Punto de inflexión electoral | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Marzo de 2022

* Bloques ideológicos bien diferenciados

* Campaña parlamentaria, en segundo plano

 

 

 

Desde que se estableció la Constitución de 1991 es muy probable que pocas elecciones, como las del domingo próximo al Congreso de la República, modifiquen el mapa político colombiano de una manera tan decisiva. Que, ciertamente, fue uno de los propósitos o al menos será uno de los resultados más evidentes de la plataforma constitucional emitida hace 30 años.

Ya no solo será, pues, la implosión de los partidos tradicionales en múltiples insignias. Ahora, el punto esencial consistirá en la división parlamentaria en dos bloques ideológicos bien diferenciados. Es decir, lo que en Colombia llaman (muy al estilo francés) la derecha y la izquierda, con sus matices centristas adicionales de cada lado. En suma, dos tendencias que en esta ocasión terminarán de configurar el espectro de las ideologías que ha venido surgiendo de algún tiempo atrás, con la aparición de nuevos partidos afiliados a uno u otro sector. De allí que estas elecciones tengan un carácter trascendental puesto que señalan un punto de inflexión. Y no es exageración decirlo. Aparte de los cambios en el número de curules en cada partido, lo que en el fondo interesa es la configuración de ambos bloques. Lo cual, naturalmente, es un fenómeno inédito dentro del devenir de la política colombiana.

De esta manera, la noción de la autoridad, la percepción sobre el Estado Social de Derecho, los deberes ciudadanos como canon político, la vida desde la concepción, el alcance de la propiedad y el desarrollo de la iniciativa privada, la protección del ciudadano como un todo y no dividido por sus características identitarias, el soporte de la ética pública, los límites de la intervención estatal, el respeto por las instituciones, el significado real de la paz y, en general, toda la gama de conceptos que dan curso a la democracia colombiana, dentro del orden y la libertad, es lo que está en juego.

De modo que no se trata de unas elecciones cualquiera, así muchos quieran comprimirlas en el mundo limitado y autista de las redes electrónicas, en la simplificación de los trinos y de las consignas publicitarias, en las camorras diarias y extenuantes, en fin, en la palabrería sin fondo.                 

En el país, asimismo, se separaron de hace tiempo las elecciones parlamentarias de las presidenciales, con el objeto de respetar la autonomía del elector para dos eventos democráticos de características diferentes. Sin embargo, en esta oportunidad la interferencia de la campaña presidencial en la parlamentaria, a través de las consultas interpartidistas para seleccionar los candidatos a la Casa de Nariño, ha desquiciado en buena medida esa independencia que se suponía crucial para que la integración del Congreso copara la atención del ciudadano. De hecho, solamente en los últimos días los aspirantes a ocupar una curul en las corporaciones públicas legislativas han logrado ganar algún espacio frente a la incidencia permanente de las consultas. Lo cual no se sabe muy bien si redunda en beneficio de una democracia sana o más bien produce confusión y desconcierto.

Por supuesto, ya cerca de cumplirse la jornada electoral, es de anotar que continúa siendo una grave anomalía constitucional la circunscripción nacional para Senado, no solo por los gigantescos costos que ello implica en el ejercicio de la política. Además, de nuevo varios departamentos se quedarán sin curules efectivas en la máxima entidad del Legislativo, manteniéndose la erosión acostumbrada de la democracia representativa. Lo cual, ciertamente, no es bueno porque uno de los graves problemas del país consiste en la gigantesca diferencia que existe entre unos y otros departamentos.

De la misma forma, todavía resulta un reproche que no se le haya puesto coto al sistema del voto preferente, propiciando las empresas electorales individuales. Ese es el origen, precisamente, del fraude y la compra de votos que serían menos lesivos adoptando las listas únicas. En todo caso, es indispensable que las autoridades puedan actuar en tiempo real para evitar que, aun a pesar de los escándalos, esos fenómenos se sigan reproduciendo.

Por otra parte, el nuevo Congreso tendrá que asumir con decisión aquellos temas, propios del Legislativo, sobre los que, según la Corte Constitucional, ha abandonado sus funciones. Es muy grave. Recuperar la majestad y volver por sus fueros es indispensable para una institución irremplazable en cualquier sistema democrático.

No es, entonces, una jornada electoral cualquiera la que se llevará a cabo el siguiente fin de semana. Por el contrario, bajo el espectro de la derecha y la izquierda, con sus matices, está a punto de definirse el futuro de Colombia. Y eso es lo que hay que tener en cuenta.