Entreguismo suicida | El Nuevo Siglo
Martes, 19 de Noviembre de 2013

*La escuela de Chamberlain

*A un año del fallo de La Haya 

 

Por lo general, las naciones dignas y respetables tienden a defender sus fronteras, su soberanía, sus intereses, por medios pacíficos, inteligentes, jurídicos, dado que las comunidades por instinto ejercen una consensuada defensa del territorio y el mar que les es propio para su existencia. El respeto de esas fronteras está consagrado por la humanidad, por la ONU, por los más respetables organismos multilaterales y por el derecho internacional. Es sabido por todos aquellos que tienen una mínima noción de la historia universal reconocer la tendencia de las naciones pequeñas a crecer o no dejarse absorber por otras, las medianas a resistir la presión de las potencias o aumentar su poder, las más poderosas a imponerse en el concierto internacional, así como las alianzas de unos y otros para obtener ventajas en las crisis. El tablero internacional se ha erigido sobre los escombros  de las guerras y conflictos de la humanidad, sin importar la visión idílica de la historia que profesan algunos; por lo general y por conveniencia, los países que más se apegan al derecho internacional son los modestos, las potencias acatan los acuerdos internacionales cuando les conviene y, en ocasiones, no aceptan los fallos ni normas que son injustos o contraproducentes, fuera de que tienen la posibilidad de escribir su propio derecho como en Núremberg.

Es una verdad de Perogrullo que aceptar a rajatabla un fallo injusto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, defender que perdamos una parte del mar o de la plataforma continental con Nicaragua, fuera de ser banal, aberrante y antinacional es una insensatez. Así ejerzan el derecho de opinar; a lo largo de la historia aparecen en las naciones seres como Arthur Neville Chamberlain, un respetable político inglés, que le creía más a Hitler que a los defensores de los intereses nacionales, aquí no faltan los que le creen más a Ortega, que defienden los intereses de Nicaragua, gratis, por complejo provinciano y por solidaridad del socialismo del siglo XXI, como en algunos casos porque confían de buena fe que los tribunales internacionales son infalibles.

En verdad no existe un criterio inconmovible sobre el tema de La Haya, en cuanto los monistas entienden que para integrar una norma de derecho internacional al derecho interno se debe aprobar una Ley interna. Los dualistas sostienen que el derecho internacional y el derecho interno, están separados y tienen su propia órbita. Tanto en el uno como el otro rigen distintos ámbitos y distintos sujetos. En el caso de Alemania, en el artículo 54 de la Constitución se estipula que no se reconocen tratados, ni sentencias foráneas que no sean avalados por el derecho interno. Ese criterio prevalece en otras naciones importantes. Para Colombia, el Tratado Esguerra-Bárcenas, no ha dejado de existir, puesto que Nicaragua violó  el Derecho internacional, interamericano y la Carta de Bogotá, al desconocer el Tratado, pese a lo cual solamente los dos Estados de común acuerdo pueden anular dicho pacto, puesto que la Corte de La Haya, no tiene facultades para ello, ni su misión es desquiciar el sistema internacional, menos desconocer tratados y fronteras que son anteriores a su existencia. En tanto la Corte Internacional no puede desconocer nuestras fronteras apeló a oficiar en cuanto al Paralelo 82, para señalar que no correspondía a los acuerdos recientes sobre el  Derecho del Mar, por lo cual insinúa otra línea imaginaria, la que con razón el Gobierno colombiano alega que no es viable, ni aplicable.

Los observadores extranjeros se sorprenden al constatar que un país que lleva más de medio siglo de violencia interna, desde los tiempos del gobierno de Enrique Olaya Herrera, tenga tan poca capacidad de defender sus intereses soberanos, en particular los de los isleños colombianos del archipiélago de San Andrés, que son víctimas de las constantes agresiones del Gobierno autoritario de Nicaragua. Se cumple un año de ese fallo inicuo contra Colombia, sin que tengamos una política común en defensa de nuestra integridad nacional. En tanto, Nicaragua con insolente audacia y prevalida de una diplomacia preparada, experimentada, audaz y camorrista, anuda lazos con potencias y países foráneos con miras a un incidente militar con Colombia, para el que tampoco estamos preparados. Es archiconocido que en apariencia en Managua opera un Gobierno democrático al estilo consagrado por Montesquieu, mas en realidad prevalece un partido único, una pandilla, sobre el resto de fuerzas políticas, que viola la Constitución y cuenta con milicias armadas para acallar a los opositores y eternizarse en el poder...