Desarrollismo y neoliberalismo | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

El gran interrogante que se plantean políticos y expertos en temas de desarrollo y crecimiento de la región es que no siempre los gobernantes invierten con éxito las cuantiosas sumas de dinero que llegan a las arcas oficiales. Estamos bajo el efecto nocivo del  síndrome venezolano desde antes de Chávez, por la tendencia desenfrenada al despilfarro, que se agiganta en su gobierno populista, la cual es contagiosa. El populismo está de moda y los candidatos y los gobiernos prometen lo imposible, casas gratis, educación gratis, eliminación de tributos, exenciones, unas veces para beneficiar a los grandes grupos económicos, otras en favor de la clase media, cada ministro llega con sus compromisos prioritarios y propuestas diversas, sin importar que trabajen con el mismo gobierno.

El caso de Venezuela es de  los más penosos en cuanto no solamente se ha rebajado de manera dramática el nivel de vida de los de arriba, sino que los de abajo pasan por pruebas similares a la de Cuba por el desabastecimiento, nivelados todos por lo bajo. Y al espantar a la inversión nativa y extranjera, el país involuciona y se pierden puestos de trabajo a diario. El Régimen intenta capear la crisis reclutando milicianos y agitadores, pero la crisis sigue avanzando y ya el presidente Nicolás Maduro advierte que los que recibieron casas gratis en tiempos de Chávez tendrán que pagar algo para conservarlas. Eso quiere decir que el Estado de bienestar por cuenta del crudo, con la acumulación de deudas y malos manejos termina. Es el fin de fiesta. Y la Venezuela con hambre no puede sentarse impávida sobre las toneladas de armas que compró Chávez, mientras en las casas los niños chillan por falta de alimentos. Los cinco primeros meses de Maduro han sido de constante malestar económico y malas noticias, con una inflación del 19,4 por ciento. No en todos los casos por errores del Gobierno; la caída de los precios del crudo ha sido fatal, lo mismo que el ajuste por cuenta de la devolución del bolívar de 31,7 por ciento frente al dólar. Y Venezuela se ahoga sin remedio en la inflación. Como el petróleo  ha vuelto a bajar y una parte de la producción está comprometida a futuro, el desplome de las finanzas venezolanas tiende a volverse incontenible. Como el Estado está endeudado carece de fondos para apoyar a los productores, fuera de las deudas impagables que ha contraído con los chinos. Los entendidos sostienen que los recursos que se destinaron para atraer votos en las elecciones agotaron la caja menor.

Y pese a lo que afirman las estadísticas y los informes oficiales, no es que Colombia pueda sortear con facilidad el bache en el que está atascada por cuenta de la indefinición de las negociaciones de paz. Y no por efecto exclusivo del gobierno de Juan Manuel Santos, carecemos de infraestructura en la zona de la periferia del país para superar la crisis, no podemos utilizar los ríos para el transporte más barato, por cuando los transportadores lo impiden, de la misma manera como se han opuesto al metro en Bogotá.

Álvaro Gómez hace más de 30 años propuso el desarrollismo para impulsar empresas nuestras o extranjeras. Aquí no le hicieron caso,  las críticas llovieron sobre su humanidad. Lo mejor era seguir en el atraso secular, como monoproductores de café. Se dijo que desarrollo era sinónimo de fascismo. Brasil sí siguió la receta y los países asiáticos, que emergen al desarrollo con las mimas tesis de Gómez. Hoy los asiáticos son potencias, lo mismo que el Brasil. Y Colombia se quedo peligrosamente rezagada.

Es de anotar que desarrollismo no es lo mismo que demo-liberalismo ni neoliberalismo. Lo que buscaba Gómez era hacer desarrollo en las zonas de la producción en donde podíamos ser fuertes y autoabastecernos, aprovechar la materia prima y cómo darle valor agregado dentro de un proceso industrial avanzado. Para lo que reclamaba de los políticos colombianos un Acuerdo sobre lo Fundamental, lo que no prosperó. El Régimen acalló la voz del fogoso político y seguimos por la vía del atraso y el despilfarro de los recursos de las regalías petroleras.

No se trataba de quedarnos con compañías de tecnología atrasada,  en otro esfuerzo de proteccionismo caduco, sino de fomentar las que más posibilidades de éxito, de crecimiento y de competir en el exterior ofrecían.

Gran parte de las políticas económicas oficiales fracasan por cuanto no supimos invertir de manera positiva los recursos de las regalías, fenómeno que intenta paliar el Perú. Paulatinamente, de la bonanza petrolera estamos pasando a unos ingresos menores, por tanto con la caída de las exportaciones, como es el caso de Brasil que cayó de ingresos por las exportaciones del 52% en el 2000 al 28% en 2010; las de México, del 81% al 56%; las de Colombia, del 32% al 16%; las de Chile, del 17% al 11%; las de Perú, del 17% al 10% y las de Costa Rica, del 70% al 55%. Por eso, con razón, José Antonio Ocampo plantea con cifras contundentes la tendencia a la desindustrialización de la región que amenaza el empleo y rebotar la resignación popular.