¿Existe la Unidad Nacional? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Julio de 2012

* Coalición urge ajustes y consensos mínimos

* Entre lastres estructurales y coyunturales

 

Si algo ha quedado claro en los últimos acontecimientos políticos es que la coalición partidista que apoya el Gobierno está registrando fisuras y controversias internas. Y ello no sólo se debe al lastre dejado por el escandaloso trámite de la hundida reforma a la justicia, sino también por el desgaste propio y natural de una plataforma política que se construyó hace ya dos años y que, como todo proceso de largo aliento, requiere ajustes y correctivos normales, pues algunas etapas se van quemando o las realidades sobrevinientes obligan a repensar metas. Además, resulta ingenuo desconocer que asoma ya una tempranera campaña por la sucesión en la Casa de Nariño en 2014 y que todas las colectividades que hacen parte de la llamada Unidad Nacional empiezan a vislumbrar estrategias con miras a la misma. Esta situación no es sorpresiva, dado que el gobierno de turno arriba a la mitad de su mandato y el sol, poco a poco, se le empieza a poner a sus espaldas, por más que exista la expectativa reeleccionista.

Hay, en consecuencia, elementos tanto coyunturales como  estructurales que explican el por qué del debilitamiento lento pero progresivo de la coalición gobiernista. Y, por lo mismo, es evidente que así se superen los roces y desconfianzas entre Parlamento y Casa de Nariño que dejó el malhadado proyecto de reforma judicial, ello no significará que la Unidad Nacional habrá superado las contradicciones que arrastra. Se requiere una reingeniería más profunda. El viernes pasado durante el discurso de instalación del Congreso, el Jefe de Estado dijo que comenzaba una especie de “segundo tiempo” no sólo para el Ejecutivo sino para Senado y Cámara de Representantes. Basándonos en ese mismo símil, bien podría decirse que, así como pasa en el entretiempo de los partidos de fútbol, en donde el cuerpo técnico analiza lo ocurrido en la primera parte y plantea los correctivos para la segunda, lo mismo tiene que ocurrir en la Unidad Nacional: debe ajustarse.

Sin embargo, por lo visto en las últimas semanas esa revisión de la estrategia no se ha producido. Todo lo contrario, parece que el segundo tiempo arrancó sin que el  Gobierno, las bancadas de la coalición y los partidos políticos se sentaran a hacer un análisis autocrítico de los resultados positivos, los negativos y los pendientes del proyecto político al que le dieron vida hace dos años el presidente Santos, La U, conservadores, liberales y Cambio Radical, y que sumó hace doce meses a los verdes.

¿Cuál es la nueva agenda de la Unidad Nacional? ¿Sus metas bandera? ¿El plan a seguir y las responsabilidades de cada una de sus partes para que éste se cumpla? A ciencia cierta no se sabe. El Gobierno tiene unos proyectos bandera para tramitar en el Parlamento. Cada partido anunció los propios y las bancadas llevan varios días dando la impresión de que le apretarán las tuercas al Ejecutivo mediante debates de control político más exigentes y una revisión minuciosa de las iniciativas ministeriales. ¿Un escenario como éste se puede calificar como propio de una coalición? La sana lógica indica que no, por más autonomía que tenga cada uno de los poderes públicos y las colectividades. Es más, cualquier desprevenido analista podría concluir que la Unidad Nacional, por más que se mencione a cada tanto aquí y allá, pareciera una especie de cascarón, sin sustancia, pues no se ve una agenda, por mínima que sea, consensuada, tampoco aflora sustancialmente una voluntad enfática de sus integrantes de tirar para el mismo lado e, incluso, las voces críticas internas son a veces más ácidas que aquellas ubicadas en las orillas de la oposición.

La Unidad Nacional se puede asemejar a un barco que si bien tiene capitán y tripulación, cumplió ya un primer tramo de su viaje y se lanzó de nuevo a alta mar, carece de una hoja de ruta clara y definitiva para llegar a puerto seguro… Mientras ello siga así, la travesía no sólo será accidentada sino que la misma contradicción entre quienes están a bordo podría desembocar en un naufragio en donde todos, todos, perderían, especialmente el país.