15 años del Plan Colombia | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Enero de 2016

Primera política de estado funcional

La alianza de largo plazo con EU

 

En febrero, la Casa Blanca tiene previsto una ceremonia al más alto nivel para celebrar los quince años del Plan Colombia. Esta estrategia que concibieron en 1999 los gobiernos de Bill Clinton y Andrés Pastrana  ha sido, sin duda, el punto de inflexión que evitó que nuestro país siguiera por el desbarrancadero de un estado fallido, cooptado por el narcotráfico y con unas facciones guerrilleras y paramilitares que amenazaban el poder legítimamente constituido de la llamada “democracia más antigua de América Latina”. Hoy no existe ninguna fuerza irregular que sea capaz de hacer tambalear el imperio del Estado de Derecho y la supremacía institucional en Colombia. Es más, se puede asegurar que el Plan y sus resultados en materia de repotenciación y modernización de equipamiento militar,  profesionalización del pie de fuerza castrense y policial, mayor capacidad de movilización aérea y reacción rápida de las tropas, así como el apoyo de la más alta tecnología bélica, cambiaron la ecuación del conflicto armado interno y fue lo que finalmente frenó la escalada guerrillera, debilitándola progresivamente y llevándola a tener que sentarse finalmente a negociar una salida política a la confrontación. En otras palabras, sin el Plan Colombia ideado en 1999 por los gobiernos Pastrana y Clinton, que comenzó a aplicarse con mayor énfasis en los mandatos de Uribe y Bush, y continuó en los de Santos y Obama, sería imposible el proceso de paz que hoy se adelanta en La Habana.

 

Ahora bien, contrario a la visión simplista de quienes reducen el Plan Colombia a la sola inyección de millonarios recursos  a la Fuerza Pública local, lo cierto es que este fue concebido como una estrategia integral que Bogotá hubo de estructurar y presentar a la Casa Blanca y el Departamento de Estado,  abarcando temas militares, de justicia, de desmantelamiento de los más grandes carteles del narcotráfico, de sustitución alternativa de cultivos ilícitos, de inversión social en zonas de conflicto y  otros tópicos más puntuales. No era, entonces, un  enfoque exclusivamente militarista, sino transversal a muchos sectores y políticas, en el que el esfuerzo presupuestal no sólo vino de Washington sino de las arcas de nuestro país.

 

La segunda gran característica del Plan Colombia es que ha sido una de las primeras estrategias de las últimas décadas que realmente puede reputarse de  “política de Estado”,  ya que se ha desarrollado a lo largo de los gobiernos Pastrana, los dos mandatos de Uribe y las dos administraciones de Santos, sin que en el cambio de titularidad  en la Casa de Nariño implicara reformas de fondo a sus énfasis de inversión y focos de resultados.

 

Otra característica fundamental del Plan es que a través del mismo, las relaciones entre Bogotá y Washington  se profundizaron al punto que nuestro país está considerado entre los principales aliados geopolíticos de Estados Unidos a nivel global. Si bien con el pasar de los años el aporte económico ha ido disminuyendo, los gobiernos Clinton, Bush y Obama lo han mantenido dentro de sus prioridades. Además, con el giro en estos quince años de entre ocho y diez mil millones de dólares, Colombia es uno de los países que más recibe ayuda de la primera potencia mundial.  Incluso, otras naciones han pedido a la Casa Blanca que para sus respectivas problemáticas se aplique una política de largo plazo similar a la implementada frente a nuestro país.

 

Obviamente la aplicación del Plan ha generado polémicas y no son pocos los debates sobre los altibajos en su efectividad. Hoy por hoy, por ejemplo, la extensión de narcocultivos volvió a crecer en Colombia, en EU se mantienen altas las tasas de consumo de drogas y si bien ya no existen los otrora grandes carteles, para algunas autoridades norteamericanas las Farc tienen un papel creciente en el negocio. Es más, hoy el debate mundial gira en torno a la adopción de una nueva óptica en la lucha antidrogas.

 

Aunque en repetidas ocasiones se ha hablado de una especie de Plan Colombia II para sentar las bases de una reformulación de las relaciones bilaterales, con menos énfasis en lo militar y la lucha antidrogas, lo cierto es que ello no ha sido necesario y poco a poco Bogotá y Washington han ido adecuando su interacción a otros focos de interés para ambos países.

 

Lo cierto es que el Plan Colombia dio resultados y más allá de la controversia entre sus defensores y críticos, sin el mismo nuestro país seguramente habría caído, en el cambio de siglo,  al estatus de un estado fallido, con todo lo que ello habría implicado.