La política caricaturesca | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Febrero de 2015

Pareciera  que por estas calendas la alta política ha desaparecido. Los grandes temas de Estado son maltratados por veteranos y neófitos. Como si existiera un cierto compromiso tácito entre los que opinan en  los medios para no comprometerse, muchos apelan al lugar común, prefieren los argumentos gaseosos que les permitan acomodarlos a los vaivenes de los cambios de humor de la población.

Esta actitud ante la vida ha mediatizado la capacidad crítica de los hombres públicos y de los periodistas, que se resguardan y no emiten la propia opinión, si la tienen. Por esencia el gran periodista es un crítico de su tiempo. Y esa condición crítica se agudiza en el caso de los caricaturistas. En el mundo occidental el intelectual crítico por excelencia ha sido Sócrates. De esta forma, el intelectual que analiza la sociedad en la que vive y la cuestiona es heredero del espíritu libre, sagaz y mordaz de Sócrates, que lanzaba el tábano al punto más vulnerable del contendor.

Quizá si no hubiera existido Sócrates en Occidente no habría progresado la caricatura que, entre otras cosas, parte de la burla de sí mismo. El caricaturista, como los griegos, sabe que le corresponde hacer un papel en la trama social, en el teatro vivo representado por todos, en especial por  los políticos.

Según su talento, un dibujo irónico y fértil puede capturar, como en una fotografía, la caricatura de un gobierno, un personaje, una sociedad… No ha de sorprender que el caricaturista, en un mundo en el cual prevalece la mentalidad cuadrada y el conformismo interesado e hipócrita, como el convencionalismo  trivial, sorprenda con su aguijón cuando desafía la banalidad  ambiente.

El caricaturista toma distancia del mundo en que vive  y lo analiza. También debe tener el golpe de vista para distinguir entre los farsantes, los sabelotodo de la política y el verdadero estadista. Los ataques terroristas en Francia pretenden apagar la llama del libre albedrío, que viene de Sócrates y no de Rousseau

y Voltaire, expresada en dibujos. Lo mismo acaba de ocurrir con el atentado a otro caricaturista en Dinamarca este fin de semana.