La atomización de España | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Septiembre de 2012

* Llamado a la reflexión

** Unidad, unidad, unidad, todo por la unidad

 

En buena parte la crisis económica y política que sacude a España tiene que ver no solamente con los gastos del Gobierno Nacional, sino con la permisividad que tuvo el gobierno de Rodríguez Zapatero con las regiones, en las cuales erogaron millonadas de euros, en algunos casos de manera tortuosa y asistencial y que atentaba contra una lógica para favorecer el desarrollo. Esa situación de las provincias de España se extiende también a las grandes ciudades, pueblos y aldeas, así como a los excesos que cometieron en materia de obras públicas inconvenientes como aeropuertos cuyas pistas habían costado sumas siderales y en donde no aterrizan suficientes aviones ni para pagar los gastos de funcionamiento. Lo mismo se repite con escuelas, bibliotecas, centros culturales, estadios, vías, trenes y toda suerte de obras que en algunos casos no fueron planificadas y hoy son insostenibles. ¿Cuántos miles de millones de euros se perdieron por la vía rota de la improvisación y el afán de gastar el dinero del Estado a manos llenas?

No imaginó el hoy presidente Mariano Rajoy que iba a encontrar una España en quiebra, ni por supuesto que tendría que manejar unas finanzas en bancarrota, pero es así y, a pesar de las medidas económicas austeras que ha tomado, cada día aparecen nuevos gastos y nuevas deudas para pagarlas, y tanto el Gobierno como los mismos españoles tienden a desesperar, como aquellos inquilinos de viejas casonas que en medio de una tormenta tienen que padecer las goteras, la amenaza de que se derrumbe la estructura, los huecos en el piso, las escaleras a punto de caerse, mientras intentan remodelarla rezan para que no se les venga encima, dado que no todos pueden emigrar porque su país y el de sus mayores tiene que resistir al precio que sea y en medio de la peor tasa de desempleo que agobia a Europa en estos momentos.

A todo lo anterior se suma la debilidad del modelo político español, que en su Constitución favorece el regionalismo excesivo y les da una soberanía exagerada a algunas comunidades autónomas. Precisamente, en Colombia, donde la Constitución de 1886 consagraba la unidad plena nacional, en 1991 nos dimos a imitar esas inconvenientes innovaciones de la Constitución española, lo que debilitó la unidad nacional que siempre ha girado en torno de una Presidencia fuerte, al derivar en la votación popular para los gobernadores, equivalente a lo que ocurre en España. La elección popular de los gobernadores en la que nada tuvo que ver Álvaro Gómez Hurtado, quien en su momento propició la elección popular de alcaldes. Semejante estado de cosas, avalado por la Constitución española, se ha convertido en la peor pesadilla del presidente Rajoy. Una España que carece de un imperio, reducida a la península y a las Canarias, que en esta honda crisis debiera marchar de acuerdo, como un solo hombre, para salir de la misma, afronta ahora la amenaza del separatismo impenitente que durante siglos cada cierto tiempo desafía su unidad. Los sangrientos ataques de ETA han tenido que ver siempre con ese afán independentista. Hoy las noticias gordas llegan por cuenta de miles de catalanes que se consideran diferentes al resto de españoles y para pagar las desmesuradas deudas que han acumulado en las épocas de los excesos financieros de Rodríguez Zapatero dicen que prefieren separarse antes que someterse a las restricciones que exige la alta política y la unidad española.

Si comparamos esta irracional actitud política con países como Estados Unidos o Latinoamérica, observamos que mientras los estadounidenses, que estaban divididos en trece colonias, cedieron para formar una gran nación que se convierte en potencia, el Imperio Español en América se disolvió en varios países y ahora España, presa del egoísmo individualista y la presión de los socialistas, va camino a atomizarse, lo que la convertiría en una especie de país que imitaría recientes modelos africanos.

Los españoles deben reflexionar. España ha sido grande en tiempos de los Reyes Católicos y de los Habsburgo, cuando apostó a la unidad y prevaleció como potencia mundial, desde el momento en que esa nación se deja llevar por los impulsos regionalistas y las guerras intestinas, su decadencia se hizo inevitable. Como diría un marqués de Valdegamas del siglo XXI, España debe mantener la unidad por encima de los grandes desafíos que la amenazan, o perecer. La unidad en todas las zonas, la unidad en todas las circunstancias.