Pulso por los intereses | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Noviembre de 2023

* Gana terreno opción de rebajar las tasas

* Independencia del Emisor es indiscutible

 

La autonomía administrativa, patrimonial y técnica del Banco de la República es uno de los principales activos de la estabilidad y seriedad de la economía colombiana a lo largo de las últimas décadas. Sin la independencia de la junta directiva del Emisor para tomar decisiones como máxima autoridad monetaria, cambiaria y crediticia, difícilmente el país podría alcanzar logros como el de esta semana con la colocación de bonos sociales de deuda pública por más de 2.500 millones de dólares.

El mandato constitucional es claro en torno a que la principal función del banco central es preservar la capacidad adquisitiva de la moneda, en coordinación con una política económica general que debe propender por estabilizar el producto y el empleo en niveles sostenibles de largo plazo. Por ello está facultado para adoptar las medidas que considere necesarias para regular la liquidez y facilitar el normal funcionamiento del sistema de pagos. Todo ello en complemento de otras tareas vitales como administrar las reservas internacionales, hacer las veces de prestamista y banquero de los establecimientos de crédito y servir como agente fiscal del Gobierno.

En estas páginas siempre hemos defendido la preservación de la autonomía integral del Banco, sobre todo ante las intentonas de algunos congresos y gobiernos para lesionar su independencia y subordinar la junta directiva a criterios y pareceres macroeconómicos coyunturales, cuando no caprichosos o evidentemente antitécnicos, alejados de la ortodoxia que ha distinguido a esa instancia monetaria.

En los últimos meses, cada vez con más intensidad, se ha generado un debate de alto calado en torno a si el Emisor no debería empezar a bajar sus tasas de interés de referencia, las mismas que desde hace más de un año subió de manera sostenida con el fin de atajar el impacto de la escalada inflacionaria que, al estilo de una pandemia, se extendió por todo el globo en 2022, llevando a que Colombia, por ejemplo, cerrara con un aumento del costo de vida del 13,12%, el rubro más alto en este siglo.

No pocos gremios, analistas, centros de estudios, Gobierno e incluso voceros de la banca multilateral consideran que esta política contracíclica que se aplicó por muchos bancos centrales en todo el mundo ya cumplió su periodo de vida útil, no solo porque la cresta inflacionaria empezó a ceder desde hace varios meses, sino porque a la larga terminó afectando de tal manera el dinamismo productivo, la inversión, el consumo y el mismo poder adquisitivo de las familias, que, puesta sobre una balanza, su efectividad es hoy muy relativa. De hecho, en la mayoría de países los intereses ya han bajado lenta pero sostenidamente.

En su última reunión la junta del Banco determinó, aunque con división a bordo, mantener la tasa de interés de política monetaria en 13,25%. Si bien dos de los codirectores eran partidarios de flexibilizar el indicador en 25 puntos básicos, los otros cinco votaron por no moverlo en espera de conocer qué pasaría con el costo de vida al cierre del año.

Para la mayoría de integrantes de la Junta tanto la inflación anual total como la básica se mantienen a la baja, pero con un ritmo todavía muy lento. Además, si bien se han abaratado bienes y alimentos, otros rubros no ceden. A ello debe sumarse que las expectativas inflacionarias no bajan lo suficiente y, por el contrario, parecen repuntar por el temor al impacto del fenómeno climático del Niño, la fijación del salario mínimo para 2024 y el alza en el precio de la gasolina, que podría ir acompañada de un reajuste en las tarifas de energía y -definida esta semana- de peajes.

Frente a esa percepción otros sectores consideran que con la economía en plena descolgada, al punto que el cálculo más optimista de crecimiento a diciembre no supera el 1,8%, es necesario darle una ordenada y decidida inyección de liquidez al aparato productivo, abaratando el crédito, fomentando la inversión, dinamizando el accionar empresarial y reactivando tanto el empleo como el consumo de los hogares. Incluso se trae a colación que el sector financiero ya disminuyó sus tipos para determinados segmentos de clientes en aras de aliviar su deuda y darles margen de compra.

Como se ve, el debate aquí no es, como equivocadamente lo han querido direccionar algunas voces de la izquierda radical, sobre la autonomía del Emisor, que debe seguir intacta. La discusión es sobre la rebaja de las tasas de interés y es claro que esta tesis, incluso al interior de la junta, gana más apoyo día tras día y debería concretarse antes de que termine 2023.