Cartagena y la Independencia | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Noviembre de 2012

*Ciudad gloriosa

*Revocatoria y mala administración

 

La  Habana y Cartagena eran dos de los puertos más importantes del Imperio Español en América; ambas ciudades sufrieron el asalto de corsarios y piratas, auspiciado en ocasiones por las potencias, y  Cuba ocupada por tropas inglesas por un tiempo. Mientras que el almirante Vernon, con una poderosa escuadra de 186 barcos y 2.000 cañones no pudo conquistar la ciudad amurallada y fue derrotado por el valeroso comandante Blas de Lezo, a cargo de la defensa. Ese es quizá el episodio más trascendental de aquellos tiempos.
Cartagena al fragmentarse el Imperio y al reducir Napoleón a prisión Fernando VII y su familia, lo que produce  un vacío de poder declaró el 11 de noviembre de 1811 su Independencia. Mas no bastaba declararse independiente para serlo, era preciso defender la ciudad y liberar a los vecinos para poder ser libres. Lo que no se concretó porque la Nueva Granada a pesar de las admoniciones del entonces coronel Simón Bolívar en su famoso Manifiesto, siguió por el camino empedrado de la división durante la Patria Boba, lo que facilitó la campaña del comandante en jefe Pablo Morillo por la reconquista. El Libertador Simón Bolívar bautizó a Cartagena como la Ciudad Heroica, puesto que sufrió en carne propia el sitio de la ciudad y conoció del heroísmo de sus habitantes, escapando casi de milagro de morir en combate o ser capturado. Su impertinente opositor Manuel del Castillo, que no quiso ayudarlo a someter a Santa Marta y se opuso sistemáticamente a los planes de Bolívar, pereció víctima de su miopía política y el rechazo de sus propios compañeros de armas, quienes no lo dejan embarcarse para salir de la ciudad, por lo que es capturado por tropas españolas y ejecutado.

Cartagena a lo largo de la historia ha sido la ciudad costera más importante de Colombia y, en la actualidad es famosa internacionalmente por cuenta de los eventos turísticos y de toda índole que se efectúan allí casi todos los días. Al conmemorar una vez más la Independencia de Cartagena, resulta que pese a su gloria, como de ser destino empresarial y turístico de primera línea del país, ha tenido mala suerte con sus gobernantes, particularmente en los últimos tiempos. Han pasado por la Alcaldía elementos que han violado las normas elementales para proteger una ciudad que es considerada patrimonio de la humanidad. En las murallas se ha permitido establecer retretes, se han vendido sus playas de manera ilegal, se tolera que inversionistas y dueños de casas antiguas violen las normas y destruyan el marco arquitectónico histórico. El último alcalde elegido por votación popular se enfermó y sus familiares, junto con roscas de gentes que se han aprovechado de la crisis de su administración, han conducido la ciudad al desastre. Se han tomado decisiones que afectan la buena administración y la calidad de vida de los habitantes. El presidente Juan Manuel Santos nombró un alcalde encargado que se ha ganado en poco tiempo el apoyo de la población, cuyo papel es temporal. El partido del alcalde enfermo acaba de elaborar una terna para continuar en el poder. Como infortunio de la ciudad ninguno de los que componen la terna cuenta con el apoyo de la gente pensante y que cultiva valores cívicos.
Lo que sorprende es que los habitantes de Cartagena, como los de otras ciudades del país, con pésimas administraciones, no reaccionen. Existe el instrumento de la revocatoria, el pueblo y los que votaron pueden ejercer ese derecho para revocar a los alcaldes que no cumplen, que se rodean de los peores y cuando no asaltan ellos mismos el tesoro público, permiten que otros lo hagan o que las obras se ejecuten mal, si acaso las realizan. Esa complicidad por lo general queda en la impunidad. En tanto en otros países los alcaldes incompetentes o corruptos son revocados. Cartagena, la ciudad heroica por excelencia de Colombia, de seguir las cosas tan mal como  hasta hoy es posible que en el futuro por exasperación promueva la revocatoria. La paciencia y la indiferencia también tienen límite.