La tragedia ucraniana | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Marzo de 2022

* Estrategia de Occidente

* La valiente resistencia al invasor

 

Puede decirse que son varios los cambios universales a raíz de la guerra en Ucrania, que hoy cumple un mes. Incluso, antes de estallar, la atención del mundo se centraba en los alcances de una pandemia que nadie jamás pensó pudiera ocurrir en los tiempos contemporáneos, causando gigantescos estragos económicos y sociales en todos los rincones del globo, aparte de los más de seis millones de decesos que, a raíz de las constantes mutaciones del coronavirus, se registran hasta hoy entre 474 millones de contagiados en el planeta.

En medio de ese panorama, ya de por sí dramático, la agenda mundial cambió de forma contundente. El combate al cambio climático, que ocupaba un lugar preponderante, pasó a un segundo plano. Al mismo tiempo el foco principal se dirigió en mantener las economías nacionales a flote y amparar a los más vulnerables, a partir de transferencias estatales colosales, mientras la ciencia logró ponerse a tono con el raudo descubrimiento de las vacunas.

Lo anterior, en no poca proporción, disminuyó la angustia global ante la epidemia que, en un principio, se anunció aún más catastrófica y que tan solo lograba enfrentarse, al comienzo, con las cuarentenas propias de la Edad Media. Tras los planes de vacunación, se dio paso a la tesis de la “nueva normalidad”, es decir, que la población mundial debía acostumbrarse a vivir con esa patología circundante y las normas sanitarias para evitarla.

 Fue ahí cuando, a comienzos de 2022, el mundo comenzó a enterarse de aquella eventual guerra patrocinada por Vladimir Putin, presidente ruso, contra Ucrania, y al estallar el conflicto se dio desató la estupefacción global. En efecto, a un mes de ello, la estrategia de Occidente, liderada por Estados Unidos en cabeza del presidente Joe Biden, ha sido la de actuar directamente contra su homólogo ruso, acorde con la declaratoria previa de paria universal.

Y a partir de ahí tratar de inferirle una derrota definitiva, bien por vía de un golpe de Estado interno, la asfixia económica, la rebelión ciudadana en Moscú, la implosión de las provincias rusas, el apartamiento de Putin por insania mental, la sindicación de criminal de guerra, la presión sobre los magnates surgidos a raíz de su favoritismo después del colapso soviético, o cualquier otra circunstancia que termine, de una vez por todas, con su influjo tanto en su país como en el concierto internacional.

De esta manera, como puede constatarse de los episodios de las últimas semanas, hay dos escalafones. Uno, el de la propia invasión de Rusia a Ucrania con sus secuelas dramáticas. Y otro, el de la caza de Putin, rodeándolo por todos los flancos, salvo el militar. Es decir, haciendo énfasis en la guerra política y económica que, como se ha visto, ha adquirido un carácter orbital por su impacto en las diferentes aristas monetarias, energéticas y alimentarias, entre las principales.

Por otra parte, la invasión rusa se ha caracterizado por dos elementos. De un lado, la insistencia de Biden y los aliados occidentales de que, en modo alguno, habrá compromiso de fuerzas militares de la OTAN en territorio ucraniano y, de otra parte, el estímulo a la resistencia del pueblo agredido, exaltando el carácter heroico de su presidente, Volodímir Zelensky, que por el momento es el hombre del año 2022.

No obstante, muchas de las solicitudes militares hechas por Ucrania a Occidente no han tenido el debido recibo, por cuanto el temor evidente ha sido el del escalamiento de la confrontación. En mayor medida, desde que Putin dejó deslizar posibilidades de que la contienda bélica, que él llama “operación especial”, pasara al terreno nuclear. De hecho, en estos días, los consejeros del primer mandatario ruso sostuvieron que ese arsenal solo sería utilizado como mecanismo de defensa en caso de ataque a Rusia. Pero en todo caso las probabilidades de una tercera guerra mundial, por más lejanas que parezcan, siguen implícitas.

Bajo ese trasfondo, hoy el punto central radica en cómo puede terminarse la guerra de Ucrania. Por lo pronto las negociaciones entre las partes no han prosperado, pero se sabe que las demandas rusas obedecen a lo que no han dejado de decir de hace tiempo: el reconocimiento de la independencia de Crimea y otras provincias ucranianas fronterizas con Rusia. A lo que, asimismo, Ucrania se ha negado por considerarlas parte integral de su territorio. Y, entre tanto, el mundo observa atónito, en medio de las muertes y la diáspora, como no parece haber solución a la vista. Ese es el gran drama.