La revolución agraria | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Noviembre de 2012

LAS negociaciones por la paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc culminaron el pasado jueves el ciclo cubano sobre el tema 'Política de desarrollo agrario integral'; poco se sabe de los términos de esas conversaciones, pero quedó claro que se aprobó realizar un foro popular en Bogotá entre el 17 y el 19 de diciembre. La Nación enfrascada desde el 19 de noviembre en comentar y analizar el tema del fallo injusto y adverso del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, poca atención les ha puesto a las noticias sobre las conversaciones en Cuba que por cuenta del Gobierno orienta Humberto de la Calle, con los comandantes de las Farc o sus delegados
Para el Gobierno, el tema de la tierra trata en exclusiva de lo que tiene que ver con el trasfondo social y las oportunidades de trabajar en el campo, de fomentar granjas experimentales de desarrollo, de conseguir líneas de crédito, de obtener asesoría para determinados cultivos, de la organización social y cosas por el estilo que son de suma importancia. Para los agentes de las Farc, la cuestión agraria abarca diversos asuntos como la propiedad de la tierra, del subsuelo, de la minería, la seguridad y otros aspectos, como se puede constatar en sus declaraciones de antaño y en las más recientes en Oslo, como en los portales donde dan a conocer sus puntos de vista. Es de suponer que los voceros del Gobierno en Cuba han conseguido ponerse de acuerdo con los voceros de las Farc, para seguir con el tema puntual de desarrollo integral del agro. Lo que sería un notable avance en ese punto crucial para las conversaciones.
Es de recordar que no se está negociando la política agraria del gobierno, ni la Ley de Tierras, que en su ambiciosa ejecución maneja el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo. Por el contrario, el ministro ha sido muy claro en enfatizar que el asunto de la política de tierras que viene ejecutando para devolverles a los campesinos las tierras de las que han sido despojados, muestran que “las Farc son responsables del 38 por ciento de los despojos de tierras en Colombia”, según las demandas presentadas por las víctimas. El Ministerio de Agricultura indica que se trata “de abandono o despojo por cuenta de las Farc de 662.468 hectareas”. La Unidad de Restitución de Tierras declara que ha recibido a la fecha 23.199 solicitudes de restitución de tierras que corresponden en su conjunto a 1.754.275 hectáreas.
Ya el ministro de Agricultura avanza en su política de restituir las tierras a las víctimas de la violencia y ese es puntal esencial del Gobierno en lo social. El ministro Restrepo ha sido claro; esa política no pasa por el tamiz de las negociaciones de paz, puesto que es su deber insoslayable restituir las tierras a las víctimas de los diversos actores en conflicto, entre otros las Farc. Lo que refuta las insidiosas sugestiones de los que dicen que se está entregando el campo a los alzados en armas en las conversaciones en Cuba por la paz.
Y ya que tenemos esa cifra de 1.754.275 hectáreas por cuenta del despojo y los efectos de la violencia en el país, lo que muestra que la lucha territorial no era en exclusiva por el dominio militar, sino por el control económico de la propiedad y las zonas de influencia por lo grupos armados, es preciso entrar a pensar en grande. Como en otras oportunidades lo hemos señalado; le falta a Colombia una verdadera política de siembra de bosques para aprovechar la tierra, el sol, el agua y la mano de obra de nuestros campesinos y de los actores de la violencia que dejen el fusil. En la Orinoquia podemos sembrar ocho millones de hectáreas de bosques, lo que modificaría esas regiones y le daría un potencial productivo casi que incalculable. Tenemos las condiciones reales para hacerlo. Y no se trata de una novedad o descubrimiento utópico, basta mirar lo que ha hecho Paolo Lugari, en el Centro Gaviotas en materia de arborización, para darse cuenta de las inmensas posibilidades de desarrollo si perfeccionamos ese modelo y lo trasladamos en grande a la Orinoquia. Así podríamos emplear a todos los reinsertados y otros sectores marginales de la población, transformaríamos tierras improductivas en productivas, y al aplicar las técnicas del serrado en Brasil que cultiva en zonas con débil capa vegetal, daríamos un gran salto productivo. Llevaríamos el desarrollo a esas zonas olvidadas y el mismo se extendería a la industria, donde la madera se podría transformar en la elaboración de diversos y múltiples productos. Esa sería la revolución más ambiciosa de la tierra y la industria en la Colombia del siglo XXI.