¿Sueño o pesadilla en Chile? | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Diciembre de 2023

* Los vaivenes constitucionales

* Encuestas señalan triunfo del No

 

Este domingo los chilenos tomarán la decisión final acerca de si aprueban o rechazan el texto de una nueva Constitución para su país. Si se cumplen los pronósticos de las encuestas ganará el No y se mantendrá la Carta vigente promulgada en 1980 por el dictador Augusto Pinochet y sus reformas, tras sobrevivir a cinco votaciones, desde el año 2020, en busca de derogarla.

El proceso tiene sus raíces en las protestas masivas que estallaron en el país, en octubre de 2019, con una expansión sin antecedentes de acciones terroristas por todo el territorio: destrucción de bienes públicos y privados -entre ellos empresas, templos y poblaciones-, escalada que el entonces presidente Sebastián Piñera quiso aplacar ofreciendo a los grupos radicales el cambio de la Constitución.

En el año 2020, el 78% de los chilenos apoyó la propuesta de cambiar la Carta y en el año 2021 fueron elegidos los miembros de la convención encargada de redactarla, con un vistoso triunfo de las fuerzas de izquierda que alentaron las protestas y que también lograron elegir presidente, en noviembre del mismo año, a uno de los suyos, Gabriel Boric. Pero dos años después, cuando los constituyentes terminaron su tarea y la sometieron a la aprobación popular, el texto fue rechazado por 62% de los votantes.

Boric logró, entonces, un consenso para que un grupo de expertos redactara un nuevo texto a ser revisado durante ocho meses por un Consejo Constitucional, integrado 51 representantes escogidos por elección popular en mayo de 2023.  Fue ahí cuando se produjo el rotundo viraje a la derecha en la política chilena, porque el Partido Republicano logró mayoría absoluta -23 de los 51 escaños- y, junto con la coalición de derecha Chile Seguro, lograron amplia mayoría en dicha instancia.

En ese recorrido están todas las claves que explican por qué el sueño constitucional de Chile parece más una pesadilla. En el fragor del ímpetu reformista se postularon y fueron elegidos, en su mayoría, para reformar la constitución, gentes sin experiencia en política ni conocimiento del Estado y un amplio número de radicales. Se propusieron hacer una de las constituciones más progresistas de la historia, basada en la creación de múltiples derechos, un drástico rediseño institucional del país, extensa normatividad en materias como legalización del aborto, paridad de género, sistema de cuidados y derechos para los indígenas, entre otros. Un texto extenso, con segmentos vagos, que planteaba tantos cambios y tan radicales, que terminó por espantar a la gente, que mayoritariamente negó su aprobación el 22 de septiembre de 2022.

Este fracaso, unido al del gobierno de Gabriel Boric que muy pronto alcanzó muy altos niveles de desaprobación, precipitó el viraje hacia la derecha y el encargo para redactar la nueva constitución. El nuevo texto, que será sometido a referéndum el próximo domingo, fortalece el poder presidencial, garantiza los derechos a la educación y a la salud, pero manifiesta que pueden ser proveídos tanto por el Estado y como por los privados. También pone límites al derecho a huelga, facilita la expulsión de inmigrantes indocumentados o vinculados con actividades criminales, no otorga derecho al aborto y, a diferencia de la propuesta anterior, no incluyó ninguna norma en alusión a los pueblos indígenas.

En un país tan agudamente polarizado, el nuevo texto encendió la inconformidad y el radicalismo de la izquierda, que ha adelantado una campaña persistente y agresiva para desprestigiarlo, con buenos resultados, porque a pocas horas de las elecciones las principales encuestas muestran una tendencia mayoritaria al rechazo. Aunque también hay amplios márgenes de indecisos, por lo cual se podrían presentar sorpresas de última hora: bien una abrumadora mayoría del No, como en el certamen anterior, o la aprobación del texto.

Boric ha dicho que si hay un nuevo rechazo no insistirá más en la reforma constitucional y se mantendrá la Carta. La misma bajo la cual el país logró el más importante y prolongado período de crecimiento y prosperidad de su historia. Quizás este extenso debate acerca de temas constitucionales enseñó a los chilenos que es quimérico e inútil buscar la solución a los problemas económicos y sociales que los aquejan, en las normas. Y que resulta más sensato retomar la senda y las estrategias de innovación y trabajo que convirtieron a la nación en el primer tigre latinoamericano, de espaldas al progresismo, las confrontaciones, el radicalismo y el conflicto social que arruinaron a su gigante vecino, Argentina.