El apóstol de la paz | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Agosto de 2013

*Santos no tiene contendor

*La Farc querrán baraja nueva

 

Algunos  pensaron, cuando asumió la Presidencia de la República Juan Manuel Santos, al hacer un ferviente llamado al entendimiento y la paz entre los colombianos, que estaba utilizando la vieja táctica de borrar su pasado guerrerista de ministro de Defensa de Álvaro Uribe Vélez, para bajar la tensión con los vecinos, como en el caso de la agria relación con el comandante Hugo Chávez, al borde de la ruptura diplomática, que deseaba modificar. Lo mismo que con el gobernante ecuatoriano Rafael Correa, con el que mantenía un antagonismo visceral por parte de este último, por  su  responsabilidad en el bombardeo en la frontera que arrasó con un campamento de las Farc y despachó al otro mundo al canciller de ese grupo subversivo, ‘Raúl Reyes’, casado con la hija de ‘Tirofijo’. Con la fama de tener una mente brillante de experto calculador, que juega a varias bandas, se dedujo que se trataba de una maniobra de astuto zorro para disfrazarse por un tiempo de oveja y limar asperezas con la izquierda, muy fuerte y consolidada en la región. Con ese objetivo habría escogido de canciller a María Ángela Holguín, que venía tejiendo despacio una red de amistades con los sectores contestatarios de la política regional, desde cuando renunció al cargo en la ONU en el que representaba al gobierno de Uribe, descontenta con el entorno de subalternos que le habían impuesto. Lo que produjo los positivos resultados esperados por el gobernante, la estrecha relación con Chávez, la Secretaría General de Unasur con María Emma Mejía. En fin….

El giro político de 180 grados de Santos le ganó tantas amistades y nuevos amigos en la izquierda, como adversarios en otros sectores y le costó la ruptura con Álvaro Uribe. Con la habilidad de siempre calmó a las distintas fuerzas  de la política, dando a cada cual lo suyo. Abrió una nueva relación con la magistratura, en disputa feroz con Uribe, estamento que desde 1991 viene aumentando su poder y se constituye en una suerte de potencia insular por encima de los partidos políticos, para conseguir gajes y ventajas de toda índole. Poder  como jamás tuvo en el pasado, hoy con cinco cortes y la Fiscalía. La fluida comunicación con el Congreso, con los más influyentes caciques electorales, ha determinado que la oposición se diluya, con la excepción de dos o tres personajes como el senador Jorge Enrique Robledo, a los que se les permite hacer de cuando en cuando un resonante debate, pero que no pasan de la diatriba verbal, por cuanto los representantes del pueblo votan según la seña que se haga desde la Casa de Nariño. Es tal el control del Ejecutivo  sobre el Congreso que se perdieron 75 mil kilómetros de mar por el fallo inicuo de la Corte de La Haya y  esa institución, cuya principal misión es defender los intereses de Colombia y de los colombianos, ni siquiera se da por enterada, domesticada, espera la venia presidencial  para ver si hacen un debate.

Santos asumió personalmente la presentación de la Ley de Víctimas en el Congreso, defendió en la Corte Constitucional el Marco Jurídico para la Paz, avanza en todos los sentidos para convertirse en el apóstol de la paz. Al tiempo que firma acuerdos de libre comercio con terceros países y se mantiene a diario en los primeros planos. Lo favorece el aumento del empleo, pese al decrecimiento  industrial y las quiebras en cadena de algunos sectores productivos por la competencia con la producción extranjera. Su política en materia de explotación minera mantiene la inversión extranjera y la política ambiental comienza a dar resultados. Para intentar evitar una guerra minera en el futuro, que sería más larga y sangrienta que las anteriores violencias de tipo político.

Santos lleva tres años en el gobierno y se mantiene muy en alto en las encuestas, en cuanto a la popularidad lo protege la armadura de la paz. Su compromiso con  la política de paz facilita que le perdonen todo. En el exterior, hasta en el Parlamento del Reino Unido, según informó desde Londres, Julio Sánchez Cristo, se deduce que Santos  tiene más merecimientos que Barack Obama, para que le otorguen el Premio Nobel de la Paz. Es el apóstol de la paz, como lo fue San Pedro Claver de los esclavos. Tiene el apoyo de todos los medios de comunicación. Desde el principio de su gobierno se han sucedido los paros, que suele dejar avanzar, con la idea de que sus jefes se consoliden en los sindicatos y gremios, para después negociar con éstos y ofrecerles más o menos lo mismo que estaba dispuesto a dar antes de las protestas, para eso tiene  a Angelino Garzón… Eso pasó con los transportadores, los maestros y ahora en el Catatumbo. En el caso de los estudiantes que marcharon  contra la reforma educativa, sus dirigentes mostraron el cobre al lanzarse a la campaña por ir al Congreso. La Reforma Educativa es esencial y sería uno de los mayores logros del Gobierno para impulsar el desarrollo socio-cultural. El paro cafetero se conjuró con un giro multimillonario, pero le permitió conservar el control de la Federación de Cafeteros, que es clave en un proceso electoral y puede mover más de dos millones de votos, que junto con Familias en Acción, la burocracia y los caciques políticos, los gobernadores, los alcaldes afines, los contratistas, las grandes empresas, los beneficiarios de las regalías, como el grueso del pueblo que movilizan los medios están por la paz. Cuenta con  ventaja abismal sobre cualquiera de los actuales aspirantes a la Presidencia.

La cuestión es simple, Juan Manuel Santos no tiene contendor a la vista. La política se ha como detenido en el tiempo. Lo insólito, los representantes del pueblo conservador en el Congreso le reclaman del partido que se congelen las ambiciones partidistas. Siendo que los partidos políticos son la suma de las ambiciones, de la ardorosa defensa de la doctrina, los proyectos y la razón de ser de luchar por el poder con ideas propias. Un partido sin voluntad de poder, ni candidato, ni ideas, termina convertido en  simple grupo de presión, sin capacidad de convocatoria. Proceso de apatía y desintegración que condujo a la extinción   a la mayoría de los partidos conservadores de Hispanoamérica, para facilitar el avance neoliberal y de la izquierda.  A la inversa, los congresistas partidarios de congelar las ambiciones partidistas presidenciales sostienen que enfrentar tal suma de poder es un suicidio, lo mejor es regatear la cuota burocrática y sumarse al ganador. Por lo que el partido no tiene otra misión distinta que contribuir a reelegirlos. ¿Es suficiente esa zanahoria para movilizar a los electores, tentados por otras fuerzas políticas? Ellos agregan que amagar con candidato propio sería como lanzarse al abismo. ¿Acaso los suicidas no son los que en determinados momentos hacen la historia? Vivir peligrosamente y aceptar los desafíos es el reto de los verdaderos dirigentes. La anterior  apatía   se repite en las demás toldas políticas ligadas al Gobierno, lo que facilita la reelección. El único que podría poner a tambalear en teoría ese castillo de naipes que se eleva en el aire por el talento político de tener a un prestidigitador en la Casa de Nariño, es Uribe. Y el expresidente no puede ser candidato. Quizá  podría aparecer un palo o un tercero que no se atisba en el horizonte político.  Por tanto, estamos en un punto muerto en el que las Farc, como los tahúres, se frotan las manos, doblan las apuestas y  piden jugar con  baraja nueva.

 

Vivir peligrosamente y aceptar los desafíos es el reto de los verdaderos dirigentes