Supremacía democrática | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Abril de 2022

* La encuesta de cultura política

* Riesgo advertido de autocracias

 

La invasión rusa a Ucrania tiene múltiples y dramáticas facetas. Una de ellas es que se escenifica allí un pulso que se está dando en otras latitudes del planeta: las democracias contra las autocracias. En las primeras, el poder reside en la ciudadanía, se expresa en las urnas y las mayorías delegan en el Estado la aplicación de la justicia, la preservación del orden y la autoridad así como la prevalencia de la legitimidad institucional como garante del cumplimiento de los deberes y derechos de todos los habitantes. En las segundas, por el contrario, el poder reside en unos pocos y el aparato institucional se utiliza como un arma de subordinación y negación de las libertades y derechos fundamentales de las mayorías, razón por la cual no existe tampoco la noción de Estado de Derecho ni de la autonomía de las ramas del poder público.

En nuestro continente, lamentablemente, las autocracias se han vuelto a abrir camino. La dictadura venezolana y los regímenes autoritarios de Cuba y Nicaragua son ejemplo patente de ello. Colombia, por el contrario, pese a circunstancias tan desestabilizadoras como el conflicto armado interno y el narcotráfico que ha servido de combustible a distintos factores de violencia cruzada, ha logrado mantener a flote su sistema democrático. De hecho, así algunos crean que se trata de una desgastada frase de cajón, nuestro país ostenta el título de la democracia más antigua y estable del continente, lo que no significa desconocer los vicios y anomalías que la amenazan de forma permanente.

Precisamente esta semana el DANE dio a conocer los resultados de la Encuesta de Cultura Política 2021, según la cual en el total nacional el 76,6% de la población de 18 años y más considera “muy importante” vivir en un país democrático. Pero a ello se suma que el 55,6% considera que Colombia es un país medianamente democrático.

Este resultado pone de presente que este sistema es connatural a la evolución política, social e institucional de los colombianos, pero urge correctivos para que funcione de una manera más asertiva en la resolución de los problemas de los gobernados. También puede concluirse que las mayorías no conciben un esquema de elección, ejercicio y control del poder público distinto al vigente. Incluso, podría abstraerse de los rubros mencionados la explicación de por qué no han progresado los llamados e intentos de sectores retardatarios, extremistas o violentos para derruir el Estado Social de Derecho, eje transversal de la Carta de 1991. Tampoco han encontrado tierra fértil permanente en nuestro país los discursos populistas y demagógicos que tratan de exacerbar los ánimos de la población y romper las vértebras del sistema de orden y autoridad.

Sin embargo, llaman la atención otros resultados del mismo estudio. Por ejemplo, que el año pasado la percepción de que “el país es democrático” disminuyó para el total nacional en 1,2 puntos porcentuales respecto a 2019, al pasar de 26,6% a 25,4% de los encuestados. Y lo propio sucedió con la afirmación de que “el país es medianamente democrático”, que pasó de 58% en 2019 a 55,6% en 2021. Respecto a la percepción de que “el país no es democrático” el DANE informó que se observa un aumento de 3,7 puntos porcentuales, pasando en el lapso analizado de 15,4% a 19,1%.

Se trata de indicadores preocupantes, más aún porque en otro acápite el 52,2% de las personas mayores de edad manifestaron estar muy insatisfechas con la forma en que la democracia funciona en Colombia. Con respecto a dos años atrás, este rubro aumentó más de cinco puntos. Más alarmante resulta, entonces, que los ciudadanos que dijeron sentirse muy satisfechos con la forma en que funciona la democracia en Colombia representaron solo el 12,4% en 2021, cifra inferior al 16,5% de la anterior medición.

Para un país que está en plena campaña presidencial resulta vital el análisis a profundidad de los resultados de esta encuesta, ya que ponen en evidencia que las mayorías son de la tesis de que la democracia es el mejor sistema para la creación y flujo de poder, sin que ello implique, obviamente, desconocer los vicios a superar en el funcionamiento de la misma. Un análisis aún más urgente ya que el escenario proselitista tiende a polarizarse cada vez más entre una opción que defiende la preservación y corrección del sistema democrático e institucional, y otra que plantea, a punta de un discurso populista y marcadamente demagógico, una reforma de imprevisibles consecuencias en donde se pondría en peligro la separación de poderes, el esquema de pesos y contrapesos así como el mismo Estado Social de Derecho. Lo que no es otra cosa que la cuota inicial de una autocracia.