Brasil define su futuro | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Octubre de 2022
  • Crucial elección presidencial  
  • Bolsonaro continúa creciendo   

 

En las pasadas elecciones presidenciales en Brasil, correspondientes a la primera vuelta, las encuestas fueron las grandes derrotadas. Durante meses pronosticaron un triunfo amplio del exmandatario Inácio Lula Da Silva y la derrota del presidente Jair Bolsonaro. El resultado de las urnas, sin embargo, evidenció una distancia apenas de cinco puntos porcentuales entre el dirigente de izquierda y el jefe de Estado en trance de reelegirse, Se demostró así que los sondeos tenían un sesgo muy marcado y cercano a la manipulación política. Fue evidente que las mayorías silenciosas, que no se manifiestan en las calles, participan de la turbulencia colectiva ni se expresan en las redes sociales, se inclinaron a la hora decisiva por una propuesta de derecha que defiende la estabilidad política, institucional y económica.

Es claro que una cosa piensan las gentes de São Paulo, con un desarrollo industrial avanzado, y otra muy distinta quienes habitan zonas más periféricas e incluso selváticas, por más que unas y otros estén unidos por un fervor nacionalista y la convicción de hacer parte de una potencia regional. Todos saben que en las urnas está en juego garantizar la continuidad de la democracia moderna y garantista que abandera Bolsonaro o el riesgo de cavar la tumba de la libertad si vuelve al poder un gobierno de izquierda, clasista y excluyente, con tesis revanchistas y anacrónicas.

Es claro que el presidente-candidato y el exmandatario tienen un lenguaje diferente para dirigirse a las multitudes. Cuando Bolsonaro sostiene que el nordeste del país, que favorece a Lula, tiene más analfabetos y eso explica que se vote allí por su contrincante, al mismo tiempo resalta las campañas de su gobierno para elevar el nivel educativo de la población y facilitarle ayuda social y económica.  

En Brasil, como en otros países, se apela al feminismo radical para convocar a la izquierda contra el presunto machismo de los políticos tradicionales. Esa estrategia polémica y otras de diverso calibre han sido usadas contra el presidente, que pese a ello sigue teniendo millones de mujeres que lo acompañan y no se dejan embaucar por los falsos dilemas de género. Muchas brasileñas piensan en el futuro del país y en las cualidades objetivas de Bolsonaro como gobernante, esposo y padre de familia.

Por lo mismo, la primera dama, Michelle Bolsonaro, evangélica y madre de la única hija del mandatario, se erige como un elemento electoral formidable. Las multitudes entran como en estado de trance cuando rezan con ella por el futuro de Brasil y el triunfo de su esposo como barrera contra la corrupción del líder del Partido de los Trabajadores. Michelle encabeza grandes manifestaciones rodeada de diputadas, senadoras y líderes regionales. Muchas aseguran que en São Paulo escogerán gobernador a Tarcisio Freitas, lo que facilitará la reelección presidencial.

Al final de cuentas, el domingo 30 de octubre la ciudadanía debe decidir entre un veterano exgobernante de izquierda, condenado por corrupción pero que salió libre por un error técnico en el juicio, y un presidente-candidato de derecha, nacionalista, respetuoso de la democracia y que ha logrado reducir la inflación, fomentar el crecimiento industrial, defender las instituciones y garantizar las libertades fundamentales.

En la recta final de la contienda los dos candidatos bordean en las encuestas porcentajes que reflejan una distancia levemente menor a la que tuvieron en la primera vuelta. Aunque sigue adelante Lula, ya muchos analistas señalan que hay casi un empate técnico. De hecho, el dirigente izquierdista parece estancado, mientras el mandatario recorta terreno. En tales circunstancias hay un cabeza a cabeza y, tras el descache de las encuestas en la pasada campaña, la balanza podría inclinarse por un triunfo de Bolsonaro. 

En la campaña presidencial de Brasil se juega gran parte del futuro de la región. Por lo mismo, tema recurrente de ambos candidatos ha sido la controversia sobre el llamado socialismo del siglo XXI. El jefe de Estado convoca a sus seguidores y al resto de la ciudadanía a mirar el catastrófico resultado de los gobiernos de izquierda en nuestra región. Un argumento que su contendor no logra refutar ante el peso de la evidencia.

Así las cosas, a una semana del balotaje es evidente que Brasil se juega no solo la titularidad presidencial, sino el futuro en las próximas décadas. Unos comicios cruciales en donde hay un pulso obvio: mantener un rumbo de reactivación socioeconómica y estabilidad institucional, o regresar al convulso pasado político, la desaceleración productiva y la debilidad gubernamental.