Prudencia y objetividad informativa | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Agosto de 2013

*Prolegómenos del referendo

*Se abre tronera para la tercería

 

Cualquier observador imparcial del acontecer nacional, de la política y de la crispación que produce en las altas esferas el paro, en el que se ha visto a las muchedumbres indignadas de distintas regiones del país, con sus atuendos característicos  regionales,  protestar contra las penurias que padecen por cuenta de las duras realidades económicas que los persiguen por diversos motivos, desde la competencia desleal que sufren sus productos, elevados costos de los fertilizantes y de la materia prima, que, en ocasiones deben importar,  como de transporte por cuenta del alza continua de los combustibles y la pésima infraestructura, entienden que la convulsión social no se puede manejar a palos, que es necesario atender los problemas en un gran esfuerzo de diálogo y concertación.

Cuando las masas desesperan por el hambre que golpea en sus hogares de manera implacable, como es el caso de los carboneros de Boyacá, la represión no es la solución, así de momento por la fuerza se someta a los revoltosos. Esos carboneros que trabajan en las minas sin ver el día sino por rareza, en condiciones infrahumanas, acostumbrados a arriesgar la vida a diario, están en paro desde cuando el precio del mineral cayó a la baja y resulta antieconómica su explotación. Situaciones similares se observan en  los lecheros,  productores de pollo, de los artesanos del cuero, de diversos sectores de la industria que están siendo arrastrados a la quiebra por la antigüedad improductiva de su maquinaria o la competencia desigual, así como los transportadores. Nada de eso es sorpresivo, lo que en cierta forma es novedoso, no inesperado, que la crisis de los Estados Unidos, Europa y en menor grado de Asia se profundiza. Sin que las famosas locomotoras de la economía colombiana arranquen como se esperaba, puesto que dependen en gran medida de los pedidos del exterior.

En ese clima crispado por el descontento el expresidente Andrés Pastrana, al retornar al país, casi que al bajar del avión, salió con unas duras declaraciones, en las que manifestó que está contra la reelección y la alianza de las tres SSS, Samper, Serpa y Santos. Y agregó que estaba más cerca de Uribe. Lo que indicaba a las claras que muchos están por aliarse hasta con el diablo contra la reelección. Estas declaraciones traspasaron las anchas paredes de la Casa de Nariño, dado que,  como negros nubarrones anuncian que la sociedad colombiana se divide  aún más y vienen grandes tormentas. Es precisamente ese momento el que de manera audaz escoge el presidente Juan Manuel Santos, para  hundir el acelerador de su gestión por el entendimiento con las Farc e intentar unir a la Nación en el afán de arrancar a esta guerrilla un acuerdo de paz. En principio consiguió su objetivo, se minimizó un tanto el impacto negativo del paro y de las declaraciones de Pastrana, sin conseguir borrar el efecto de ambos factores que parece que van a pesar en las próximas elecciones.

Santos sabe que a los gobernantes, lo mismo que a los maridos que descuidan a la mujer, la sociedad les cobra que  bajen la guardia, por tanto se mantiene en estado de alerta. Y lo demostró al salir a proponer un referendo, con la idea de recobrar la iniciativa política y unir a la Nación en torno suyo, a sabiendas de que la mayoría de los colombianos somos gentes de paz. Siendo que no se puede equiparar a las Farc, que siguen disparando desde la clandestinidad, y sus 10.000 milicianos, con 40 millones de colombianos, puesto que ese sería un despropósito colosal. Colombia no toleraría que una guerra en la que nuestro pueblo ha puesto los muertos por más de medio siglo para impedir que los violentos se tomen el poder por la fuerza, entregara su destino por cuenta de la claudicación en La Habana. Santos lo sabe, lo que intenta hacer no es solamente acallar a sus opositores, quiere mediante el referendo un cheque en blanco, para que las Farc desistan de la exigencia de ir a una Constituyente. El cheque en blanco le permitiría arrancarles la firma de un convenio a las Farc e ir a unas elecciones en las cuales los que voten por la paz, posiblemente voten por sus listas y avalen así la reelección.

En ese sentido la movida presidencial no es simplemente una jugada de tahúr, si se leen cuidadosamente las palabras de Santos en otras intervenciones se constata que ese podría ser el prólogo de un gran cambio político e institucional, para  forzar un  realinderamiento de fuerzas, y  profundizar en su proyecto que no se reduce como algunos dicen a pisar los huevitos programáticos al expresidente Álvaro Uribe, sino que va mucho más lejos.  Santos se la juega por un nuevo mandato presidencial o por imponer a un sucesor, por lo que se esfuerza en alinear a los partidos que lo apoyan y aislar a sus contendores. No ignora que de bajar los precios del petróleo como temen en Arabia Saudita y los expertos de la OPEP, Colombia sufriría un gravísimo impacto político, económico y social, así que debe impulsar los arreglos por la paz en breve tiempo. Y no ignora que si se divide el establecimiento se abre una tronera para que un tercero le dispute el poder.

Sería una irresponsabilidad imperdonable salir a especular sobre el fondo de la lacónica propuesta presidencial, sin siquiera conocer ni por terceros lo que opina al respecto La Habana, dado que las Farc suspendieron los diálogos para estudiar la conveniencia o inconveniencia para ellos de un referendo, ni  sin conocer de los acuerdos que estarían  sujetos a lo que decidan las urnas, que no siempre tienen la razón. Y sin saber atender de primera mano la argumentación del presidente Santos. Lo que sí podemos adelantar, con la mayor responsabilidad y prudencia,  es que por medio de una Asamblea Constituyente o de un referendo, no se pueden eludir los pactos humanitarios de los cuales es signataria Colombia, ni desconocer en ese campo a la Corte Penal Internacional de Justicia de  La Haya, puesto que para hacer efectivo un contrato con las Farc  se requiere de tres cosas básicas, Verdad, Justicia y Reparación.

 

Santos se la juega por un nuevo mandato o por imponer a un sucesor, por lo que se esfuerza en alinear a los partidos que lo apoyan y aislar a sus contendores