Orden y desorden | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Diciembre de 2013

* Tendencia social a la disolución

* Llamado de Santos a la cordura

 

Las  sociedades que se establecieron en nuestra región se han debatido en sus repúblicas por lo general entre dos disyuntivas: orden y desorden. En algunas regiones se han copiado al calco las constituciones y los códigos más novedosos de Europa, con la esperanza de que imperase el orden como en Suiza, donde la sociedad funciona como un reloj y cada quien cumple a rajatabla con los mandatos de ley. Entre nosotros se llegó casi a calcar la Constitución estadounidense, para convertirnos en Estados Unidos de Colombia, en 1863, con la esperanza que abrigaban los radicales de que el país se convertiría, por arte de magia y regido por esa Constitución, en una potencia. No importaba que en la Asamblea de Rionegro les hubiesen cerrado la puerta a los conservadores, a diferencia de la Unión norteamericana en donde todas las tendencias políticas tuvieron cabida para debatir y aprobar su Carta Política. Al repasar la reseña histórica  de las fórmulas constitucionales de Rionegro, pese a las buenas intenciones de algunos de esos legisladores -que incorporaron el derecho de gentes, para infringirlo mil veces-, encontramos que nos condujo a un desorden generalizado, la guerra civil, la postración económica, el atraso, la guerra religiosa y, por todas las cosas, el resultado fatal de consagrar para casi todos los cargos, incluidos los jueces, que fuesen electivos, sin importar que imperara el fraude.

La Regeneración de Rafael Núñez, antiguo liberal independiente, que se espantó al ver el desastre que causaban las ideas e instituciones importadas, en un país con una cultura diferente a la de los Estados Unidos, propenso a la dispersión y la anarquía, no fue otra que la de enfrentar el desorden con el orden. Quiso regenerar las costumbres políticas elevando la cultura política de las gentes y fomentando el compromiso ciudadano con la autoridad, la responsabilidad civil y la exaltación de los valores nacionales. Esa ha sido la más grande contrarrevolución de nuestra historia que no tenía otra finalidad que derrotar el desorden. La Constitución de 1886 la elaboraron prestantes juristas y políticos de ambos partidos, que en lo fundamental siguieron la orientación del famoso mensaje a los delegatarios que hizo Núñez, que no era otra cosa que comprometer a la Nación con su voluntad política en la consagración del orden. Contra la Regeneración de Núñez y el fortalecimiento del Estado se alza en armas la oposición, que a la postre resultó derrotada una y otra vez. Será a partir de la Guerra de los Mil Días, en el gobierno del general Rafael Reyes, que se vuelve al espíritu pleno de la Regeneración, del orden como fundamento de la concordia política y el desarrollo social, que nos da la más larga etapa de paz en la historia nacional. La otra etapa de orden, que desafía la subversión que seguía el modelo cubano, será el Frente Nacional, que pese a que proscribió a los sectores que no estaban en el acuerdo pactado en España de los cargos públicos, resultó eficaz en la misión de abolir la violencia liberal-conservadora.

Se convocó a demoler la Carta de 1886 por cuanto algunos la consideraban anticuada por tener más de 100 años. En 1991 se avanza a un reformismo exacerbado que ha horadado el orden con todas sus implicaciones. Hoy estamos en la contante lucha que se libra en el interior de la sociedad y las instituciones, entre el orden y el desorden. No faltan por lo mismo exaltados en las distintas fracciones. Los anarquistas que están por abolir las instituciones. Y los que pretenden que la Contraloría de la República desaparezca para que no siga con sus pesquisas sobre el destino de los dineros públicos. Otros están acordes con que persista el teatro de la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, que consagra en todas las ocasiones la impunidad.

Apoyamos la decisión del presidente Juan Manuel Santos de convocar a los responsables de todas las instituciones y al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, para intentar restablecer el orden o, por lo menos, que entre bomberos no se pisen las mangueras.