Callejón sin salida | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Agosto de 2012

* Geopolítica hundió plan de Annan

** Mundo impotente ante desangre sirio

 

La renuncia de Kofi Annan a la misión que le encargó la Organización de Naciones Unidas para que como emisario internacional en Siria buscara consenso en torno de un plan de paz que pusiera fin al cruento conflicto en esa nación árabe que desde marzo de 2011 ya deja más de doscientas mil víctimas mortales y más de quinientos mil desplazados, no hace más que confirmar el fracaso de la comunidad mundial para frenar una de las peores tragedias humanitarias de las últimas décadas.

Difícilmente se habría podido encontrar una figura de tanta respetabilidad, credibilidad y experiencia como Annan para buscar un acuerdo entre el régimen del presidente sirio  Bashar al Asad y las facciones rebeldes que tratan de sacarlo del poder. Sin embargo, el plan de cinco puntos que el exsecretario general de la ONU propuso para frenar el desangre en la atribulada nación árabe no encontró consenso, pese a que incluía un cese el fuego así como la definición de mecanismos para una eventual transición política. Desde que recibió el encargo, en la última semana de febrero, Annan  hizo gala de la más alta filigrana diplomática y negociadora. Se puso por encima de la estupefacción que día tras día producía la atrocidad de la guerra y trabajó con todas las partes involucradas, tanto en nivel interno como externo para conseguir apoyo a su fórmula, pero siempre se estrelló con una intransigencia desgastante y desalentadora. De allí que ayer anunciara que se aparta del camino pese a que aún le restaban algunas semanas para insistir en una salida incruenta a esta guerra civil.

Es evidente que el principal obstáculo fue la contradicción de las grandes potencias con poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. China y Rusia se opusieron en tres ocasiones a la adopción de medidas sancionatorias contra el régimen de Damasco, bloqueando así la posición liderada por Occidente, con Estados Unidos a la cabeza.

Por más que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, haya dicho que se buscará un nuevo emisario, es obvio que sin importar el nombre del nuevo enviado especial de poco servirá la reformulación de un plan de paz si persiste el pulso geopolítico entre Moscú, Pekín y Washington. Sólo un principio de acuerdo entre las tres potencias podría llevar a que tanto el gobierno de Bashar al Asad como la comandancia rebelde acepten un mecanismo de tregua y la búsqueda de una solución política al conflicto. Para que esa presión fuera efectiva tendría que estar de por medio la posibilidad de una intervención militar externa, autorizada y dirigida por la propia ONU.

La impotencia de la comunidad internacional se paga en vidas que se pierden minuto tras minuto. Son dantescas las escenas que se están registrando en Alepo, la segunda ciudad siria y escenario de los más bárbaros combates y bombardeos en la última semana.

Por ahora lo único cierto es que la guerra seguirá escalando. Ya no sólo preocupa la alarmante cifra de muertos, heridos y desplazados, sino una economía derruida y centenares de miles pasando hambre y las peores afugias. Las fuerzas oficiales, que lograron recuperar el dominio militar en Damasco, arremeten contra los enclaves rebeldes en todo el país sin respetar ningún tipo de proporcionalidad en sus ataques, al punto de ser acusadas de los peores crímenes de guerra desde el holocausto perpetrado por los nazis. Se habla de torturas, encarcelamientos masivos y masacres de civiles. El otro bando, que acusa ahora divisiones entre sus líderes, también es señalado de incurrir en graves violaciones a los derechos humanos y cada vez parece más claro que estarían recibiendo apoyo económico e incluso armamentístico del exterior.

En fin, Siria terminó convertida en el tablero de un ajedrez en el que la geopolítica pesa más que muertos, heridos y desplazados. Un pulso en el que no sólo mueven fichas las potencias, sino países como Turquía, Israel y la comunidad de naciones árabes. La nación, pues, se desangra ante la impotencia mundial.