España y la unidad nacional | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Octubre de 2012

*Localismo de campanario

*¿Se nos contagió de locura?

 

En  España por desgracia el localismo de campanario ha sido una constante en varias regiones de ese país, junto con el caciquismo político, un tanto esquivo al compromiso nacional. Esa tendencia a la dispersión regional facilita que gran parte de su territorio estuviese contra su voluntad por ocho siglos bajo dominio árabe. Lo que hizo grande a España fue la unidad, que le dieron en su tiempo los Reyes Católicos Isabel y Fernando. El regionalismo se supera entonces para consagrar la unidad tras la recuperación plena del territorio peninsular del dominio  árabe de siglos. En ese proceso unitario juega un papel primordial el sentimiento católico y la voluntad misional imperante, que por la casualidad del viaje al Asia de Cristóbal Colón, con el apoyo de la reina Isabel, se encuentra con esta otra parte del mundo que se conoce como América o Hispanoamérica.

Lo que da origen al Imperio Español es la expansión por estas regiones. En sus cartas, Hernán Cortés  llama Emperador a Carlos V. La grandeza de la reina Isabel estuvo en canalizar, desde el pequeño terruño español, las energías nacionales para crear un Imperio donde no se ponía el sol. Quizá de no ser por ese descubrimiento y la voluntad misional de incorporarlo a España, la Península habría vuelto a sus pequeños reinos, localismos y nuevamente desintegrado. Mientras existió el Imperio Español, la unidad de España subsiste y supera numerosas guerras europeas. Al caer en la decadencia y permitir Godoy el paso de las tropas de Napoleón por suelo español, la Nación se divide y gran parte de la población apoya a los franceses, lo que da origen a una guerra civil interna y de liberación, que provoca numerosos muertos. Y que en Hispanoamérica  suscita, en sus comienzos, el apoyo a Fernando VII, así como el rechazo a los afrancesados, en contraste con la pasividad de algunos funcionarios que se allanan a la situación. En particular la sociedad aristocrática, esclavista y pensante de estas regiones, inicialmente, no veía con buenos ojos al Emperador francés, puesto que representaba el triunfo de la burguesía, con su Código Civil.

Al derrumbarse el Imperio Español en América, por los errores políticos sucesivos de Madrid, en particular en cuanto a la política económica, como por la empresa militar de reconquista, surge Simón Bolívar como Libertador. España se encoge no solamente en cuanto el territorio, sino espiritualmente. Al perder Cuba y Filipinas en 1889, se encierra en sí misma en penosa congoja espiritual. Y  vuelve el localismo, con las disputas de campanario. La inestabilidad política, la guerra civil  y los pronunciamientos militares se suceden en el siglo XIX. En el XX se desgarra en la Guerra Civil que da origen al gobierno de Francisco Franco. Al morir Franco se acuerda la transición con el Pacto de  Moncloa de 1977, que facilita que se apruebe la Constitución de 1978, que instaura la democracia y la estabilidad, pero deja la puerta abierta al regionalismo separatista.

En España resucita el regionalismo impenitente en Cataluña con Artur Mas, quien propone la independencia. El presidente Mariano Rajoy se ha mostrado firme y dispuesto a los acuerdos con el gobernante catalán, sin conseguir que se retracte. Por el contrario, avanza a un Referéndum, a todas luces inconstitucional. El ministro de Justicia,  Ruiz Gallardón, ha dicho que: “ni España es el problema ni la independencia la solución”. Y advierte que “una hipotética independencia de Cataluña no significaría sacar a Cataluña de España, sino acabar con España, porque España no tiene sentido sin Cataluña”. Para concluir que de progresar el secesionismo catalán: “la propia España no podría sobrevivir a la pertenencia al euro”. Por fortuna, el presidente Rajoy aún cuenta con el  artículo 151 de la Constitución, que contempla la intervención y la suspensión de la autonomía.

Abolida la Magna  Constitución de 1886, entre nosotros, se introducen en la Constitución de 1991 algunos artículos copiados de la Constitución  Española de 1978, favorables al localismo disolvente y se aprueba la elección popular de gobernadores, que no fue iniciativa de Álvaro  Gómez, como aducen algunos. El exgobernador del Atlántico, Eduardo Verano de la Rosa, con ambiciones presidenciales, fomenta en un país con un sangriento conflicto armado el regionalismo   al estilo catalán, que podría conducir a la balcanización de Colombia. Parece que las noticias secesionistas  de España  lo contagian de locura. Hoy cobra mas vigencia que nunca la frase de Mommsen: “La historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación”.