* Colectividades ajustarán sus cúpulas
* Urge una diferenciación programática
Tras el nuevo mapa político dictado por los comicios departamentales y municipales la mayoría de los partidos y movimientos alistan sus respectivas convenciones, congresos y hasta procesos constituyentes para renovar sus cuadros directivos y fijar las hojas de ruta para un largo período que se caracterizará, principalmente, porque durante dos años largos no habrá ninguna cita en las urnas.
Serán tres los elementos que marcarán las movidas en las cúpulas partidistas. De un lado, deberá reflejarse el escenario proyectado por la escogencia de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. Es claro que muchos dirigentes y congresistas quedaron muy golpeados tras las elecciones regionales, mientras que otros liderazgos, nuevos o resucitados, tuvieron el favor popular y es seguro que ese ajedrez político presionará para tener cabida en las directrices de las colectividades.
En segundo lugar, el hecho de que exista, tras dos años de constante pulso electoral, un trayecto largo sin competencia día a día por apoyos y votos, tiene que enfocar a las instancias decisivas de los partidos en la urgencia de definir estrategias políticas y legislativas que les permitan aterrizar en proyectos, leyes, reformas constitucionales y otras medidas sus respectivos programas y plataformas ideológicas. Por más que la coalición de la Unidad Nacional reúna a la mayoría de las colectividades y domine por tanto casi el 90 por ciento de los escaños en el Congreso, es necesario por el bien de la democracia y la supervivencia y posicionamiento de los distancias facciones, que haya una diferenciación ideológica entre las mismas. La amplitud de la coalición permite fijar y tramitar prioridades programáticas del Ejecutivo pero no puede llevar a una sensación de unanimismo y pasividad en la defensa de las posturas particulares y bandera de cada partido.
Y en tercer lugar, los cambios que se apliquen en las directivas de las colectividades que hacen parte de la coalición, aquellas que se catalogan como independientes y la única que se ha declarado en abierta oposición a la Casa de Nariño necesariamente tendrán que ir dando cabida a un tempranero debate sobre la reelección presidencial, que si bien es cierto resulta abiertamente prematuro y casi insólito, dado que el actual Jefe de Estado apenas si ajusta un poco más de 15 meses en el poder, ya será muy difícil de neutralizar.
Es mucho lo que estará en juego en el ajuste que se avecina. Los liberales preparan una constituyente en la cual no sólo deben elegir directivas sino que quieren apuntalar el proceso de reunificación que vienen impulsando. La U también alista renovación de directivas en medio de pulsos internos y cada vez más álgidos entre las franjas santistas y uribistas. Los conservadores enfrentan duro debate en torno de la apertura en las instancias de dirección a sectores extraparlamentarios y renovadores. Los verdes tienen que acomodar su cúpula a la realidad política y electoral dictada por las urnas el pasado 30 de octubre. Cambio Radical debe marcar una línea de acción frente a los tiempos e implicaciones de la alianza que le proponen las toldas rojas. El Polo también enfrenta el desafío de reorganizarse tras un magro resultado en las urnas y la puja de corrientes en la llamada izquierda democrática, sobre todo ante el impulso de la corriente de Progresistas. A ello debe sumarse lo que pase en las instancias de mando del MIRA, la Alianza Social Indígena y otros movimientos.
Como se ve, el país está ad portas de un interesante reacomodo partidista. De su profundidad coyuntural y estructural dependerán muchos aspectos clave, que van desde la urgencia de diferenciación y posicionamiento programático de las distintas facciones hasta una primera proyección de las tácticas y estrategias que se empiezan a delinear desde ya en el prematuro pero ya imposible de enfriar debate sobre la sucesión presidencial en 2014.