Economía en barrena | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Noviembre de 2023

* Fracaso de la política gubernamental

* Urge plan de choque realista y eficaz

 

No en pocas ocasiones hemos recalcado en estas páginas que la estabilidad económica es el principal activo de un país, de allí que mantenerla y con ritmos cada vez más rentables y dinámicos es una de las principales tareas de los gobiernos de turno. Sin embargo, a la luz del nuevo campanazo dado ayer por el Dane en torno al crecimiento negativo del Producto Interno Bruto (PIB) en el tercer trimestre, se evidencia que para la administración Petro esta no parece ser una prioridad. Por el contrario, muchas de sus políticas, reformas, medidas puntuales y posturas discursivas van en la dirección de profundizar la desaceleración económica.

Que la economía haya decrecido 0,3% respecto al mismo periodo de 2022 es muy grave. De hecho, el preocupante dato tomó por sorpresa al Gobierno, el Banco de la República, expertos y centros de estudios económicos que habían pronosticado que el PIB estaría entre 0,4 y 0,5% positivo entre julio y septiembre.

Los gremios sí habían advertido que el ritmo de desaceleración de la economía se estaba profundizando sin que se viera en el Gobierno una comprensión real de la dramática situación. Paradójicamente los diagnósticos realistas y descarnados hechos por los voceros de la Andi, Camacol, Fenalco y otros sectores llegaron a ser catalogados por sectores oficialistas como “pesimistas” y “politizados”. El informe del Dane ayer no solo confirmó que estaban en lo cierto las alertas de los dirigentes de los nichos productivos, sino que evidenció el lesivo e irresponsable proceder de las toldas petristas en cuanto a desconocer las realidades y tratar de esquivarlas acudiendo a desgastantes e inútiles polémicas ideológicas.

El crecimiento negativo del tercer trimestre (que solo se había registrado este siglo en medio de la crisis pandémica a finales de 2020) constata que la aspiración inicial en torno a que la economía tuviera en 2023 un ‘aterrizaje’ no tan traumático, quedaron desfasadas. Todo indica que hay una especie de caída libre, puesto que el PIB a marzo fue de 3,0% y a junio ya cayó a 0,3%. Con el -0,3% a septiembre se evidencia que, a duras penas, la economía colombiana crecería este año más allá del 1%. Una cifra dramática si se tiene en cuenta que en 2021 se creció a un récord de 10,6% y en 2022 se cerró en un potable 7,5%.

La situación es aún más complicada porque las proyecciones del Emisor, el Ejecutivo así como del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones de la banca multilateral señalan que el 2024 no será año fácil. Por el contrario, en el caso colombiano se prevé un crecimiento alrededor del 1%, en el mejor de los casos.

Si bien nadie desconoce que el escenario internacional en materia económica ha sido convulso, y que tanto China como la Unión Europea y Estados Unidos han ralentizado su rendimiento productivo, la tendencia de decrecimiento en Colombia es más pronunciada, sobre todo en sectores como la industria, el comercio y la construcción, los más intensos en empleo. A ello se suma que los rubros de inversión están deprimidos y las controvertidas reformas y políticas gubernamentales dispararon la incertidumbre en el clima de negocios, así como las dudas sobre la seguridad jurídica. En medio de ello, la inflación baja a un ritmo muy lento, impidiendo que el Banco de la República reduzca sus tasas de interés de forma sustancial, lo que lleva a que el consumo siga de capa caída, el poder adquisitivo de los hogares muy restringido y los emprendimientos empresariales paralizados por la poca liquidez…

Como si fuera poco, el Gobierno, aunque tiene recursos suficientes, está muy colgado en ejecución presupuestal y nada que atina, pese a múltiples peticiones gremiales, a lanzar un plan de reactivación económica de alto calado, realista y eficaz. Igualmente, en vez de enviar mensajes de ortodoxia y ponderación fiscal, hace todo lo contrario con anuncios como el marchitamiento de la industria minero-energética, la intención de saltarse la Regla Fiscal o la delirante propuesta de apostar por el decrecimiento como fórmula para combatir el cambio climático.

Es innegable que hay barrena cuasi recesionista que la Casa de Nariño, imbuida en escándalos, debates ideológicos anacrónicos, cruzada contra la iniciativa privada y, ahora, con un voto castigo contundente el pasado 29 de octubre, no parece saber cómo detener. En cambio, la improvisación y las medidas ‘descachadas’ sí están a la orden del día.

Visto todo ello, queda claro que la economía colombiana está en caída libre. Creer que la solución pasa casi exclusivamente porque el Emisor empiece a bajar sus tasas, es ingenuo y peligrosamente facilista. Urge un plan de choque de alto vuelo, financiado y audaz. El mismo que se lleva más de un año urgiendo… fallidamente.