El discurso de Biden | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Marzo de 2022

* Alocución en medio de las bombas

* El trasfondo de la polarización

 

 

Tal y como está demostrado en su primer discurso del estado de la Unión ante la Cámara de Representantes estadounidense, el presidente Joe Biden no es particularmente ducho en oratoria. Es esto, además, cosa sabida de hace tiempo. Por lo cual suena a lugar común atacarlo por ese flanco. Y del mismo modo evidenciar sus ya tradicionales lapsus, como cuando confundió al pueblo iraní con la actual lucha del pueblo ucraniano.

Habría que destacar, en cambio, que no lo hizo mal ante el reto insoslayable de liderar al conjunto de democracias mundiales frente a las autocracias que prevalecen en el orbe, con Vladimir Putin hoy de malandrín emblemático. En ese caso, bien invocó la unidad de los aliados por la democracia y el propósito indeclinable de defender las libertades en el ámbito internacional. Aunque, ciertamente, pasó por encima de la mácula irreversible de no haber sopesado debidamente las circunstancias de tiempo, modo y lugar ante la eventual invasión de Putin a Ucrania que, de acuerdo con los documentos filtrados con posterioridad por la inteligencia militar norteamericana a la prensa de su país, se daba prácticamente por descontada.

Con semejantes evidencias, sacadas a la luz pública en toda su dimensión categórica, el único camino viable para evitar la debacle ucraniana habría consistido en una acción más decidida frente a ese destino trágico que pudo evitarse. Salvo, claro está, de que se tratara de dejar prosperar a Putin en sus calculadas intenciones sobre el territorio ucraniano, como quien le pone la trampa al ratón, y luego producir la embestida de la que Biden hoy hace gala a fin de estrangularlo política, diplomática, comercial y financieramente.

Es decir, una estrategia que buscaba exponer universalmente al autócrata para poder descargar luego la mayor cantidad posible de acciones, con omisión de las militares. Y dejarlo entrampado en su carácter de nuevo paria, representativo del enemigo común, así como declararse a la expectativa de que el pueblo y el ejército rusos le den la espalda al mismo tiempo que fenece la economía interna.

Fuere lo que sea, a ocho días de desatada la guerra por parte de Putin, el punto central y nuevo símbolo de la democracia planetaria ha sido la resistencia del pueblo ucraniano, mucho más allá de las acciones de cualquier otro país en el propio terreno de las hostilidades. En efecto, Biden insistió en que bajo ningún motivo enviaría tropas estadounidenses a Ucrania y en ese sentido se apartó de cualquier eventualidad similar a la de Vietnam o a la catastrófica de Afganistán, situación que más recientemente le significó el desplome en las encuestas, hasta ahora insuperable.

Pero, desde luego, el discurso de Biden permite inferir que su propósito es no solo recuperar la aprobación perdida, sino dejar sentada la plataforma de su partido para las próximas elecciones de mitaca, a llevarse a cabo en un semestre, cuando pueden cambiar las mayorías parlamentarias.

Efectivamente, de colofón de la guerra de Ucrania está la polarización irredimible entre demócratas y republicanos, en el suelo norteamericano, y de ello depende en mucho la suerte del mundo. Todavía en mayor medida si se tiene en cuenta que Donald Trump será indefectiblemente el candidato presidencial de los republicanos y que el propio Biden ha prometido presentarse a la reelección, con dos visiones radicalmente opuestas tanto de las realidades internas como de las internacionales.

A estas alturas, con la guerra de Ucrania aun en pleno desarrollo, es prematuro avizorar su desenlace y si en realidad se va a dar un escalamiento incluso hasta el máximo poder nuclear o van a prosperar las intermitentes negociaciones entre las delegaciones ucranianas y rusas. Sin embargo, ya es claro que el mundo cambió, no solo con una escalada armamentista que será la ruta inmediata de muchos países europeos, inclusive los tradicionalmente neutrales. Y todavía es más claro que, por su lado, China es la otra superpotencia que gravita en muchos rincones del mundo.

En tanto, la dura réplica republicana al discurso de Biden muestra, asimismo, el horizonte que por su parte seguirá este partido hacia las elecciones de mitaca. En ese orden de ideas, lo que se promete hacia el futuro es más polarización.

Muchos fueron, evidentemente, los aplausos parlamentarios al discurso del presidente norteamericano porque no podía ser de otra manera. Pero en el fondo sigue palpitando la profunda división que aqueja al país líder de las democracias mundiales y eso puede ser un caldo de cultivo atractivo para la acción de las autocracias en cualquier zona del planeta. Por supuesto que la democracia implica el disenso, pero otra cosa es la imposibilidad de llegar a puntos de encuentro en materias esenciales, cuando las circunstancias lo exigen. Lo cual no parece interesante a ninguna de las dos partes.