División venezolana | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Septiembre de 2012

* A tres semanas de la justa electoral

** ¿Cómo votarán las barriadas?

 

Los diversos informes, encuestas y sondeos sobre la evolución política de la hermana República de Venezuela parecieran a veces que en cuanto a sus resultados dependen en gran medida de quienes mandan a hacerlos. Lo que niegan las compañías más reconocidas, cuyo trabajo es auscultar las tendencias y anhelos de la opinión pública, que alegan que hacen un trabajo profesional y científico. Las que coinciden en señalar que el margen de diferencia entre ambos candidatos, el comandante Hugo Chávez y Henrique Capriles, se acorta en la medida que se acercan los comicios. Y, lo que es más importante aún, se trata de una lucha sin cuartel entre el populismo y la democracia civilista.

Esa confrontación, según los analistas que conocen más a fondo la mentalidad venezolana, está sometida al vaivén de una contienda entre el realismo de Capriles y el empuje populista con el poder de comunicación que como director de orquesta mueve Chávez. Él es experto en elecciones y cada vez que apunta su varita mágica produce nuevas sorpresas, no se limita a manejar el verbo con la fluidez que se le conoce y que a pesar de sus achaques de salud se mantiene, él apela a la chequera del Estado venezolano que todo lo puede y en algunas barriadas las gentes saltan de alegría cuando reciben televisores, obsequios y llueven sobre su humanidad toda suerte de promesas sobre un futuro mejor si votan por el continuismo. Y el continuismo significa recibir bonos para alimentarse, ayudas en materia de salud, distintos beneficios oficiales y la oportunidad de pertenecer a una comunidad organizada en milicias, que ejerce en teoría y en la realidad un predomino social. Sentirse parte de ese tinglado orquestado por el gobierno le da una rara seguridad al individuo aislado, que en su ruda mentalidad entiende que con la crisis económica y el estancamiento de la industria y el comercio, carece de un horizonte, un futuro propio, que depende en última del paternalismo oficialista.

El fuerte electoral de Henrique Capriles, inicialmente, se concentra en la clase media. La clase media que suele estar dividida y no ha conseguido derrotar el populismo en las anteriores elecciones presidenciales en las que se ha confrontado con Chávez, dado que siempre se presentó dividida en torno de varios candidatos. Apenas en una jornada electoral memorable, cuando el Referéndum reeleccionista, la oposición supera en votos al legendario comandante, que después se vale de los poderes omnímodos que le otorga la Ley Habilitante para allanar su reelección vía electoral. Como tampoco sorprende que el mismo Capriles reconozca que de alguna manera en lo social el Gobierno ha tenido intenciones positivas, en especial si se compara la ayuda populista chavista con la precaria agenda social de los antiguos partidos políticos que hicieron posible la democracia representativa venezolana en la década de los cincuenta a la caída del general Marcos Pérez Jiménez, los cuales se desgastaron en el poder y perdieron la confianza popular por múltiples causas. En especial, según politólogos imparciales, por cuenta de las sucesivas crisis económicas, como por actuar en tiempos de bajísimos precios del petróleo como ocurrió en los dos períodos en los que gobernó Rafael Caldera, quien en una ocasión debió dirigir el país con el barril de crudo a cinco dólares. En tanto el comandante Hugo Chávez subió al poder por elecciones libres y se encontró con el petróleo a ocho dólares el barril, a partir de entonces ha gozado de los mejores precios en los últimos años. Con el barril de crudo a 100 dólares el gobierno en sus arcas contabiliza ingresos petroleros por más de US$ 600.000 millones, una gran parte de esos dineros, más los cuantiosos préstamos, se han convertido en poderosas armas, tanques, aviones, helicópteros, misiles, fusiles, ametralladoras y un arsenal de sofisticados artefactos letales, principalmente, de origen ruso y chino. Sin que esos gigantescos fondos consigan el salto al desarrollo.

Frente a ese estado de cosas emerge la candidatura de Henrique Capriles, quien en su mandato como gobernador del Estado Miranda se ocupa en fomentar la microempresa y sanear las finanzas oficiales, rodearse de los mejores y elevar el nivel de vida de los humildes. Capriles no confronta a Chávez, no discute con él, ni le interesa la contienda verbal. Capriles es un ejecutivo y un fenómeno político que representa el realismo subyacente del venezolano medio y está obsesionado con el futuro, quiere entrar a gobernar cuanto antes, para evitar el colapso de la economía venezolana. Capriles le disputa las calles a Chávez y se mueve por los santuarios populistas de las barriadas urbanas con familiaridad. Del voto de las barriadas pende el destino de Venezuela.