La soledad de Ucrania | El Nuevo Siglo
Viernes, 25 de Febrero de 2022

*  ¿Dónde está el vigor de las democracias mundiales?

* Putin fija nuevos objetivos militares

 

Uno de los hechos más patéticos de la invasión rusa a Ucrania es la magnitud de la soledad que se expresa en la lavada de manos de las supuestas potencias demócratas que dejaron a ese país a la deriva de las decisiones unilaterales de Vladimir Putin. No era, por supuesto, necesario que Ucrania perteneciera a la OTAN para que la población y democracia de aquella nación fueran amparadas internacionalmente, incluso desde el punto de vista militar. Es lo que, para los demócratas en general, está consagrado en la libre autodeterminación de los pueblos y los demás principios en que debe fundamentarse la paz mundial.

Ciertamente, todo ello permanece escrito en el manifiesto fundacional y los millones de documentos de la ONU, pero que, con lesivas conductas como la descrita frente a la debacle ucraniana, pierden cada día más vigencia y hoy acaso resulten totalmente inanes. De esa manera, es la impotencia de las democracias la que ha saltado a la vista en un estado de confusión lamentable. Porque muchos cacarean que no le tienen miedo a Putin; que a fin de cuentas el verdadero propósito universal consiste en un combate mancomunado contra la autocracia; en suma, que el punto central es la defensa de las libertades en el mundo, lo cual de hecho es cierto… pero cuando se trata de llevarlo a la práctica, y hacer prevalecer estos postulados democráticos esenciales, sobre los que además se pretende llevar la vocería global, hay una fuga estrepitosa.

Entonces, a una agresión militar inconcebible como la de Putin sobre Ucrania, los voceros del sector democrático mundial intentaron contestar con una serie de sanciones comerciales contra Rusia, que al final dividieron a sus integrantes, dejando básicamente el bloqueo financiero contra Putin y su círculo, al estilo de las que pesan hace tiempo sobre Nicolás Maduro en Venezuela. Porque, aunque las sanciones generales eran una opción, más bien apuntaban al estrangulamiento del pueblo ruso en vez de resolver el problema directo. Y que tampoco excluyen en modo alguno la defensa perentoria e inmediata de Ucrania, con los medios legítimos y necesarios para hacerlo, incluyendo los aspectos militares. Salvo que se piense, como pareciera de la actitud asumida, que hay democracias de primera, segunda y tercera… y dependiendo del escalafón se insta al mundo a actuar o no con mayor decisión.

¿Pero qué de menos tiene Ucrania frente a Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumania o los países bálticos, cuyas democracias sí se prometen defender, en la misma región, por estar en la OTAN? ¿No es Ucrania, por lo demás, la insignia histórica del paneslavismo? ¿Acaso, lo que se quiere es una fractura como la de Yugoslavia, después de guerras civiles interminables y genocidas? ¿O permitir el despedazamiento ucraniano de acuerdo con la política reiterativa desde la pérdida de Crimea ante Putin, en la época de Barack Obama, cuando se propusieron sanciones similares a las de hoy y nada ocurrió? A decir verdad, a Ucrania se la dejó sola. No hay siquiera necesidad de escuchar la voz clamorosa y solitaria de su presidente para corroborarlo.

Todavía peor si se tiene en cuenta que, una y otra vez, y por lustros, se le aplazó a Ucrania el ingreso en la OTAN, aunque siempre se le insinuó que algún día lo lograría, eso sí, a cambio de desmantelar rápidamente su gigantesco arsenal nuclear, una vez caído el Muro de Berlín y establecido el nuevo orden mundial tras el colapso del bloque comunista. Así lo hizo y así se le paga hoy, abandonándola hipócritamente a su suerte.

Asimismo, nada peor que el mensaje de que Ucrania no pertenece a OTAN para no asumir su defensa por parte del bloque democrático. Una política aprensiva que al mismo tiempo le ha dado a Putin el espacio y la tranquilidad para señalar sus otros objetivos militares. En efecto, ahora ya no solo se trata de Ucrania, sino también de Finlandia y Suecia, que no pertenecen a esa alianza defensiva y que hacen parte de la óptica (mucho más allá de la soviética) de que está imbuido el nuevo “zar” del antiguo imperio ruso. Y que por ende están en su mira. ¿Pero se van a abandonar estos países democráticos por no estar en aquel pacto militar? ¿Acaso, más allá, ocurriría lo mismo con Taiwán, Corea del Sur o Colombia?

Por supuesto, Putin tenía preparada de hace tiempo la invasión a Ucrania. Y debió ser allí, cuando produjo la dramática usurpación de esta semana contra un país democrático y soberano, que era perentorio contestar en toda la línea para proteger el orden mundial. Y ese es el primer problema que todavía está por resolverse.