EN un movimiento sorpresivo y justo cuando Argentina negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una ampliación del acuerdo alcanzado en junio por 50.000 millones de dólares y en medio de una huelga general, se da el cambio del presidente del Banco Central de ese país
Luis Caputo, quien ocupó el cargo desde junio, anunció su renuncia mientras el presidente Mauricio Macri se encuentra en Nueva York para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas.
En seguida fue reemplazado por el hasta ahora viceministro de Economía, Guido Sandleris, un economista que ha trabajado para el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y cuenta con una amplia trayectoria académica con un paso por el FMI.
Es considerado un cercano al ministro de Economía Nicolás Dujovne, quien desde Nueva York lo elogió como una "persona brillante, preparada para ejercer este cargo con una enorme solvencia" y se mostró confiado en que con su gestión "comencemos a ganarle la batalla a la inflación" que hasta agosto acumula 24,3%.
Tras el cambio, el Fondo expresó su deseo de continuar la "estrecha y constructiva relación" con el Banco Central argentino y aseguró trabaja "intensamente con el objetivo de concluir las conversaciones a nivel técnico en muy poco tiempo", según una declaración de su vocero Gerry Rice.
"La renuncia de Caputo debe analizarse en el contexto de la negociación con el FMI. Él planteaba la necesidad de un aumento importante en el monto de asistencia o de los desembolsos, además de buscar mayor flexibilidad para intervenir en el mercado cambiario", comentó a la AFP Matías Carugati, economista jefe de la consultora Management & Fit.
"Su salida puede leerse como que esas cosas no van a suceder o, al menos, no en el grado que Caputo consideraba apropiado", agregó.
El cambio en la presidencia del banco llevó a una depreciación de 3,54% de la moneda, que cotizó a 39,58 pesos por dólar a primera hora de la tarde, en un día de poco movimiento, con los empleados de la banca privada adheridos a la huelga general.
En el centro financiero de Buenos Aires solo una casa de cambio está abierta, aunque con escasa clientela. "El día está muerto, no pasa nada", dijo a la AFP una empleada del establecimiento.
Desde enero, la moneda argentina se ha depreciado alrededor de 50%.
Entre tanto, las grandes centrales sindicales argentinas realizaron ayer una huelga general de 24 horas contra las medidas de austeridad y el acuerdo con el FMI, la segunda desde que se pactó el respaldo financiero en junio y la cuarta desde que asumió Macri en diciembre de 2015.
Sin transporte público y con muchos comercios cerrados, los argentinos se movilizaron en sus autos particulares y algunos en bicicleta por las calles semidesiertas de Buenos Aires.
Los sindicatos detuvieron además el tráfico aéreo, la carga terrestre, la banca y la administración pública, incluyendo escuelas, hospitales y universidades.
Con las cifras macroeconómicas en declive -una contracción del PBI del 2,4% para este año y una inflación ya proyectada por encima de 40% y las tasas de interés en 60% anual-, el ánimo de los argentinos es cada vez más confrontativo.
El desempleo sigue al alza, con 9,6% en el segundo semestre de 2018, y se calcula que el índice de pobreza que se anunciará esta semana romperá la tendencia a disminuir que traía y que la ubicó en 25% al cierre de 2017.