* Histórica participación colombiana
* Un ejemplo de tesón y resiliencia
Orgullo patrio. Eso es lo que deben sentir todos los colombianos tras la espectacular −un término más que pertinente− actuación de la delegación de nuestro país en los Juegos Paralímpicos de París, que culminaron ayer en la capital francesa. Tras clasificar la delegación nacional más numerosa de la historia a estas justas (78 paratletas) las expectativas eran altas, pero el esfuerzo y tesón de nuestros representantes rompieron todos los pronósticos: siete medallas de oro, siete de plata y 14 de bronce, además de 42 diplomas olímpicos.
De esta forma, Colombia consiguió una cosecha de 28 preseas, superando numéricamente no solo las 24 obtenidas en Tokio 2020, sino también la calidad de las medallas, puesto que en las anteriores justas se conquistaron tres doradas, siete de plata y 14 de bronce, ubicándose en la casilla 37.
Lo logrado en París también está por encima de todas las participaciones de nuestro país en las competencias paralímpicas (once). No solo porque se finalizó en la casilla 20, sino porque en cinco de las diez disciplinas en que participó logró podios, incluso rompiendo récords personales, continentales, paralímpicos y mundiales. Escuchar tantas veces las notas del himno nacional y ver la bandera en lo más alto de los estandartes ponen de presente la dimensión de la hazaña lograda, sobre todo en boccia, para atletismo, para cycling, para powerlifting y para natación. No menos importantes fueron las participaciones en fútbol para ciegos o el tenis en silla de ruedas. Todo ello terminó sumando para que Colombia figurara en la veintena de naciones con mejor desempeño y la confirmó como una potencia a nivel americano, superada solo por Estados Unidos, Brasil y Canadá. De nuevo China se alzó como el ganador de las justas, con segundo lugar de los británicos, en tanto que los ‘tío sam’ completaron el podio global.
En medio de todo ello, hay actuaciones superlativas, como las del para atletismo, que permitió 16 de las 28 medallas. Karen Palomeque es la reina de la pista, aunque también se destacaron Erica Castaño, José Gregorio Lemos, Mauricio Valencia, Jhon Sebastián Obando y Juan Alejandro Campás. Los nadadores Carlos Daniel Serrano y Nelson Crispín también rindieron al máximo y de paso, con las que sumaron en París, se convirtieron en los máximos medallistas en la historia nacional, con 10 preseas cada uno en varias ediciones de estos juegos. En otras disciplinas se destacaron los hermanos Chica, Fabio Torres, Juan José Betancourt y Paula Ossa, entre muchos otros.
Los logros alcanzados, tanto por quienes se colgaron medallas u obtuvieron diplomas, como por todos nuestros para atletas que compitieron con pundonor y se esforzaron al máximo por dejar en alto el nombre del país, son un ejemplo de la resiliencia y capacidad de sacrificio de una nación que ha sabido enfrentar múltiples retos y amenazas. Las historias de superación de muchos de estos para atletas están marcadas, lamentablemente, por las tragedias, pobreza, violencia y, sobre todo, por haber sido víctimas directas o indirectas de la guerra. Algunos de estos deportistas incluso hicieron parte de la Fuerza Pública en donde fueron afectados por explosión de minas antipersonal o atentados terroristas. Acciones que si bien les produjeron secuelas físicas y sicológicas, no apagaron sus sueños de aprovechar sus talentos deportivos para sacar adelante a sus familias y defender los colores patrios en los distintos escenarios, no pocas veces con apoyos precarios e infinidad de sacrificios personales, de sus allegados y entrenadores. Esta clase de situaciones se repite entre muchos de nuestros atletas, como ocurrió con varios de los ganadores de preseas y diplomas en los Juegos Olímpicos, que también albergaron a los franceses, con lujo de detalles.
Obviamente, en los buenos resultados logrados en estos paralímpicos hay que reconocer la gestión eficiente del respectivo Comité, el Ministerio del Deporte, las federaciones, ligas, entrenadores, guías y demás personal logístico y de apoyo. Este fue un trabajo en conjunto que debe tenerse como referente, no solo en cuanto a inversión presupuestal, sino en aspectos clave como el del Centro de Ciencias del Deporte, donde los atletas y para atletas acceden a seguimientos especializados en laboratorio, biomecánica, fisiología, dispositivos médicos y científicos, todo con el fin de potencializar al máximo sus cualidades competitivas. A lo anterior hay que sumar que los premios dados a quienes se destacan en las competencias cada vez tienen mayor cobertura y cuantía, un incentivo justo que disminuye sustancialmente el riesgo de pérdida o fuga de talentos. Los patrocinios de la empresa privada también han sido determinantes y deben ser reconocidos. Hay un camino a seguir, es claro.
Así las cosas, como se dijo al comienzo, no queda más que felicitar a la delegación que nos representó en estos Juegos Paralímpicos y agradecerles, con toda justicia, que nos llenaron de orgullo patrio, un sentimiento que requerimos multiplicar en medio de tantas contingencias y crisis de vieja y nueva data.