López, el símbolo | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Febrero de 2015

*Un proceso viciado, régimen en evidencia

*El más craso error del gobierno Maduro

Si  el tiempo se pudiera devolver y el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro tuviera de nuevo la oportunidad de  analizar si un poder judicial, cooptado por el oficialismo chavista, debía, contra toda evidencia, dar la orden de encarcelar al líder opositor Leopoldo López, muy posiblemente la decisión sería contraria a la que se tomó hace un año. Y es que el 18 de febrero de 2014 bien podría decirse que marcó un punto de inflexión en la crisis que azota al vecino país, porque la entrega a las autoridades del dirigente opositor tras ser acusado sin base cierta de cinco delitos, incluyendo los de homicidio y terrorismo, fue una especie de banderazo para abrir una caja de pandora que permitió al mundo conocer de cerca y mes tras mes hasta qué punto Venezuela corre el riesgo de convertirse en un Estado fallido.

Sin demeritar en modo alguno las calidades personales y políticas de López, lo cierto es que ha sido el régimen venezolano el que con su accionar atropellado y violatorio de todas las garantías judiciales y de derechos humanos, lo erigió y convirtió en un símbolo internacional de la lucha contra la injusticia en esa nación. Un proceso penal lleno de toda clase de irregularidades, un poder judicial claramente politizado, la inexistencia del debido proceso y garantías mínimas para la defensa así como condiciones precarias de encarcelamiento que hacen recordar las de las dictaduras latinoamericanas décadas atrás, tienen hoy al dirigente opositor como el mayor dolor de cabeza para el gobierno Maduro. La ONU y la OEA, pasando por instancias de derechos humanos de todo el mundo, así como múltiples gobiernos, con Estados Unidos y Colombia a la cabeza, todos al unísono han pedido la liberación de López. Sin embargo, Caracas se muestra inflexible y a sabiendas de que sus alegatos sobre la ‘transparencia’ del proceso no tienen mayor credibilidad en nivel interno y casi nula en el externo, ha dado muestras de no saber qué hacer para salirse del problema, al punto que la afirmación del Vicepresidente en torno de que se trataba de un “preso político” tuvo que ser corregida y, en un hecho que raya en lo insólito, el propio Maduro a comienzos de este año llegó al extremo de sugerir la posibilidad de canjearlo por un independentista puertorriqueño preso desde 1981 en Estados Unidos por delitos de conspiración y otros.

Pero el caso López no sólo ha concitado la preocupación mundial por un proceso penal irregular y la diaria incertidumbre sobre el respeto a la vida y dignidad del encarcelado dirigente, sino que permitió a la prensa y a la comunidad internacional saltarse el cerco informativo que el Gobierno insiste en imponer para esconder la crisis política, social, económica e institucional que atraviesa. Los hechos son contundentes: inflación del 68 por ciento el año pasado; crisis fiscal por cuenta de la caída del 60% en los precios del petróleo, que aporta el 96 por ciento de las divisas;  desabastecimiento de uno de cada tres productos básicos; dos firmas calificadoras de riesgo advirtiendo la posibilidad de default en el corto plazo; parálisis industrial, comercial, fuga de capitales y caída en picada de inversión extranjera por cuenta de expropiaciones y otras políticas económicas intervencionistas; la existencia de cuatro tipos de bandas cambiarias; tasa de homicidios de las más altas del continente; creciente armamentismo entre la población; y todo ello unido a un clima social explosivo, en el que la situación dramática de millones de venezolanos es tan álgida que está borrando poco a poco las otrora orillas irreconciliables entre chavistas y antichavistas, como se evidencia en las marchas que se extienden por todo el país.

Y, como si lo anterior fuera poco, el peso específico que mes tras mes gana la figura de López a escala local e internacional ha permitido, y hasta forzado, que la oposición supere divisiones y roces de protagonismos, para volver por la ruta de unir fuerzas y prepararse para plantear dura pelea al régimen en las próximas elecciones legislativas.

Como se ve, para el gobierno Maduro el encarcelamiento de López no sólo constituyó un error por tratarse de un proceso judicial a todas luces viciado, sino porque, un año después, es evidente que las situaciones dramáticas que han rodeado su estadía en prisión y el eco de sus irredimibles llamados a mantenerse firmes en la lucha por recuperar la democracia venezolana, pusieron al régimen, su incompetencia y la dimensión de la crisis derivada de la misma, a la vista de todo el mundo.