Bogotá, ¡sin campaña! | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Marzo de 2015

*Desorden en la Unidad Nacional

*La rebatiña de los conciliábulos

La  campaña por la alcaldía de Bogotá, sumergida en la mecánica, impide ver el norte que se requiere tomar después de tantos años de crisis. No sobra recordar todo lo que ha ocurrido, con un alcalde y sus funcionarios así como varios concejales en la cárcel y el actual con una buena parte de su período incidido por un drama institucional sin precedentes. Ha ocurrido de todo, con las connotaciones de mayor gravedad, pero ello pareciera no importar de acuerdo con lo que se avizora cuando se despiertan ambiciones por décadas en remojo y se reduce la gran política al combate antropofágico entre los mismos copartidarios.

La verdad, la ciudadanía está harta de que se tome a Bogotá como presea y la coyuntura se reduzca a lo que pueden decir, por ejemplo, encuestas prefabricadas. Aunque no la han tenido fácil al interior de sus partidos, por lo menos el Centro Democrático y el Polo parecen haberse puesto por fin de acuerdo y ya tiene cada uno candidatos en liza. Entre tanto, en la llamada Unidad Nacional la disputa ha tomado visos alarmantes, poniendo torpedos a la candidatura de Rafael Pardo. De modo que ahora Enrique Peñalosa busca presentarse de nuevo y se reserva una decisión para junio, aunque al parecer ya tomada in péctore, a fin de hacer una campaña corta. Una de esas campañas infaustas donde se atiborra al televidente de cuanto foro existe, entre las diferentes aspiraciones, y nunca nadie puede sacar nada en claro. El mismo formato de siempre. Imágenes, imágenes y más imágenes, pero nada en concreto. En tanto, emerge el mismo divisionismo de justas anteriores y a nombre de impedirlo lo que se está haciendo es fomentarlo.

De Peñalosa se sabe, desde luego, que es duro crítico del Metro. Ha sido más que sincero en eso. Pero ha de saberse, sea lo que sea, que la ciudad, como cualquiera del mundo, necesita la obra y que no puede, otra vez, dar marcha atrás para que, en un lustro, de nuevo se retome el tema cuando ya la exasperación por la movilidad sea insostenible. El Gobierno Nacional, que a través del Jefe de Planeación también ha bajado las expectativas frente a la obra, debe tomar el toro por los cuernos. La financiación de tan solo un 40 por ciento del proyecto desinfla a cualquier bogotano que se diga tal y no es, por más hueco fiscal, que otra vez sea la capital del país la que deba pagar los platos rotos. De hecho, como se sabe, la ciudad comporta al menos el 30 por ciento del Producto Interno Bruto nacional y en ese sentido es hoy una urbe de 100.000 millones de dólares, la quinta de América Latina después de Sao Paulo, Rio de Janeiro, ciudad de México y Buenos Aires. Su dimensión es hoy superior a la de años atrás, no sólo por aportar la mayoría del empleo colombiano y los recursos tributarios nacionales, además de tener la mejor oferta educativa y cultural, sino porque de ella depende, en buena parte, la marcha de la economía nacional. De modo que en esta ocasión, cuando en el Gobierno nacional existe un tiquete presidencial eminentemente citadino, pues se espera que ello tenga repercusiones favorables en una urbe generalmente abandonada por la Casa de Nariño.

Lo primero, por supuesto, es poner orden. Se suponía la Unidad Nacional una coalición de múltiples partidos y vertientes con el fin de sacar un proyecto político adelante, con epicentro en la paz. Pues ello, precisa y primeramente, debería ser motivo de consideración en las elecciones regionales. Bogotá, escenario principalísimo, tendría en esa causa mucho que aportar y decir, pero eso no parece importar de mayor manera a la Unidad Nacional, donde cada satélite va por su cuenta y riesgo. Así, lo que se llama un norte conjunto, unas ideas precisas, unos programas específicos, compartidos entre todos, de eso, nada. Y ahora dizque la panacea son unas encuestas, la misma mecánica populista de siempre, disfrazada de alto turmequé. No puede ser esa la suerte de Bogotá, en medio de semejante crisis, o al menos no para quienes verdaderamente esperan respuestas en vez de conciliábulos. Nunca como hoy la ciudad requiere abrir su campaña, para verdaderamente sopesar el futuro, en vez del naufragio de la mecánica al que la quieren someter.