La renuncia de Hernández | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Octubre de 2022

* ¿Es válida esa figura constitucional?

+ De cómo se evaporan 10,6 millones de votos

 

La decisión del excandidato presidencial Rodolfo Hernández en torno a renunciar a la curul que ocupaba en el Senado desde el 20 de julio por cuenta de la norma constitucional que otorga ese derecho al aspirante perdedor en la segunda vuelta por la Casa de Nariño, demuestra que esa figura adoptada hace unos pocos años no tiene mayor cabida dentro de la democracia colombiana.

En efecto, la salida de Hernández del Senado deja constancia de que en realidad esa figura está lejos de ser en la práctica lo que se pensaba en la teoría. Es decir, que el segundo en el balotaje defendería en el Congreso las tesis que llevaron a los votantes a sufragar por él, en contraposición con las ganadoras y en espera de una nueva oportunidad para ponerlas en plena vigencia desde el Ejecutivo.

Así lo hizo precisamente el actual presidente, Gustavo Petro, cuando al perder la segunda vuelta en 2018 no solo ejerció la oposición desde la curul del Senado, sino que asimismo prometió movilizar las calles y poner contra las cuerdas al primer mandatario de turno, como en efecto lo promovió en épocas de plena pandemia.

Hace cuatro años Petro perdió por dos millones de votos. Pero para las elecciones de 2022 se llevó la victoria, consiguiendo 11,3 millones de respaldos ciudadanos, mientras su oponente, el exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, logró 10,6 millones de sufragios, apenas 700 mil menos que su rival. Es decir, una diferencia pequeña en una contienda electoral que marcó récord de participación y evidenció, de paso, una polarización política muy profunda. De hecho, Hernández es el segundo candidato a la Jefatura del Estado más votado en la historia del país, después del hoy Primer Mandatario, superando los guarismos de los últimos tiempos.

Cuando en la reforma constitucional de “equilibrio de poderes”, aprobada en 2015, se creó esta figura en nuestro ordenamiento jurídico, la tesis fue clara: permitir que el aspirante que no alcanzó a llegar a la Casa de Nariño ocupe automáticamente una curul en el Senado (la respectiva fórmula vicepresidencial asume un escaño en la Cámara) otorga una vocería permanente e institucional a los millones de ciudadanos que no votaron por el electo Presidente pero cuya opinión política debe ser tenida en cuenta por el gobierno entrante.

Pero una vez asumió la curul senatorial, Hernández anunció que no se convertiría en el jefe de la oposición al presidente Petro y tanto él como su segunda a bordo, Marelen Castillo, junto a su partido, Liga de Gobernantes Anticorrupción (ahora con personería jurídica), se declararon independientes. De este modo, Hernández no se erigió como la contraparte del Ejecutivo y tampoco lideró grandes escenarios de análisis sobre el contenido de las reformas gubernamentales y las primeras ejecutorias de la Casa de Nariño. Menos aún recalcó las bases de sus propuestas de campaña y programáticas frente a lo que busca implementar el gabinete en varios frentes.

Al mismo tiempo, los partidos que lo respaldaron para la segunda vuelta, sin ningún acuerdo previo se declararon oficialistas, al contrario de lo que habían sostenido en la campaña tanto parlamentaria como presidencial, incluso promoviendo la candidatura del mismo Hernández. Exactamente lo contrario a lo sucedido en Chile, cuando finalmente la oposición ganó las jornadas del plebiscito que denegó la nueva Constitución que, en principio, contaba con mayorías abrumadoras.    

A ello se suma que la oposición en el Congreso está liderada por el Centro Democrático, cuyo número de curules es bastante inferior al del oficialismo. Y cuyo jefe natural, de otra parte, ya se ha reunido en dos ocasiones con el propio presidente, inclusive respaldando algunas de sus propuestas.

De hecho, varios gremios tomaron la delantera opositora, pero algunos han firmado con el propio gobierno acuerdos tildados de “históricos”, por ejemplo, en cuanto a la compra de tres millones de hectáreas para la reforma agraria.

Se ha configurado, pues, un escenario político que en nada refleja la polarización evidenciada hace tres meses en las urnas. La renuncia de Hernández, entonces, se da en unas circunstancias en que ya nada parece suscitar mayores sorpresas. Nadie lo hubiera pensado, ciertamente, cuando las encuestas dieron por descontado al menos un empate técnico, incluso con mayorías para el ingeniero santandereano.