Guerra en Ucrania se alarga | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Octubre de 2022
  • Ocho meses, más conflicto, cero negociación
  • El mundo sigue soportando un grave coletazo

 

La guerra en Ucrania cumple mañana ocho meses y lejos de asomar una salida negociada a la crítica situación creada por la invasión rusa, las hostilidades bélicas aumentan día tras día, con el agravante de que el riesgo del uso de armas nucleares es cada vez mayor.

Las declaraciones de los últimos días de los presidentes Vladimir Putin y Volodimir Zelenski evidencian que la reinstalación de la mesa de diálogos que sesionó por unas pocas semanas no es probable. Por el contrario, ambos mandatarios reivindicaron los resultados de sus tropas en el campo de batalla. Las rusas aseguran que consolidaron el dominio sobre todas las zonas tomadas por la fuerza y recientemente anexadas (Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón), mientras que las autoridades ucranianas reivindicaron el desalojo del enemigo de varias ciudades clave, obligándolo a retroceder.

Tras ocho meses de confrontación, en la que no hay una cifra medianamente consolidada del saldo fatal, que sería muy alto en cada bando, queda claro que la estrategia de Estados Unidos, la Unión Europea y Occidente en general, en el sentido de responder a la agresión militar rusa con un paquete de duras sanciones económicas al Kremlin, no está dando los resultados esperados. Rusia, sin duda alguna, ha sentido el rigor de los castigos financieros, el veto a sus exportaciones de petróleo y gas, así como otros castigos impuestos por la comunidad internacional. Sin embargo, el gobierno Putin no se ha debilitado como se preveía y, por el contrario, a medida que pasan los meses pareciera acomodarse a las restricciones. La meta, entonces, de aislar a la administración Putin y generar una reacción popular interna en su contra, no se ha cumplido.

De igual manera, es innegable que las previsiones rusas en torno a que esta sería una guerra de corta duración, resultaron fallidas. El gobierno, las fuerzas armadas y la población ucraniana han resistido valientemente el embate de un enemigo con más capacidad militar. Aunque la OTAN ha evitado entrar en el terreno bélico, la ayuda a Kiev es cada día mayor, no solo desde el punto de vista financiero sino de suministro de armas y tecnología de punta. Sin embargo, la nación agredida no solo tiene en vilo el dominio soberano de un poco más del 15% de su territorio (el correspondiente a las regiones anexadas por Moscú), sino que la infraestructura de transporte, servicios públicos, vial, comercial, industrial y hasta la energética está prácticamente derruida.

Todo ello mientras el mundo entero sufre las duras consecuencias económicas y sociales derivadas de esta guerra. El mercado del petróleo y el gas sigue marcado por los altos precios y la inestabilidad, efectos que serán más lesivos ahora que llega el invierno a Europa. La inflación derivada de la escasez de alimentos y agroinsumos producidos por las dos naciones enfrentadas no ha cedido pese a que desde agosto pasado se reanudaron las exportaciones por el mar Negro. Todo ello se ha convertido en el factor principal para un clima de recesión global a finales de este año, del que ningún país estará a salvo.

Otra conclusión imposible de negar es que, una vez más, quedó en evidencia el débil rol de Naciones Unidas como máximo ente multilateral llamado a ser definitivo en la resolución de los conflictos y pulsos geopolíticos. El eterno bloqueo del Consejo de Seguridad debido al poder de veto de las grandes potencias, es la mayor prueba de esa grave falencia. Apenas si pudo viabilizar la reanudación parcial de las exportaciones de granos y realizar algunas gestiones humanitarias, incluyendo un intercambio de prisioneros. Ni siquiera logró que Rusia respetara la misión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que viajó a Ucrania a verificar el estado de la central nuclear de Zaporiyia…

¿Qué puede pasar? El papa Francisco ha advertido que lo peor que le puede pasar a Ucrania y al mundo es que se resigne a ‘convivir’ con esta guerra en el este de Europa. Lamentablemente los hechos parecieran confirmar la advertencia del Pontífice: pasados ya ocho meses del inicio de la invasión, la posibilidad de una salida negociada es cada vez más lejana, en tanto que en el campo típicamente militar ninguno de los bandos está cerca de ganar. Por el contrario, la OTAN se extiende y reafirma posiciones cerca de las fronteras rusas, en tanto que Putin amenaza cada vez más con usar el arsenal estratégico nuclear… Todo ello en medio de un drama humanitario y saldo fatal que crece día tras día.