Desborde inflacionario | El Nuevo Siglo
Jueves, 7 de Enero de 2016

Difícil  “romperle el espinazo” a la carestía

Alta importación de alimentos y dólar caro

De las muchas incógnitas en el campo económico con que arrancó el 2016, una de las principales es qué tan posible será “romperle el espinazo” a la escalada inflacionaria que viene desde el año pasado y que, a diciembre, llegó a un preocupante 6,77 por ciento, porcentaje de incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que no se veía desde 2008, cuando llegó a 7,29%.

 

Aunque tanto el Gobierno como el Banco de la República sostienen que ese pico en el valor de los productos, bienes y servicios que componen la canasta familiar básica es transitorio, por lo que apuestan a que la tendencia cambiará en el segundo semestre, lo cierto es que no pocos analistas advertían ayer que podría existir un exceso de optimismo en el Ejecutivo y el Emisor, ya que el escenario interno y externo no parece ser el más propicio para que el costo de vida se reduzca de manera sustancial este año, pues las causas objetivas determinantes no están bajo su control discrecional o directo.

 

Es indudable que el fenómeno de El Niño afectó de manera sensible, sobre todo en el segundo semestre, el ciclo de cosechas y cultivos de pancoger, generando un encarecimiento de los alimentos. El propio DANE indicó que el precio de los alimentos creció un promedio de 10,85 por ciento en los últimos doce meses y fue el principal motor inflacionario.

 

Si bien los ministros del área económica y el Banco de la República consideran que una vez se empiece a disipar el fenómeno climático y el ciclo de cosechas se normalice, la regla del oro de la oferta y la demanda llevará a que bajen los precios de las hortalizas y legumbres, frutas y tubérculos y otros productos agrícolas, lo cierto es que esa disminución difícilmente será de la dimensión esperada. Esas dudas sobre la capacidad de corrección natural del mercado agrícola se remiten, incluso, a un hecho reciente: en diciembre el Ministerio de Agricultura hizo un pacto de intención con las principales centrales mayoristas del país para mantener los precios de los alimentos durante la temporada festiva, pero al decir de la ciudadanía “todo subió” en las últimas tres semanas.

 

Además de ello, la evolución de El Niño ha sido incierta y aunque en diciembre entró en su pico más alto se extenderá hasta marzo e incluso abril. Sólo hacia junio o julio desaparecerían sus efectos.

 

Sin embargo, hay otra gran causa objetiva del desborde del IPC que tiene, incluso, más cuota de responsabilidad que propio El Niño en esta situación. La revaluación del dólar el año pasado fue casi de un 25 por ciento, lo que obviamente afectó en forma sustancial el precio de los productos que son importados. Y ello es particularmente grave para un país que hoy está comprando a otros países alrededor de 10 millones de toneladas de alimentos al año. La transferencia del sobreprecio de esas importaciones al consumidor final fue lo que, finalmente, terminó siendo un elemento determinador en la escalada inflacionaria.

 

En ese orden de ideas parece claro que así el fenómeno climático se empiece a debilitar hacia el segundo trimestre, mientras el dólar continúe su senda revaluacionista será muy difícil “romperle el espinazo” al crecimiento del costo de vida. Esto es más complicado ya que la perspectiva de que la divisa estadounidense pierda terreno es muy baja, puesto que el mercado petrolero internacional continúa deprimido e incluso ayer el precio del barril de crudo en Londres se cotizó por debajo de los 35 dólares, algo que no ocurría desde 2004.

 

Aunque a mediados del año pasado se anunció un plan para sustitución de importaciones agrícolas, destinando 1,3 billones de pesos en los próximos tres años para incentivar la siembra de un millón de hectáreas de productos alimenticios, la estrategia apenas va por sus primeras etapas.

 

Como se ve, aunque el Emisor se mantiene en su meta de una inflación para 2016 del 3 por ciento promedio, lo cierto es que bajar el IPC en más 3,7 por ciento en doce meses no parece fácil por las razones ya anotadas. De allí que, de un lado, lo más posible es que los colombianos deban afrontar un año más de carestía en los productos, bienes y servicios básicos y, de otra parte, que el Banco decida seguir subiendo las tasas de interés para evitar que la inflación se convierta en una mayor amenaza para una economía que no sólo se desacelera, sino que tiene un escenario externo bastante complejo. Y en medio de ello, el bolsillo de las personas de menores ingresos será el más golpeado.