Alianza por Bogotá | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Octubre de 2014

La comunidad organizada

El renacer del civismo

En algunos sectores de opinión que se ocupan en los asuntos vitales, de la problemática de Bogotá y aventuran posibles salidas y  soluciones, se nota un cierto cansancio y una como fatal resignación. Son tantos los vaivenes y contradicciones que se observan en cuanto al manejo de la ciudad, tantos los intentos improvisados para solucionarlos, que se vive en medio de una crisis  que cada vez agobia más a los ciudadanos. Y resulta que esa crisis viene de muchas décadas atrás, desde cuando se violaron casi todas las normas municipales por cuenta de los urbanizadores piratas que invadían los terrenos públicos y privados, para levantar, mediante la ocupación y la neutralidad de la autoridad, fincas y terrenos, donde apoyados por politiqueros populistas  construían precarios “cambuches”. Gran parte de la ciudad creció con los desplazados de la violencia y las gentes que llegaban de todos los rincones del país a probar fortuna bajo las luces de neón y el atractivo de nuevas oportunidades de trabajo, por ese procedimiento abusivo de manera  desordenada y abigarrada. Fuera del hecho mismo que por cuenta del 9 de abril,  por el incendio de parte de la ciudad, cuando destruyeron el tranvía, la urbe de estilo europeo se trocó con la reconstrucción en una ciudad alargada al estilo de algunas ciudades de Estados Unidos.

A partir de entonces la capital ha crecido al son de la improvisación, siendo vanos los esfuerzos por reordenarla. Pese a que hemos tenido algunos alcaldes de gran capacidad administrativa y visión. Lo cierto es que, como  por azar se juntan varias universidades en el centro y el crecimiento de éstas contribuye a limpiar zonas que por años se degradaron por la cantidad de antros de vicio, bares, cantinas y detritus urbanos... Sin que se consiga que las familias retornen a vivir como antes en La Candelaria y otros barrios, que es lo que renueva y les da calidez a las partes viejas e históricas. Lo mismo ocurre con otras zonas en las cuales se construyen edificios para oficinas y viviendas de diversa inspiración arquitectónica Hasta que se multiplican en los últimos años los centros comerciales, en torno de los cuales se mueven la comunidad y la clientela como antes en las aldeas. Sin que esos epicentros o núcleos urbanos de extremo a otro de la urbe se comuniquen entre sí. Lo que se lograría fácil con el metro que permite moverse de un lugar a otro de las ciudades en poco tiempo. En tanto aquí se complica la movilidad en grado sumo, puesto que las soluciones nerviosas y ocurrentes están lejos de ser planificadas, no por falta de estudios, sino por cuanto se contratan expertos para que nos digan qué hacer, para luego olvidar y abandonar sus propuestas.

Es preciso pensar en grande las soluciones para Bogotá. Que pueden ser comenzar a trasladar el Aeropuerto al Llano. Arrancar con el metro por concesión. Pensar en el cable, en vías alternas, túneles, puentes, reordenar el transporte. Buscar otras formas para la recolección de basura. Reorganizar las empresas públicas.  Construir más bibliotecas, y descentralizar algunas universidades. Limpiar las zonas infectas, iluminar los viejos y nobles edificios. Es urgente reglamentar la actividad de algunos de los curadores urbanos que no tienen límites, obsesionados con la codicia de ganar más dando toda clase de permisos de construcción, sin reparar en destruir edificaciones históricas y romper con el orden arquitectónico mínimo que requiere la ciudad.

Es preciso priorizar los objetivos macro de la ciudad y fomentar  una comunidad organizada, que tenga capacidad de reaccionar a tiempo y velar por sus intereses. Al recuperar el civismo, el amor por la ciudad que nos vio nacer o que nos acogió para fijar nuestra residencia y levantar una familia, es posible ir  transformando de manera positiva el entorno. Aún estamos a tiempo para redimensionar la ciudad, para rescatar las zonas más valiosas de la misma, para fomentar núcleos piloto, para preservar las pocas zonas verdes que quedan y arborizar las montañas que nos rodean. Recuperar a Bogotá es posible, si los 8 millones de habitantes que tenemos se unen por encima de las discrepancias partidistas y las ambiciones de campanario, por una ciudad mejor. Necesitamos más cámaras, que no sirvan en exclusiva para notariar los robos y asaltos, sino para el control previo y la seguridad ciudadana. La comunidad organizada es la fuerza que debe forjar el futuro de la ciudad. La participación de los ciudadanos de bien y los dirigentes cívicos se debe multiplicar hasta formar una comunidad inteligente que inspire a los gobernantes  y favorezca la inversión pública y privada en convertir la capital en la urbe más importante de Hispanoamérica.

El clima de la ciudad es de los más sanos y favorables del mundo, si cada habitante de la urbe se decide a aportar su grano de arena para contribuir a mejorar la calidad de vida, junto con llevar a los mejores al manejo de la ciudad y el Concejo, como a las poderosas entidades que tienen que ver con Bogotá, podremos transformarla positivamente.