Cumbre Duque-Biden | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Marzo de 2022

* 200 años de relaciones diplomáticas

* La consolidación de la democracia

 

 

Doscientos años de relaciones diplomáticas y políticas entre dos Estados no se cumplen todos los días. Ese hecho ya de por sí merece celebrarse. Pero el onomástico tiene mayor importancia cuando ambas naciones llevan varias décadas considerándose mutuamente como principales aliados y socios continentales. Si a todo ello se suma el hecho de que la conmemoración se da en momentos en que el mundo vive una de las mayores crisis geopolíticas de los últimos tiempos, como lo es la invasión rusa a Ucrania, que ha movilizado a todos los gobiernos democráticos en defensa del país agredido, se entiende la trascendencia de la cumbre que la próxima semana tendrán en Washington los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Colombia, Iván Duque.

Ha pasado mucho tiempo desde que los dos países decidieron formalizar sus relaciones políticas, en momentos en que la Gran Colombia se encaminaba a las batallas más importantes que sellarían la independencia de las cinco naciones tuteladas por el Libertador Simón Bolívar.

Según la Cancillería de nuestro país fue en 1818 cuando el Prócer designó a Manuel de Trujillo y Torres como el primer Encargado de Negocios de la Gran Colombia en Estados Unidos. Sin embargo, las relaciones formales se establecieron oficialmente el 19 de junio de 1822, cuando el entonces presidente norteamericano, James Monroe, reconoció a Trujillo y Torres como el primer diplomático latinoamericano con representación en ese país. Un año después (diciembre de 1823) Washington estableció una misión diplomática en Colombia. Y lo hizo por intermedio de Richard Anderson de Kentucky, quien presentó cartas credenciales como Ministro de los Estados Unidos para Colombia. Pasarían muchas décadas hasta que ambas misiones fueran elevadas al rango de Embajada, en 1939, con Gabriel Turbay Abunader como el primer titular de la delegación diplomática colombiana en Washington y Spruille Braden en Bogotá.

Mucha agua ha corrido por debajo del puente desde entonces en las democracias colombiana y estadounidense, que son reconocidas como las más antiguas del continente. Sin embargo, la Casa Blanca y la Casa de Nariño, sin importar las coyunturales gubernamentales en ambos países o los cambios geopolíticos en el continente y el resto del planeta, mantienen desde hace varias décadas la alianza integral más fuerte de esta parte del hemisferio. Obviamente han tenido -y tienen- diferencias, como es apenas natural entre dos naciones soberanas, pero estas no han generado una crisis extrema que llevara a debilitar o suspender la sociedad de largo plazo.  

Hoy por hoy las relaciones bilaterales tienen un amplio margen de complejidad y profundidad a nivel político, económico, social, institucional, migratorio, judicial, militar, ambiental, educativo, energético, comercial, de cooperación en desarrollo integral, desminado, apoyo a víctimas del conflicto y múltiples campos más. Incluso, Estados Unidos es el país que más equipo médico y vacunas donó a Colombia en medio de la crisis pandémica.

Aunque por décadas el tema de la lucha contra el narcotráfico ha imperado en la agenda, lo cierto es que Estados Unidos y Colombia tienen una instancia de Diálogo de Alto Nivel como principal escenario de interacción, en donde priman la colaboración en seguridad y defensa estratégicas, así como la cooperación de Washington a iniciativas locales de amplio espectro como el Plan Colombia, el acuerdo de paz o la implementación del Tratado de Libre Comercio, en vigencia desde 2012. Una agenda en donde el punto central en los tiempos contemporáneos, mucho más en medio de la crisis en Ucrania, es el predominio de la democracia y las libertades sobre las autocracias y la coacción a los ciudadanos.

No en vano Bogotá y Washington han liderado la cruzada contra la dictadura venezolana, al tiempo que se mantienen alineados en torno a advertir los riesgos de los gobiernos autoritarios de Nicaragua y Cuba. La alianza geopolítica lleva a que en la mayoría de las ocasiones coincidan en las votaciones en la OEA, la ONU y otras instancias multilaterales. Y, como se dijo, ahora mantienen la misma posición de condena a la agresión rusa a Ucrania, que no solo está generando una tragedia humanitaria de graves proporciones, sino que amenaza con cambiar, por la vía de la fuerza y la imposición violenta, un orden mundial basado en la prevalencia de la democracia como sistema garante de las libertades individuales y colectivas.

Visto todo ello, es claro que la cumbre del próximo jueves 10 de marzo en la Casa Blanca entre los presidentes Biden y Duque tiene una significación muy especial. Más allá de la intensa agenda a discutir en temas cruciales en el ámbito bilateral, continental y mundial, es evidente que lo principal es revalidar la vigencia de una alianza geopolítica que completa dos siglos y mantiene el suficiente vigor y vocación de futuro. Y cuyo propósito, desde el comienzo a hoy, es la consolidación del sistema democrático.