Popayán, todo un patrimonio cultural | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Marzo de 2016
Catherine Nieto Morantes
PERIODISTA EL NUEVO SIGLO
(Enviada especial a Popayán)
 
Bajo el inclemente sol de mediodía con una temperatura máxima de 23 grados, en el Parque Francisco José de Caldas, mejor conocido como el Parque Caldas, una pareja cuya vestimenta nos remonta a más de 400 años atrás, genera la atención de los habitantes y visitantes junto a la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción en Popayán, quienes se congregan a su alrededor para escuchar las historias de sus ancestros. 
 
Manuel el cochero y Antonia la chichera sonríen y saludan al pasar por su gran escenario en el centro histórico de la Ciudad Blanca hasta llegar a la Torre del Reloj para expresarse: “Mi nombre es Antonia, nacida en el año de 1764 en la provincia de Popayán, jurisdicción de la Real Audiencia de Quito. Me dirán, pero usted ¿por qué habla como pastusa? , son las raíces de mis abuelos y mis abuelos de mis abuelos, pero yo soy de aquí”.
 
Así la mujer campesina, caracterizada con sombrero café, pañolón y vestido vino tinto, delantal y alpargatas blancas y una moya de barro que no suelta en su recorrido, comienza a relatar algunas historias que su abuelita le contaba. Su declamación es tan primorosa que no solamente capta la atención del público, sino que hace que uno sin ser patojo, recree la historia en la mente y la viva como si hubiera ocurrido ayer. 
 
“Mi abuelita me decía mija linda hágase aquí al lado de yo, y yo le decía pero usted está haciendo chicha, cómo voy a hacer al lado suyo si eso emborracha y ella me decía que no, tan sólo me ponía a morder el maíz y escupirlo para darle el fermento a la chicha”, expresión que causa risa entre sus espectadores, quienes posteriormente le reciben la totuma en la que sirve la bebida artesanal para compartir. 
 
En la oratoria, Antonia cuenta cómo fue la fundación de Popayán, la cual se dio por el tesoro dorado que llegaron a buscar los europeos, encabezados por Sebastián de Belalcázar, en medio de muerte y desolación cuando sometían a los indios en el río Patía. 
 
“Duele en el corazón esa canallada de esos fundadores, por eso no los voy a alabar”.  Refuta dolida como también lo hace Patricia Molano, una comunicadora social de 36 años de edad, quien le da vida a Antonia y confiesa sentir también roto el corazón de tantos acontecimientos tristes que han pasado en su tierra. 
 
“Antonia es una chichera, un homenaje a los oficios olvidados de la mujer, nació de la idea de reivindicar el nombre de la chichera con un impulso de amor propio por esos saberes de las tradiciones de nuestros abuelos ancestrales y por eso quise hacerle un homenaje a la abuela”. 
 
Patricia, a través de este arte que nació con el proyecto Popayán Memoria y Encanto en 2012, junto a otros 3 compañeros, busca que los jóvenes cambien las ideas sobre “alabar a unos héroes que no deberíamos estar alabando dejando de lado a nuestros afros, campesinos y negros”.
 
Cotidianamente, Patricia es coordinadora de comunicaciones de la Universidad Autónoma del Cauca, pero la actuación la lleva en las venas desde pequeña, por eso se encarga de hacer la ruta histórica a través de su talento a locales y visitantes, como si fuera el 13 de enero de 1537, fecha de la fundación. 
 
Al igual que cada población, Popayán tiene su propia historia, pero la hace más particular cuando se le llama la Ciudad Blanca, así mismo por el gentilicio como payanés, que según la Policía de Turismo de Popayán explica dentro del programa de familiarización que realiza el Mincomercio, Industria y Turismo, y Fontur, para dar a conocer la cultura de los Patojos. 
 
El gentilicio payanés es “dediparado”, según cuenta el agente Carlos Burbano,  pero se le conoce también con el apodo de patojo que baja la alcurnia, pues en la época de la colonia se generó una epidemia grande de la nigua, pues se metían debajo de las uñas y para no tropezar los caminos empedrados hacían que levantaran los dedos,  siendo los loros, pericos y guacamayas quienes caminan así, por eso la ciudad de los Patojos. Así mismo, la epidemia causó que las casas fueran cubiertas de cal para erradicarlas, quedando aun así en su puro color 469 años después. 
 
Las cuatro estaciones de Vivaldi
 
Popayán es tan rica en cultura que tiene 8 templos patrimoniales, 7 museos, uno de arte religioso, el pueblito patojo y el teatro Guillermo León Valencia, donde alternamente se realiza la edición 53 del Festival de Música Religiosa. 
 
En escena, 21 músicos, quienes entre violines y violonchelos cautivan al emocionado público que se deleita con la presentación de la Orquesta Juvenil de Cámara, ovacionados por tocar ‘Las cuatro estaciones’ de Vivaldi (trueno, tormenta, viento y verano), la obra del barroco italiano y temas de Mozart en su primera presentación de la temporada. 
 
El maestro Federico Hoyos, director de la orquesta, le dijo a EL NUEVO SIGLO que este teatro “es un templo de la música porque la música no representa dificultades, no hay maquillaje sonoro, por eso es genial, suena mejor que el mismo Teatro Colón”. 
 
Para la Orquesta, llenar el teatro fue glorioso, pues “el público payanés ha sido maravilloso, en 2008, 2012 y 2016 que nos hemos presentado, siempre nos deja gran satisfacción”, concluye Hoyos.
 
Magnolia, una habitante de Popayán, no disimulaba su emoción al salir del concierto y expresó “fue maravilloso, la orquesta tiene personas jóvenes, pero muy virtuosas. En la obra de Vilvaldi estuvieron espectaculares y luego escuchar al maestro Pepe Romero interpretando su guitarra fue magistral. Nunca me voy de Popayán en Semana Santa para ir a todos los conciertos del festival porque es muy hermoso, yo siento que trasciendo, siento que me voy a otro mundo”, exclama la mujer de 57 años. 
 
La riqueza patrimonial y cultural de Popayán reúne mucho talento en su arquitectura, música, y tradición religiosa, por lo que la identidad de la ciudad seguirá trascendiendo a través de la pujanza de su gente que busca eternizar este legado.