El torpedo de Prada… | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Septiembre de 2022

Amenazas para la reforma tributaria

* ¿De que vale la apertura de Ocampo?  
 

 

Nada más demostrativo de la improvisación gubernamental que la falta de unidad de criterio y de pedagogía en torno a las políticas públicas, sobre todo alrededor de los temas más importantes de la gestión administrativa. Prueba de ello son, ciertamente, las declaraciones del ministro de Interior, Alfonso Prada, en las que intempestivamente anunció la protesta social contra el Congreso, en caso de no ser aprobada a rajatabla la reforma tributaria y bajo los términos autoritarios y populistas que dejó deslizar en un evento en el Cauca.

En efecto, el titular de la cartera política, que paradójicamente es la encargada de interactuar con las bancadas en Senado y Cámara para sacar avante y consensuar la agenda legislativa propuesta por la Casa de Nariño, insinuó la “… movilización popular para decirle al Congreso que necesitamos plata para salir de esta. El que entendió, entendió …”. Es decir, a buen entendedor, pocas palabras, y con ello una sombra amenazante y antidemocrática sobre el hemiciclo parlamentario.  

Pero, desde luego, nadie puede estar de acuerdo con ese estilo en el cual se pisotean la libre discusión y los elementos esenciales de la democracia desde las más altas instancias estatales. Y por ello, semejante afirmación generó de inmediato una ola de reacciones y condenas. Entre otras, porque pareciera no aplicarse ni siquiera las lecciones aprendidas de crisis recientes. Efectivamente, el desborde ante el proyecto de reforma tributaria que presentó el anterior Gobierno en el segundo trimestre del año pasado fue, precisamente, el causante de una oleada de violencia, vandalismo y anarquía que no solo dejó un lamentable saldo fatal, sino que paralizó al país por varias semanas, con gravosas consecuencias, al tiempo que tuvo incidencia directa en uno de los picos más drásticos de covid-19 a raíz de las aglomeraciones.

Frente a ese tono amenazante, que Prada trató de minimizar posteriormente, lo cierto es que sus declaraciones o bien estuvieron claramente por fuera de sus atribuciones, además fruto de una emoción veintejuliera repentina, o bien dejan entrever lo que subyace en el pensamiento gubernamental, pese a los intentos de rectificación.

De otra parte, resulta incomprensible que un Gobierno que se supone tiene mayorías en Senado y Cámara hable en esos términos para imponer su juicio unilateral al Congreso, invocando el tropel e impidiendo el libre examen. Pareciera, entonces, que más bien hay nerviosismo en la Casa de Nariño sobre el desempeño de la coalición oficialista, que más que unida en torno a certezas y convicciones, parecería estar apenas atada con los delgados hilos de los gajes burocráticos que incluso no serían suficientes para muchos de sus componentes. En efecto, sólo hasta el próximo miércoles habrá dictamen político final, ya que ese día vence el plazo para que los partidos se declaren en oposición, de gobiernistas o independientes.

Sin embargo, lo más diciente de la improvisación gubernamental es que las abruptas declaraciones de Prada son un torpedo para la discusión abierta y franca que el propio ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, ha venido promoviendo desde hace varias semanas en el Congreso, foros gremiales, audiencias públicas y otras instancias nacionales, regionales y locales con el objetivo de analizar el impacto de la carga impositiva, a fin de debatir ampliamente la iniciativa sin afectar el dinamismo económico, la generación de empleo y el flujo de inversión. Un proceso que, aunque va a medio camino, ya ha permitido algunos puntos de encuentro y otras fórmulas no confiscatorias para allanar los recursos fiscales.

Las declaraciones de Prada no son, pues, solo descaches. Cualquiera podría pensar que son más bien maniobras destinadas, no solo a horadar las acciones de Ocampo, sino el tejido democrático. Lo que, por otra parte, solo es un caso más del desgaste a que se está sometiendo de antemano al gabinete y que tiene estupefacto al pueblo colombiano con el bamboleo diario sin una voluntad conjunta.