50 años sin Kennedy | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Noviembre de 2013

*El héroe y el político

*¿Quién lo mandó eliminar?

 

Al cumplirse el 50 aniversario de la muerte de John F. Kennedy, las gentes se interrogan sobre la personalidad de ese enigmático político, que hizo una carrera meteórica y conmovió al mundo por su voluntad de defender y  engrandecer a su país. Kennedy enfrentó las grandes contradicciones del partido demócrata que predicaba la libertad y se consideraba de avanzada, pero toleraba la exclusión de los negros en el país. Siendo un hecho irrefutable que el libertador de los negros fue el notable político estadounidense y republicano Abraham Lincoln. Para enfrentar esa falencia  demócrata de presentarse como partido de la libertad y excluir a tan importante sector de la sociedad, Kennedy resolvió dar la batalla por la integración racial. Se trató en el fondo de otro gran combate contra los sureños por obligarlos a integrarse en las escuelas con los de origen africano, que aún hoy despierta enorme hostilidad entre los blancos de esa zonas que estaban habituados a mantener sojuzgadas a las gentes de color, lo que consideraban como algo natural puesto que alegaban con criterio calvinista que por su supremacía racial estaban destinados por Dios y la naturaleza  a someterlos. Kennedy entendía que los Estados Unidos no podían convertirse en otra Sudáfrica, que se desgarrara por la guerra de razas. Su política de libertad plena para los negros le ganó el respeto internacional, aun de sus adversarios ideológicos, el apoyo de las minorías y el rechazo de las zonas más nacionalistas y radicales del país.

Se ha escrito profusamente sobre el carisma y cierto instinto mesiánico, que aflora a lo largo de su actividad política por épocas,  que se le atribuye en parte por su ascendencia irlandesa. La magia de Kennedy, no dependía de su cabeza fría, ni de los grandes fondos bancarios de su padre, que lo liberó de toda preocupación por sus ingresos, ni de su atractiva figura, ni la famosa sonrisa y mirada cautivante, ni de su desenfrenado apetito sexual que lo aliviaba la lesión que había adquirido en la columna como héroe de guerra, por lo que algunas damas sentían que al yacer con él lo hacían no solamente por placer, sino por atender al soldado que expuso su vida por la  patria. Los jefes de Estado que lo trataron, las gentes más capaces, sus compañeros de la Universidad de Harvard, del Congreso y sus colaboradores, se sorprendían de la claridad como operaba su cerebro y la velocidad como reaccionaba a las situaciones y desafíos más inesperados y complejos, como por el don de mando y la tenacidad con la que perseguía sus objetivos de Estado.

Ningún Presidente de los Estados Unidos se enfrentó con tanta audacia a la Unión Soviética, cuando Moscú avanzaba con apoyo de los sabios alemanes y coronó la hazaña de llegar primero a la Luna.  En Alemania, su discurso en el cual se declaró berlinés, conmovió a Occidente y provocó una avalancha de duras críticas de la izquierda internacional. El estar dispuesto a combatir por la libertad de otros pueblos ligados a Estados Unidos, de defender a ultranza la democracia, lo llevaría a grandes antagonismos y contradicciones, como la aciaga guerra del Vietnam,  la desventurada  crisis de los cohetes con la Unión Soviética y el comandante Fidel Castro, así como al desastroso fiasco de Bahía Cochinos, en el que hizo el ridículo y por su vacilaciones se perdió la oportunidad de libertar a Cuba. En ambos casos Washington perdió frente a la astucia de Nikita Kruschev.

La Alianza para el Progreso que implementó para Hispanoamérica adolecía de un cierto desconocimiento de la región y presuponía que los finqueros o estancieros de la región eran grandes oligarcas, lo mismo que los conservadores, aun así  fue político fuera de serie, sacudió el medio en el que fue primer protagonista y promovió un enorme intercambio político, cultural, económico y social entre las dos Américas.

Los que aventuran la tesis de que Fidel Castro pudo inspirar el asesinato de Kennedy, sostienen que el comandante había sido informado por su servicio secreto del entendimiento entre Kennedy y Kruschev, que podría conducir a un temprano fin de la guerra fría, por tanto utilizó a Oswald. Los que dicen que los petroleros de Texas lo mandaron liquidar, recuerdan la airada confrontación verbal que tuvieron días antes por cuenta de la disputa por los precios del crudo. Y su esposa, atractiva y elegante,  dejó el testimonio para la posteridad en el cual afirma que se cometió un crimen de Estado por cuenta del oscuro vicepresidente Lyndon B. Johnson. Al parecer, unos manuscritos preciosos de Gor Vidal,  que ampliaban la información sobre el crimen desaparecieron del castillo donde vivió hasta su muerte en Italia.