Retorno al feudalismo | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Noviembre de 2011

* La corrupción agobia al Brasil

* Peligran las alianzas pragmáticas

 

Casi  sin excepción los medios de comunicación del Brasil se refieren por estos días al auge de la corrupción que agobia al gobierno de la presidenta Dilma Rousseff. No se trata de una novedad, en el gobierno de su antecesor Lula, se presentaron varios escándalos de corrupción, pero no tantos, ni en tan corto tiempo como los que debilitan la imagen de la Mandataria.

Los más prestigiosos analistas y conocedores del tejemaneje político local dicen que se trata de una consecuencia del modelo y del continuismo, que han terminado por horadar el sistema. Lula da Silva montó un entramado electoral en el que entran diversos partidos, que no están unidos tanto por las ideas como por la voluntad de poder y sacar provecho de los fondos estatales. La noción de poder se desvirtúa y se confunde con el enriquecimiento a como dé lugar. Los del partido de Lula les echan la culpa a los partidos aliados y éstos sostienen que la corrupción ha sido galopante entre los jerarcas del Partido de los Trabajadores, lo mismo que un sector de los sindicalistas y empresarios favorecidos por el régimen. Y se especula que lo que predomina en el gobierno del Brasil es el imperio de las parcelas de poder como en una nueva Edad Media, en la cual los barones electorales y los jefes nacionales y regionales manejan Estados e instituciones como si fueran sus cotos de caza privados. Entre los que se han contaminado de la corrupción figura el Partido Comunista, al que pertenece el caído ex ministro de Deportes, Orlando Silva, quien metió su garra en el Tesoro Público; él enfrenta cargos por el desvío a cuentas privadas de 21,1 millones de dólares a través del continuado cobro de sobornos a ONG.

Y sorpresivamente ha sido sustituido por otro comunista, ratificando así el odioso sistema feudal imperante. Es precisamente ese ministerio uno de los que maneja mas recursos por cuenta del campeonato mundial de fútbol para el 2014, cuyas obras están retrasadas por gravísimos casos de malos manejos. Además, la prensa de Brasil señala que Aldo Rabelo, el agente comunista escogido para suceder a su copartidario en la cartera de Deportes: “recibió dinero en la campaña electoral en la que fue electo diputado por última vez de donantes que son patrocinadores oficiales de la CBF: el Banco Itaú, Ambev, y de constructoras Mendes Junior y Odebrecht, que construyen siete estadios para el Mundial 2014”.

Los escritores públicos y los elementos independientes claman por el castigo de los corruptos que saltan como hambrientos roedores del barco de Lula al de la señora Rousseff, sin que la justicia opere con la prontitud y eficacia que se requieren. La política está enquistada en algunos sectores del poder judicial, lo que garantiza hasta cierto punto un alto grado de impunidad para los defraudadores del Estado. En un país donde los funcionarios intervienen en política y en el cual los grandes contratistas manejan colosales sumas para financiar el soborno, la podredumbre se va extendiendo por el sistema y gangrena hasta las instituciones más respetables y organismos de control. En escasos diez meses de gobierno los escándalos de corrupción se suceden de manera ininterrumpida, lo que se debe a ese sistema feudal-partidista en el cual los partidos de la coalición desfalcan las instituciones bajo su dominio, con la finalidad -según confiesan los mismos interesados- de fortalecer la maquinaria política para poder sobrevivir electoralmente, dado que los costos visibles y en la oscuridad de estos “certámenes democráticos” son multimillonarios. Lo cual es parcialmente cierto en cuanto se han comprobado casos en los cuales los ministros, viceministros, directores, gerentes y funcionarios involucrados en los ilícitos aparecen por sí o por endoso a terceros con grandes propiedades y dineros producto del enriquecimiento ilícito.

Lo peor del auge de la corrupción es que los mismos partidos políticos y los legisladores adictos al gobierno se encargan de fomentar cortinas de humo que intentan ocultar o minimizar los casos de corrupción y bajo cuerda protegen a los implicados. Lo que determina que la justicia se vea a gatas para esclarecer los delitos y juzgar a los culpables. Son seis los ministros que se han visto involucrados en negociados que salpican la pulcritud de la administración, pese a que el prestigio de la señora Rousseff se mantiene aún en alto, con algunas oscilaciones a la baja que pueden salpicar su imagen. Y los delitos de los cuales se acusa a algunos de los implicados son verdaderos actos criminales que corresponden a una fría estrategia por defraudar el Estado en sumas multimillonarias. Si la señora Rousseff no consigue conjurar la crisis y reformular su gobierno estaría en peligro la continuidad de su partido en el poder.