay frío ni sueño para estas personas. Se entregan al fervor del momento.

“Es una novena que a la gente le encanta. Desde muy temprano vemos llegar a los jóvenes, abuelos, parejas y niños buscando ser parte del acto religioso. Esta novena se ha convertido en una tradición de las familias bogotanas y no solamente vienen del sector de los barrios aledaños sino de toda la ciudad”, destaca.

En el templo, se observan hombres y mujeres que una vez fueron niños y se iniciaron en el mundo de la espiritualidad, personas que llegaron aquí cuando eran niños y traen a sus hijos.



Su historia

Toda esta espiritualidad navideña de la comunidad sanfranciscana nació en Italia. Corría el siglo XIII y fue en ese momento cuando se hizo el primer pesebre para representar el nacimiento de Jesús. A partir de ese acontecimiento los feligreses siguieron su ejemplo y San Francisco se convirtió en un gran promotor de la espiritualidad navideña.

A Colombia llegó por el fray Fernando de Jesús Larrea, quien era un religioso ecuatoriano y se dedicó a predicar en lugares como el Valle del Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Santander y Tolima. Su trabajo en estas tierras fue significativo, puesto que fue el fundador del Colegio de Misiones de San Joaquín de Cali, en 1757. El padre Larrea también es señalado como el autor del vocabulario de la lengua general de los indios del Putumayo y Caquetá.

Pero fue en 1743 cuando escribió la hoy famosa novena de aguinaldos, como encargo de la fundadora del Colegio de La Enseñanza en Bogotá, doña Clemencia de Jesús Caycedo Vélez. Su primera aparición fue en Quito, bajo el nombre de la Novena del Niño.

En la primera mitad del siglo XVIII este religioso empezó a recopilar varias experiencias espirituales que se habían vivido en torno a la Navidad y las sintetizó en una novena.

“La novena del padre Larrea se expandió de una forma muy especial en Venezuela, Colombia y Ecuador, aunque también se hace en algunos otros países”, explicó.

“En un principio el pesebre era móvil, es decir, San Francisco no hizo un pesebre con imágenes de madera sino con actores que representaban la escena del nacimiento y eso a través de los años fue evolucionando. Luego, era muy difícil hacer pesebre con actores y por lo tanto se usaron  imágenes. Cuando se da ese salto del pesebre vivo al pesebre con imágenes es cuando comienzan a congregarse las familias a su alrededor a orar y a prepararse para el nacimiento de Salvador”.

Entonces, más allá de la fiesta de la Navidad, el árbol y el pesebre, los buñuelos y la natilla, está la devoción, el aferrase a una tradición que ha significado unión entre las familias y disfrute de las novenas de aguinaldo.