SIDA, batalla sin tregua | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Julio de 2012

* Ojo a predicciones demasiado optimistas

* Avances positivos, pero insuficientes

 

 

La lucha contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) no da tregua. Hoy hay más de 34 millones de personas infectadas en todo el mundo, y de ellas, para el caso de los países más pobres o en vías de desarrollo, sólo ocho millones están recibiendo tratamiento. Aunque en las últimas semanas se han conocido noticias según las cuales los avances científicos para controlar la pandemia son positivos, lo cierto es que la posibilidad real de alcanzar una cura o una vacuna contra el VIH en el corto plazo aún es lejana.

Las estadísticas sobre el número de personas portadoras de este virus continúan teniendo un alto subregistro. En Colombia, por ejemplo, históricamente se ha dicho que habría, por lo menos, 200 mil personas infectadas aunque el número de casos confirmados es sustancialmente menor. Igual ocurre en el resto del planeta, según los resultados de la 19 Conferencia Internacional sobre el SIDA que terminó la semana pasada en Washington, durante la cual quedó claro que no se puede bajar la guardia frente a la pandemia y que así el número de víctimas fatales hoy sea menor que el presentado en la década pasada, esta enfermedad continúa siendo una amenaza global, y prueba de ello es que ha cobrado 30 millones de vidas en tres décadas. Los pronósticos de científicos que predicen el “comienzo del fin” de la pandemia, contrastan con lo que ocurre en zonas como la África subsahariana, en donde se calcula que viven alrededor de los 34 millones de personas portadores de VIH en todo el mundo.

Los desafíos continúan siendo de gran calado. De un lado, es necesario evitar que la crisis económica internacional afecte en forma grave el flujo de recursos públicos y privados para financiar los estudios en la búsqueda de curas y paliativos más eficientes, como para sufragar los tratamientos a las personas infectadas. El año pasado se calcula que en todo el planeta se invirtieron cerca de 17 mil millones de dólares en la lucha contra este flagelo, monto que no sólo es urgente sino aumentarlo en el corto plazo.

Afortunadamente en este caso el suministro de los antirretrovirales con el paso de los años ha bajado de costo, pues de los 1.000 dólares promedio anual que demandaba cada paciente hace una década, se ha logrado bajar a una media de 200 dólares. Sin embargo, constituyen un elemento de preocupación los estudios diagnósticos que advierten de una creciente resistencia del virus y sus mutaciones genéticas a los ‘cócteles’ de medicamentos que venían evidenciando un grado alto de eficacia.

De igual manera debe prestársele atención a la advertencia del expresidente estadounidense Bill Clinton, líder mundial en la lucha contra el SIDA, en torno de que es necesario hacer más transparente el manejo de los recursos en todos los actores involucrados en el combate a esta pandemia.

También llama a la preocupación lo sostenido por algunos expertos respecto de que en algunos países otras crisis políticas, sanitarias, económicas y sociales han desplazado la atención prioritaria que debería tener la lucha contra el VIH, más aún cuando estadísticamente parece comprobado que por cada persona que recibe tratamiento contra esta enfermedad, una o dos más la contraen silenciosamente.

Igual deben atenderse las recomendaciones de los epidemiólogos acerca de que los estudios han demostrado que entre más temprana sea la detección del virus, el tratamiento termina siendo más eficaz, pues los medicamentos desarrollados apuntan cada vez más a inhibir el desarrollo de la enfermedad y, por ende, proteger la calidad de vida del paciente.

Como se ve, el combate a la pandemia continúa siendo una prioridad mundial. Si bien es cierto que hay avances e incluso algunos científicos han llegado al extremo del optimismo de vislumbrar que en pocos años habrá una cura o vacuna contra el SIDA, o que la enfermedad ya no tendrá el estatus de grave que hoy ostenta, no se puede bajar la guardia y menos aún flexibilizar las campañas de pedagogía para evitar caer en los factores de riesgo, derivadas en gran parte de la promiscuidad sexual.