La reelección de Obama | El Nuevo Siglo
Miércoles, 7 de Noviembre de 2012

LA  campaña  para escoger al Presidente de los Estados Unidos, que va a actuar en  uno de los períodos más críticos de la historia, ha sido de las más reñidas de los últimos años. Hasta el momento ningún candidato que había perdido el primer debate televisivo había conseguido llegar a la Casa Blanca, con Obama se rompió ese dogma. Lo mismo que se quebrantó el mandamiento de campaña de que no sería reelegido un Presidente con el desempleo que impera hoy en los Estados Unidos. Los asesores lo reanimaron después de la sorpresa negativa que se llevó en el debate, en donde a ratos parecía otro y la iniciativa estuvo a cargo del republicano. En las dos siguientes confrontaciones por televisión, Obama mostró de nuevo su habilidad oratoria y retomó la ofensiva, con lo que consiguió frenar un tanto al contrincante, particularmente por la ventaja que mostró en cuanto al manejo de los asuntos de política exterior. Esos dos últimos debates fueron de Obama, lo que le permitió romper el mito del primer debate que condenaba a la derrota al que perdía. Y, desde luego, supo aprovechar el desborde de la naturaleza y atender a la población afectada por la tormenta Sandy, mostrando su solidaridad y atención a las víctimas. La verdad es que en los primeros debates en televisión no se daba sino uno. Y las cosas, como se comprobó en los dos siguientes debates, cambian si se reacciona a tiempo. Lo que puso a trastabillar un tanto la campaña de Romney, contra el que se redoblaron los ataques por sus millones, el pago de sus impuestos y el manejo de sus empresas. Lo mismo que se sacó de contexto su declaración sobre el voto latino, lo que, a su vez, hizo reaccionar a un sector que en otras oportunidades no es tan activo electoralmente y que picado en su amor propio resultó decisivo para la reelección presidencial.

Loa sondeos de opinión en algunos Estados fueron corroborados por los comunicados iniciales: durante las primeras horas de información sobre los escrutinios parecía que Mitt Romney iba adelante con 152 votos electorales: 38 de Texas, 16 de Georgia, once de Indiana, once de Tennessee, nueve de Alabama, nueve de Carolina del Sur, ocho de Luisiana y ocho de Kentucky, siete de Oklahoma, seis de Kansas, seis de Arkansas, seis de Misisipi, cinco de Virginia Occidental, tres de Dakota del Norte, tres de Dakota del Sur, tres de Wyoming y tres de los cinco compromisarios de Nebraska, de seguir así en otros Estados aumentaban las posibilidades. Un cierto optimismo en la campaña republicana, así tendía a indicar un eventual triunfo. Las cosas empezaron a cambiar cuando se conocieron las noticias de otros Estados de notable importancia, el presidente Barack Obama,  ganaba en once Estados, Vermont, Michigan, Nueva Jersey, Nueva York, Illinois, Connecticut, Rhode Island, Delaware, Maryland y Maine, y en el Distrito de Columbia, lo mismo que en el Estado de Massachusetts, donde el republicano había sido gobernador, con esa votación el gobernante-candidato obtuvo 123 votos electorales. A partir de ese momento la atención se desplazó a los Estados cuya inclinación decidiría la victoria, como Ohio y la Florida, pero ya se sabía cual sería el resultado en California, lo que sumado a otros avances electorales le daba un triunfo ventajoso al gobernante

Obama a partir de ese momento  les tiende la mano a sus adversarios de la víspera y reasume la plena responsabilidad presidencial, casi de inmediato en medio de la desbordante alegría de los suyos hace un llamado patriótico  a los dirigentes  de los dos grandes partidos “para afrontar juntos los retos que nos esperan”. No quiere el Presidente que se repita la confrontación partidista tan pugnaz  de los inicios de su primer mandato que tuvo negativos efectos en la economía.

En lo que se refiere a nuestras  relaciones con Estados Unidos, es evidente que  la Casa de Nariño, inmersa en las negociaciones en  Cuba, ha visto con buenos ojos el triunfo de Barack Obama, con el que tiene excelentes relaciones y ha recibido respaldo al intento de buscar un arreglo con las Farc. Relaciones que de ganar Mitt Romney, quizá, tampoco se habrían afectado, sustancialmente, en cuanto están reguladas en lo económico por el TLC.